España busca gobierno

Europa pide confianza. Lectura elemental del 7-J. Holgado triunfo del centro-derecha, con o sin conservadores británicos. Inútil buscar consuelo para el desastre general de la izquierda. Como siempre, viajan a Estrasburgo unos cuantos extremistas y ciertos personajes exóticos. Pocas emociones más. Participación a la baja, una y otra vez. Europa no es feliz, porque las élites juegan al equívoco y la gente común intuye riesgos que no comparte. Concebida como sociedad por acciones, la Unión Europea distribuye beneficios razonables. El «demos» europeo no existe, pero es útil la yuxtaposición de tantos viejos y nuevos Estados (todavía) soberanos. En tiempo de crisis, acaso el modelo «funcional» al estilo Jean Monnet nos ayude a superar una época de fiebre helenística, modernidad cuestionada y ciudadanos perplejos. Ha sido un voto por el sentido común frente a la retórica superficial y las recetas anticuadas del «paraíso» socialdemócrata. La gran mayoría social exige austeridad al sector público. Por ejemplo, seguro que está dispuesta a aplaudir un proyecto serio para adelgazar la burocracia comunitaria. ¿Por qué nadie lo propone?

Hablemos de nuestra casa. Somos españoles, claro, y votamos o no votamos por criterios domésticos. Igual que los demás, por cierto, aunque otra cosa fuera deseable. ¿Quién ganó las elecciones en España? Como advierte Cervantes, hay razones «que ni las entendiere el mesmo Aristóteles, si resucitara sólo para ello». Lo mismo que usted, amigo lector, yo tampoco estoy seguro de que el PP tenga más votos y escaños, con ventaja abrumadora en algunas regiones muy significativas. Consultados ciertos oráculos que se dicen infalibles, resulta que Rajoy sufrió en las urnas un varapalo y que Zapatero es el líder de moda entre los socialistas europeos. Vivir para ver. Empecemos por lo más sencillo. El PSOE oficial practica la política del avestruz, mientras algunos «críticos» dispersos tiran con bala, también en ese campo. La crisis tiene la culpa, proclama el presidente y reiteran los actores de reparto. «Os aseguro que...». Sigue una relación de promesas infundadas, ocurrencias vacías o irritantes y dosis letales de optimismo antropológico. Todo ello con el objetivo de ocultar una verdad elemental: los ciudadanos no atribuyen al Gobierno la culpa de la crisis, tal vez porque son generosos e incluso patriotas, pero no aceptan la falta de respuestas eficaces, proyectos coherentes y programas sensatos.

En lugar de afrontar los problemas, los socialistas confían su suerte a las eternas maniobras partidistas: «agudizar las contradicciones del adversario», decía el viejo manual leninista que leyeron con avidez en los días felices de la juventud lejana. Así pues, todos contra el PP, lo mismo vale un frente mediático que otro judicial, y a tope con la batalla «cultural» y sus banderas al viento del progresismo sedicente. Resultado: derrotas electorales sucesivas, anuncios de cambio de ciclo y el (peculiar) carisma de Zapatero camino del museo arqueológico de Ferraz. Pronóstico reservado, con tendencia a peor, aunque está claro que la vida da muchas vueltas y la siembra ideológica puede aportar mejores cosechas en un futuro todavía incierto. Hasta aquí todo normal. Cada uno alivia como puede su derrota, y el presidente conforta a los suyos con el señuelo de que la victoria del PP fue un «espejismo»...

¿Victoria del PP, dice? Aquí la ficción supera cualquier expectativa. Una vez más, los amigos extranjeros no entienden nada. Les explico que muchos españoles, tampoco. Hablemos claro, guste o no guste: superada la agonía (artificial) del balcón de Génova tras perder las generales, la estrategia de Rajoy sigue la dirección correcta. En democracia, las urnas sólo engañan a los tramposos. La crisis puede poco a poco con Zapatero, mientras los populares acompañan -a su manera- el tránsito de la opinión pública en el ciclo de siempre, «ilusión versus decepción». Sin duda, pueden y deben mejorar y conviene que se apliquen en la tarea porque la reacción socialista llegará más pronto que tarde.

España busca Gobierno...El régimen constitucional tiene, desde Locke, un elemento principal, la relación de «trust» entre gobernantes y gobernados. Zapatero ha perdido la confianza de los ciudadanos, al margen de los instrumentos formales del sistema parlamentario que miden los apoyos del Ejecutivo en el Congreso. El PP ya es alternativa, notable diferencia con su posición marginal en la legislatura anterior. Siento de verdad que mucha gente de buena fe, incluso amigos muy respetados, prefieran cerrar los ojos a la realidad frente a los prejuicios inducidos por intereses particulares. Como son personas honradas, les invito a la reflexión. En democracia, la mejor forma de defender los principios es ganar las elecciones. Cuando está en juego el interés general de España -que a muchos nos importa- hay que dejar al margen las cuentas de resultados, las querellas personales y los prejuicios obsesivos, más propios de la consulta del psiquiatra que del análisis político. Queriendo o sin querer, ciertos sectores de la derecha (al menos, eso dicen) son la panacea que alivia los males del PSOE. Algunos personajes que manejan hilos invisibles me recuerdan al episodio de Jerjes, el persa, cuando mandó castigar al Helesponto por causa de una tempestad que destruyó los puentes... No importan los que buscan beneficios tangibles o pretenden cobrar facturas atrasadas, allá ellos. Lo triste es que su influencia arrastra a muchos incautos que ayudan a Zapatero a encontrar una luz al final del túnel. Tal vez deberían escuchar las carcajadas en las filas socialistas, bien dispuestas -como es natural- a disfrutar del regalo inesperado.

Por supuesto, como decía ayer el editorial de ABC, no habrá elecciones anticipadas, ni cuestión de confianza, ni siquiera una reflexión sensata sobre el fracaso electoral. Tampoco debe haber moción de censura, imposible de ganar y arma de dos filos para el candidato en nuestra democracia mediática. Eso sí, no es descartable que el enfado de una sociedad irritada obligue a los políticos a salir de su «nirvana» particular, como escribía con ingenio Clarín. Ganar elecciones no es fácil, ni aquí ni en ningún sitio. La oportunidad existe, aunque sea a medio plazo, y resulta imprescindible gestionar recursos escasos con criterios eficientes. Primera regla elemental, con un símil deportivo: prohibido marcar goles en propia puerta. Segunda, también importante: el que quiera cambiar de bando, que lo diga ya. Tercera, y acaso principal: España es una sociedad moderna y compleja; por eso, sobran profetas dogmáticos y hacen falta ciudadanos conscientes. Tal vez podamos recuperar el tiempo perdido para que los mejores dediquen su esfuerzo a los asuntos que importan de verdad: educación; vertebración social y territorial; ahora, con prioridad absoluta, medidas para encauzar la crisis. ¿Está Zapatero en condiciones de dirigir ese proyecto? Ustedes ya saben la respuesta. ¿Cuál es la única alternativa viable? No hace falta que se lo diga. Mucho cuidado, en cualquier caso: el desafío a la lógica ilustrada es una seña de identidad de la era posmoderna.

Benigno Pendás, profesor de Historia de las Ideas Políticas.