España aprobó el referéndum

Por Felipe Sahagún, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense y miembro del Consejo Editorial de EL MUNDO (EL MUNDO, 21/02/05):

Una participación por encima del 42% y más del 76% de los votantes a favor del sí es un aprobado claro en el referéndum de ayer que permite al Gobierno cantar victoria, al PP felicitarse y criticar al Gobierno y a los defensores del no exigir responsabilidades a los dos grandes partidos y a Bruselas otra forma de construir Europa. Todos ganan y pierden algo, y la UE supera el primer obstáculo del Tratado en las urnas.

El sí masivo confirma el europeísmo tradicional de los españoles, resultado de la identificación de Europa con la democracia, la paz, la libertad y la prosperidad desde su ingreso en la UE hace 19 años, tiempo en el que ha recibido más de 85.000 millones de euros (el 0,7% del PIB), pasando la renta per cápita del 68% de la renta media comunitaria en 1986 a un 87% en la UE de los 15 y a un 98% en la UE de los 25.

La interpretación del no y de la abstención es mucho más difícil, pero el elevado porcentaje del no en el País Vaco y en Cataluña es altamente preocupante. El análisis de las causas exige conocer los resultados distrito por distrito y trabajos de campo que llevarán tiempo.

En comparación con la macroencuesta del CIS y del Instituto Elcano de noviembre sobre las intenciones de voto en el referéndum, se ha confirmado el apoyo masivo al proyecto europeo -la mayoría de los españoles no distinguen el Tratado y el proyecto general-, se ha confirmado también el porcentaje previsto de noes y la única sorpresa está en la abstención: 25% más de lo que decían los encuestados.

Para el PP la abstención responde a la ignorancia, a la desinformación, a la precipitación en la convocatoria y a la incompetencia del Gobierno en la campaña. Para el Gobierno, en la abstención han influido la tibieza del PP en su defensa del sí y el silencio de Aznar en toda la campaña.

La abstención suele aumentar siempre que los grandes partidos apoyan el mismo resultado en una votación, pues muchos votantes consideran superfluo votar. La movilización baja cuando el resultado se da por hecho. Con el 86% de los diputados españoles a favor del Tratado, una participación por debajo del 45% confirma el distanciamiento creciente entre los ciudadanos y los representantes observado en las últimas elecciones europeas.

Aunque tenga razón Angel Acebes, secretario general del PP, al destacar que la participación de ayer ha sido la más baja en los 29 referendos celebrados en Europa sobre cuestiones europeas y la más baja en cualquier convocatoria española, se aproxima a la de las últimas elecciones europeas y permite al Gobierno salvar la cara.

En contra de lo que siempre ha mantenido el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, todos los comicios europeos son locales y, con los resultados de ayer en España, los efectos positivos del sí masivo y los efectos negativos de la abstención probablemente se neutralizarán.

El triunfo del no habría sido un desastre para España, para el Gobierno y para el PP. Una participación por debajo del 35-40% se habría considerado un fracaso estrepitoso de Rodríguez Zapatero y habría fortalecido a los nacionalistas separatistas y de Estado, y a los euroescépticos de todos los pelajes y países.

Lo mejor y lo peor del ser humano suele ser hijo del miedo y de la necesidad. Del miedo a otra guerra nació la primera de las tres comunidades europeas, del miedo al hambre nació la política agrícola común, del miedo al desabastecimiento energético nació Euratom, del miedo a la competencia global de EEUU y Japón nació el mercado interior, del miedo al terrorismo tras el 11-S nació la euroorden, la fiscalía europea (Eurojust) y el embrión de un verdadero espacio judicial y policial común.

El Tratado Constitucional votado ayer en España es un paso más en este proceso, un producto de la necesidad de simplificar los tratados (unos 20 en vigor) de la UE para aclararlos y facilitar su comprensión; de delimitar las competencias entre la Unión y los Estados para que, tras su ampliación a 27, no se paralice; de integrar la Carta de Derechos Fundamentales proclamada en Niza para hacer de la Unión una organización más democrática; y de avanzar hacia una política exterior, de seguridad y de defensa común para poder ejercer en el mundo el peso político que ya ejerce en los ámbitos económico y comercial.

Los grandes avances han coincidido históricamente con grandes desafíos y la voluntad de algunos dirigentes de tomar la iniciativa.La ausencia de amenazas y de miedos en la Europa de hoy y la falta del liderazgo capaz de arrastrar a los ciudadanos en una determinada dirección hacen difícil resultados muy diferentes a los obtenidos ayer en el referéndum español. Lo normal es que, en la mayor parte de los países, los resultados sean peores para Europa.

El referéndum de ayer ha sido un referéndum consultivo, aunque Zapatero ha dejado claro que se siente vinculado políticamente por sus resultados. Por ser un Tratado, de acuerdo con el art.93 de la Constitución española, su ratificación exige la mayoría absoluta del Congreso y la mayoría simple del Senado, y ambas están aseguradas, pero...

