España aún suscita dudas

Se están despertando dudas, totalmente infundadas, sobre si España va a necesitar un rescate financiero como lo ha necesitado Grecia en la pasada primavera y recientemente Irlanda. Cuando se empieza a dudar de la solvencia de un país, aunque este sea solvente, puede acabar dejando de serlo. Y este es el único peligro en España. Es lo que se conoce como profecía autocumplida. El mero hecho de formular la profecía hace que se cumpla. Si empieza a correr el rumor de que un proveedor está teniendo dificultades, los clientes empiezan a buscar a proveedores alternativos. Y este proveedor acaba teniendo dificultades, aunque inicialmente estuviera en perfectas condiciones. Si se empieza a dudar de la solvencia de un país, aunque este tenga sus finanzas en regla, los inversores empezarán a dejar de prestarle, y este país acabará teniendo dificultades financieras. La misma duda es la que genera los problemas

¿Cuál es la causa de las dudas de las finanzas españolas? A continuación expondré mi visión de lo que está pasando. Durante la época de expansión económica, aproximadamente hasta el 2008, las empresas generaban beneficios y el paro se mantenía en niveles reducidos. Esto significaba que el Estado recaudaba abundantemente vía impuestos de los beneficios empresariales y de las rentas. Los desembolsos a los desempleados eran comparativamente pequeños, por lo que el Estado tenía superávit.

Llegado el momento de las vacas flacas, los beneficios empresariales se reducen drásticamente y, con ellos, los ingresos del Estado vía impuestos. Por otro lado, las prestaciones por desempleo se disparan y lo que antes era superávit pasa a ser déficit. Este déficit se financia pidiendo prestado a otros países y a inversores extranjeros. Cuando esta deuda vence se refinancia pidiendo más deuda. Hasta aquí todo normal, es lo que ha sucedido una y otra vez. El problema surge cuando los estados e inversores extranjeros empiezan a dudar de la capacidad de un país de devolver la deuda que ha pedido prestada. Al percibir más riesgo, la deuda emitida por este país se compra y se vende a precios menores o, lo que es equivalente, los inversores para mantener títulos de deuda de ese país exigen mayores rentabilidades. Es lo que aparece ahora en los titulares como el riesgo país. Por ejemplo, un riesgo país en España de 260 puntos significa que los inversores piden a la deuda de España una rentabilidad un 2,6% mayor que la alemana.

Cuando llega el caso en que la duda es total sobre la capacidad de un país de devolver su deuda, este país ya no encuentra financiación en los mercados internacionales, por lo que no puede hacer frente a sus pagos. Esta situación es tan catastrófica que hasta ahora, antes de que esto haya sucedido a ningún país, los restantes países europeos han acudido a su rescate.

Hasta la creación de la moneda única esto no pasaba. Los países antes de llegar a esta situación devaluaban su moneda con lo cual, al ser sus productos más baratos, aumentaban inmediatamente las exportaciones y disminuían las importaciones (con una moneda devaluada es más barato proveerse en el mercado nacional que importar del extranjero). De esta manera se reavivaba la actividad económica y se acababa saliendo de la crisis. Esto traía un problema. Como la moneda local valía menos, el peso económico del país dentro de la economía mundial disminuía. Pero esto era lógico. La llamada guerra de divisas, si es que realmente existe, es el interés de los países -China, Estados Unidos, etcétera- en que no se revalúe su moneda para ser más competitivos internacionalmente.

¿Qué pasa cuando los países ya no tienen la posibilidad de devaluar sus monedas como les ocurre a los integrantes de euro? No pueden decidir este tipo de ajustes. Están obligados a que su peso económico dentro de la economía mundial sea el mismo. Pero la realidad económica de ese país ya no lo permite, y se producen los resquebrajamientos que se están produciendo.

¿Qué debe hacer España en estas circunstancias? Pues disipar todo resquicio de dudas sobre nuestra salud financiera. Y para ello debe enviar mensajes claros -no retóricos-de que va a aumentar los ingresos y disminuir los gastos. ¿Cómo se reducen los gastos? Entre otros modos, con la impopular medida de reformar las pensiones. También con la reforma del mercado laboral, que va en la línea tanto de aumentar los ingresos como de disminuir los gastos. Flexibilizando el mercado laboral (eufemismo que significa abaratar el despido), las empresas contratarían con mucha más facilidad. Si se abaratara el despido habría más contrataciones. Disminuiría el desempleo y, con él, los gastos del Estado por ese concepto. Mayor empleo implicaría mayor consumo, y con esto, reactivación económica. Poco a poco iríamos saliendo del bache y se disiparían las dudas sobre España. Flexibilizar el mercado laboral convierte a personas en paro que cobran subsidio de desempleo en empleadas que generan riqueza económica y se desarrollan como personas.

Miguel Ángel Ariño, profesor del IESE, Universidad de Navarra.