España ante el 4 de noviembre

Las elecciones presidenciales del 4 de noviembre en Estados Unidos representan una gran oportunidad que España no debería desaprovechar. Tras lo ocurrido durante los últimos cinco años, el inminente cambio político en Washington ofrece, tanto a España como a Estados Unidos, una posibilidad única de transformar sus relaciones bilaterales.

Pese a todo, disfrutamos de una sólida fundación sobre la cual podemos trabajar, ya que los vínculos entre Estados Unidos y España se han ido profundizando a pesar del desencuentro de los últimos años a propósito de la guerra de Irak. Después de la ruptura entre los dos presidentes, hubo miedo entre las élites españolas a que el enfriamiento político envenenara las relaciones económicas, pero nada semejante se ha materializado. De hecho, desde 2004, las inversiones norteamericanas han mantenido su liderazgo en España, y las inversiones españolas en Estados Unidos se han triplicado con la irrupción de las empresas de infraestructuras y energías renovables que han ido abriéndose camino en aquel país.

Pero la renovación de la relación bilateral no se limita a la reanudación de las visitas oficiales entre los presidentes de ambos países o al simbólico y protocolario apretón de manos ante los medios. El verdadero trabajo ya está en marcha, entre actores oficiales a los dos lados del Atlántico y entre agentes de la sociedad civil (y no sólo del mundo empresarial). A lo largo de los próximos dos años debemos seguir trabajando, dentro del contexto de la Alianza Atlántica, buscando las oportunidades para relanzar las relaciones bilaterales y transformarlas sobre la base de verdaderas sinergias e intereses entre España y Estados Unidos. Como ha sugerido Vicente Palacios en un artículo en EL PAÍS del pasado 14 de mayo, deberíamos explorar cómo se pueden construir -con realismo, eficacia, pero también con imaginación- "algunos puentes sobre el Potomac".

Existen muchas oportunidades de conseguirlo. Pero, en lugar de volver automáticamente a las ideas tradicionales (más colaboración en Afganistán, en seguridad y terrorismo, en el Mediterráneo o en América Latina), convendría buscar una nueva vertiente de colaboración bilateral en la que los intereses comunes estén por encima de cualquier duda y sobre un terreno consensuado para actuar rápidamente.

Esta nueva vertiente podría ser una renovada colaboración en el campo energético y en la lucha contra el cambio climático. Pase lo que pase, los dos países tendrán que hacer un esfuerzo gigantesco para transformar sus mix energéticos -dominados hoy por las energías fósiles- y contribuir a la construcción de un régimen internacional capaz de limitar las emisiones globales de gases de efecto invernadero. En un momento en el que las empresas españolas líderes en energías renovables desembarcan en Estados Unidos, invirtiendo sumas crecientes y ofreciendo un ejemplo valioso en la creación de empleo verde, nos encontramos ya en una situación de paridad entre ambos países.

España y Estados Unidos tienen mucho que aprender el uno del otro en lo relativo a política energética; en el diseño y regulación de los sistemas de precios, primas y tarifas; en sus respectivas experiencias de "mejores prácticas"; en la investigación y desarrollo de nuevas tecnologías, y en la búsqueda de fórmulas prácticas para limitar emisiones. De hecho, este trabajo también ha comenzado ya, como muestran las visitas a Estados Unidos del anterior secretario general de Energía, Ignasi Nieto, pero es aún una colaboración que debería ser priorizada y en la que se debería profundizar.

Es también en el terreno energético y del cambio climático donde España debería buscar la manera más eficaz de colaborar con Estados Unidos en América Latina -una posibilidad que muchos hemos esbozado desde hace años, pero sin elaborar una verdadera estrategia ni hablar de resultados-. Al menos uno de los dos candidatos presidenciales ha propuesto un nuevo Partenariado en Energía para el Hemisferio Occidental e incluso un Energy Corps para las Américas (que podría compartir ciertos rasgos con el conocido Peace Corps). España debería estar presente, de alguna forma, en cualquier nueva política de esta índole que Estados Unidos pusiera en marcha en América Latina.

Por otra parte, es en el terreno energético, y particularmente en el de las energías renovables, donde los latinoamericanos sienten que tienen algo que aprovechar -y no que temer- de norteamericanos y españoles. En el contexto de una búsqueda de soluciones globales, España puede ayudar enormemente a Estados Unidos en América Latina, donde su imagen y liderazgo han sufrido terriblemente por la actual crisis financiera. La próxima reunión entre representantes latinoamericanos, españoles y norteamericanos, que se celebrará en Madrid a principios de 2009 bajo los auspicios de la SEGIB y con la colaboración del Real Instituto Elcano y del Diálogo Interamericano, puede ser un foro ideal para plantear esta colaboración energética como parte de la agenda del triángulo transatlántico.

Esta oportunidad está a nuestro alcance. Sólo tenemos que aprovecharla. Y éste es el momento, cuando cada uno de los dos países necesita la buena voluntad y la colaboración del otro.

Paul Isbell, investigador del Real Instituto Elcano.