España ante el riesgo de Brexit

En los últimos días la opinión pública española parece estar crecientemente concienciada de la trascendencia que un hipotético Brexit tendría para nuestros intereses. Es una buena noticia, porque significa que interpretamos adecuadamente el interés nacional, ya que Gran Bretaña es, desde hace decenios, el principal socio de la economía española en el mundo.

Cinco escenarios lo explican. Los turistas británicos son recurrentemente los más numerosos y los que más aportan a los ingresos del sector en España; más o menos, un 20 por ciento del total de los visitantes y los ingresos proviene de allí. También es el Reino Unido el primer cliente de España en la exportación de servicios no turísticos, que representan un volumen casi equivalente a los turísticos. En ambos casos, además, España tiene un superávit considerable, lo que no es cuestión menor para un país que tradicionalmente padece dificultades con el equilibrio externo. Gran Bretaña es asimismo el principal destino de la inversión directa de España en el exterior. A su vez, los bancos españoles tienen comprometido en el mercado británico, como gran centro financiero mundial, una parte muy notable de sus operaciones en el extranjero; nada menos que un 31,7 por ciento de la exposición internacional de nuestras entidades financieras está concentrada en el Reino Unido. Todavía en un quinto ámbito de las relaciones económicas internacionales, el comercio de mercancías, la posición británica es importante aun sin ser tan exclusiva. En 2015 fue nuestro cuarto cliente y sexto proveedor, y también España acumuló en ese intercambio un notable superávit.

Las consecuencias económicas para Gran Bretaña del Brexit a corto plazo son claras, según los estudios realizados por el Tesoro británico, la OCDE o el FMI: una caída del PIB que dependerá de la relación que establezca con la Unión Europea tras la salida y será mayor cuanto más distante la relación. Y no parece que las instituciones europeas pudieran facilitar las cosas durante un prolongado periodo de tiempo, para no animar nuevas tendencias centrífugas. Además, el Brexit sería una derrota para el Gobierno británico que pondría el poder en manos de los euroescépticos, lo que aún complicaría más la negociación. De manera que la gestión del Brexit no sería fácil. Además, se produciría una depreciación significativa de la libra esterlina respecto al euro.

Una reducción de la renta británica y una depreciación de la libra tendrían consecuencias negativas para los intereses españoles. Como clientes importantes (turismo, servicios no turísticos, préstamos bancarios y mercancías), su demanda disminuiría por la reducción de su renta y el encarecimiento relativo de los productos españoles derivado de la depreciación de la libra. Incluso podría peligrar el superávit en mercancías y servicios no turísticos, empeorando la situación de nuestro sector exterior. Menor renta y depreciación de la libra tendrían también efectos negativos sobre la inversión española directa en Gran Bretaña, pues se reduciría el valor de los activos allí localizados y de las rentas del capital eventualmente repatriadas hacia España. Aparte de sufrir una caída de la demanda y la rentabilidad en la propia Gran Bretaña. En realidad, ya están sufriendo las consecuencias de la incertidumbre provocada por las dudas sobre el futuro de la libra esterlina, pues algunas han tenido que incurrir en gastos para asegurarse ante el riesgo cambiario. Que a las empresas españolas les vaya mal en algún escenario es una pésima noticia para la salud de la economía española. Además, la depreciación de los activos exteriores de las empresas empeora, en un plano macroeconómico, la posición de inversión internacional de la economía española, que ya es uno de nuestros puntos débiles.

En estos ámbitos un Brexit afectaría directamente a España, pero hay también efectos indirectos igualmente perniciosos, por la elevada probabilidad de que se produzcan perturbaciones financieras y cambiarias en Europa. Si hay unanimidad en algún punto, incluso entre los partidarios del Brexit, es en considerar que a corto plazo el gran perdedor del proceso sería el poderoso sector financiero británico, la City, en lenguaje coloquial. La nueva etapa abriría un proceso de cambio en el sector, con elevada incertidumbre y hasta posibles relocalizaciones empresariales. No sería ese, desde luego, el mejor escenario para España, un país endeudado y necesitado de los mercados financieros internacionales para continuar adelante con su proceso de desendeudamiento. La experiencia de los años de la crisis nos dice que la economía española crece más cuando hay tranquilidad en los mercados financieros internacionales y menos cuando éstos sufren inestabilidad.

En resumen, nos concierne, y mucho, el destino de quien tiene lazos tan estrechos como para ocupar el primer lugar en la posición económica exterior de España. No somos espectadores sino, en más de un sentido, partícipes.

José María Serrano Sanz, de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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