De haber ganado el no, el compromiso público del Gobierno le habría dejado sin otra salida que la de convocar nuevos referendos hasta que ganase el sí, esperar unos meses y proceder de nuevo a la ratificación parlamentaria sin pasar por las urnas u olvidarse del Tratado, quedarse en Niza y empezar a trabajar a favor de otro nuevo.

Tampoco en esto los resultados en España sirven de mucho, pues las mayorías necesarias y los efectos de cada referéndum dependen de cada Constitución nacional. La UE no tiene competencias en este asunto.

Si los 25 estados ratifican el Tratado por referéndum o por vía parlamentaria, entrará en vigor el 1 de noviembre de 2006. Si en esa fecha el proceso de ratificación en los 25 aún no ha concluido, el propio Tratado prevé en su Declaración num. 30 aneja al Acta de Firma del texto, que, si el 29 de octubre de 2006, un mínimo de 20 Estados miembros lo hubieran ratificado, el Consejo Europeo analizará la situación.

Lo que haga, en tales circunstancias, dependerá seguramente del número de países que hayan tenido dificultades para la ratificación y de su importancia. Si nos atenemos a los precedentes, es previsible que volvieran a convocar otros referendos hasta conseguir el sí. Más complicada será esta vía si quien dice no es Gran Bretaña o Francia.

Si quien dice no fuera uno de los pequeños países que acaban de entrar de Europa central u oriental, se le invitaría a repetir la votación, probablemente con algunas explicaciones no vinculantes para hacer el texto más atractivo a los votantes, y, en caso de que ganara de nuevo el no, podría ser invitado a irse de la UE. Si no quiere salirse, y ningún Estado miembro lo quiere, el Tratado de Niza, hoy en vigor, no prevé su salida.

La mejor prueba de que este Tratado tiene el ropaje de una Constitución, pero no es una verdadera Constitución, es que permite el derecho de retirada, algo que sólo es posible en una organización internacional.

«Si faltaran más de cinco estados por ratificar a finales de octubre de 2006, habrá que esperar pacientemente a que lleguen las ratificaciones y, una vez llegue la última, el Tratado entrará en vigor el primer día del segundo mes siguiente al que se depositó la última ratificación.

De acuerdo con el art. 447, los instrumentos de ratificación deberán depositarse ante el Gobierno italiano por haber sido en Italia donde se firmó el Acta gracias a una concesión de Zapatero a Berlusconi nada más llegar al poder, concesión que el italiano tuvo poco en cuenta durante la campaña del referéndum, pues incumplió su compromiso de venir a España a defender el sí.

A fecha de hoy, Eslovenia, Hungría y Lituania ya han ratificado el Tratado en sus parlamentos e Italia, el país de la UE que más lo apoya según el eurobarómetro de otoño, está a punto de hacerlo. Con España, 10 países han acordado convocar referendos y la República Checa podría hacerlo. Los demás han optado por la vía parlamentaria. Las principales dificultades se prevén en Dinamarca, Irlanda, Francia, Gran Bretaña y Polonia. Los cinco han decidido seguir los pasos de España y convocar referendos.Todos, salvo el británico y el checo, están previstos para 2005.

Para Francisco Aldecoa, catedrático de Relaciones Internacionales, «aunque jurídicamente no se exprese en el Tratado (...) el acuerdo político implícito que subyace a la Declaración es que los que no logren la ratificación no impedirán a los demás la aplicación de la Constitución, quizás en forma de cooperación reforzada al margen de los actuales Tratados».

¿Caben una vanguardia como propone Delors (los pioneros de Chirac) y lo que Francois Lamoureux ha llamado las retaguardias? La primera consistiría en seguir adelante, aplicando el nuevo Tratado, los que lo ratifiquen. La segunda permitiría a los que no lo ratifiquen, si se da el caso, reconsiderar sus relaciones con la Unión, mantener los tratados hoy en vigor o, lo más lógico, buscar nuevas formas de relación desde fuera de la UE.

«Si el Estado o el grupo de estados que ha rechazado la Constitución quiere seguir dentro del Tratado de Niza, de hecho estaría haciendo imposible la vigencia de la Constitución», señala José María de Areilza en el último número de la revista Foreign Policy (edición en castellano). «No puede haber dos Uniones Europeas funcionando en paralelo, la de Niza y la de la Constitución».

Los problemas jurídicos e institucionales se multiplicarían y, previsiblemente, los estados que desearan avanzar en la integración no se atreverían a romper Niza y fundar su propia Unión, por lo que tratarían de utilizar los instrumentos de cooperación reforzada previstos en Niza. Serían, en otras palabras, el fin de la UE tal como se ha venido construyendo desde hace 60 años.Como señala Areilza, «se corre el riesgo de tirar al niño europeo con el agua de la Constitución, ya que el fracaso de la Constitución formal arrastraría a la Constitución material».