España, 2023 (y II)

No cabe un alma. Medios de todo el mundo se han acreditado para asistir hoy en el Congreso de los Diputados a la firma de un acuerdo histórico.

Bajo los retratos de los padres fundadores que presiden la Sala Constitucional, los líderes de los tres partidos que forman el nuevo Gobierno de coalición han posado abrazados ante las cámaras. Es la renovación de El Abrazo de Genovés que simbolizó la Transición, y que casi medio siglo después vuelve a ser protagonista de la política española.

Nadie daba un duro por este Gobierno: un Ejecutivo con ministros de izquierda, de derecha y de centro, formado con el propósito de atajar una difícil situación económica y poner en marcha las reformas olvidadas durante demasiado tiempo.

Y es verdad que parecía imposible. Hace sólo dos años, España estaba inmersa en una espiral de polarización que a punto estuvo de llevarse el país por delante. El debate político estaba dominado por los extremos y la escalada de odio parecía no tener fin.

Pero algo cambió en las elecciones madrileñas de mayo de 2021. Después de una campaña marcada por la dialéctica de los bandos y el frentismo, los votantes dijeron en las urnas que era hora de volver a la moderación y el respeto.

Una movilización masiva dejó fuera de juego a los extremos y dio la llave de la gobernabilidad a Ciudadanos. El tablero político volvió a mirar al centro y ello permitió articular el programa que ha hecho de Madrid la región de Europa que más crece en la actualidad.

Nadie había imaginado que las elecciones madrileñas pudieran conducir a la caída del Gobierno nacional de PSOE y Podemos. Pero así fue. Pablo Iglesias anunció su retirada de la política tras quedar fuera de la Asamblea. También Ángel Gabilondo renunció a liderar a los socialistas madrileños tras ser sobrepasado por Más Madrid. A partir de ese momento, las críticas en Ferraz arreciaron y los acontecimientos se precipitaron.

A todo esto había que sumar el agravamiento de la coyuntura económica. El fin de los ERTE supuso la quiebra de miles de empresas y dos millones de trabajadores perdieron su empleo.

La situación produjo un profundo malestar social que derivó en una crisis política cuando se destapó que los Fondos Europeos, que debían servir para aliviar a los más castigados por la pandemia, habían terminado en el bolsillo de las empresas cercanas al poder. La Unión Europea decidió cortar el grifo de los fondos al Gobierno, alegando que España no estaba cumpliendo los compromisos de reforma que había suscrito.

Pronto, el malestar tomó la calle. Entonces, Podemos, que temía que la indignación pudiera convertirse en un nuevo 15-M, precipitó su salida del Gobierno para evitar el desgaste electoral, rompiendo la coalición. Sánchez quedó así en absoluta minoría, desbordado además por la situación económica y social. Finalmente, la presión de la opinión pública lo obligó a convocar elecciones a finales de 2022.

El resultado de aquellas elecciones fue interpretado por los analistas como una trampa perfecta. La suma de PP y Vox no era suficiente para gobernar. La suma de PSOE, Podemos y ERC tampoco daba. La solución a esta encrucijada llegaría desde el centro. Ciudadanos, que no había dejado de crecer desde las elecciones madrileñas, planteó una solución de compromiso que dejó fuera del Gobierno a nacionalistas y populistas, y cambió la suerte del país.

España estaba en un momento crítico que requería un Gobierno fuerte y con amplio consenso. Así que Ciudadanos propuso un Gobierno de concentración nacional con la participación de Ciudadanos, PP y PSOE que acometiera las reformas necesarias para salvar al país y mandar un mensaje de rigor a Bruselas.

Pero la condición previa era la salida de Pedro Sánchez. Ciudadanos pidió al presidente que renunciara al liderazgo en el PSOE y dejara paso a alguien que pudiera llegar a acuerdos con el centro y la derecha. Sánchez declinó la petición y trató de enrocarse, pero la presión de sus compañeros de partido precipitó su caída.

Muchos socialistas renegaban de la política de pactos de Sánchez con populistas y nacionalistas, y lo acusaban de haber llevado al país al abismo con tal de conservar el poder. Además, el PSOE entendía que desprenderse de Sánchez era su única oportunidad si quería tener ministros en el nuevo Gobierno. El Comité Federal forzó la dimisión de Sánchez, como ya había sucedido en 2016, nombrando en su lugar a un barón del sector crítico y perfil moderado.

El PP también acabó aceptando la solución de Ciudadanos, habida cuenta del elevado coste que podría acarrearles decir no a una propuesta que los medios tildaban de “patriota” y que se había convertido en la gran esperanza de una ciudadanía muy golpeada por la crisis. España no se podía permitir otra repetición electoral.

Y aquí estamos. Era impensable hace sólo un año, pero los líderes de los tres partidos firman a esta hora en el Congreso este acuerdo histórico de Gobierno, que incluye reformas para acabar con la precariedad y el paro, impulsar un pacto nacional por la educación, garantizar las pensiones públicas, despolitizar la Justicia, combatir la corrupción, triplicar la inversión en I+D+i, favorecer la conciliación, abaratar la vivienda y reforzar la sanidad pública.

La calma ha vuelto a las calles y la prima de riesgo ha recuperado sus valores normales. Mientras tanto, los medios informan de que la policía acaba de detener en los aledaños de la Moncloa a un hombre ebrio y desaliñado que trataba de irrumpir en la Presidencia del Gobierno. “¡Esta es mi casa! ¡Yo vivo aquí! ¡Soy el presidente!” repetía al parecer el hombre, de cuya identidad solo han trascendido las iniciales: P.S.

La historia no está escrita. Escríbela tú el 4-M.

Begoña Villacís es vicealcaldesa de Madrid.


[La primera parte de este artículo puede leerse aquí].

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