¿España después de Sánchez?

Se atribuye al canciller de hierro la famosa frase «España es el país más fuerte del mundo, los españoles llevan siglos intentado destruirlo y no lo han conseguido». Desde que se pronunciara hemos atravesado muchas y complicadas situaciones: desastres coloniales, guerras civiles, revoluciones y dictaduras. A todas ellas, mejor o peor maltrecha, sobrevivió España. Sorprendentemente ha tenido que ser la democracia, «el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás», la que nos haya venido a colocar al borde de la desaparición.

Parecía imposible, pero cuatro años han sido suficientes para que un Gobierno dirigido por un inconsciente vanidoso, sostenido por los que solo aspiran a la destrucción de España, nos haya situado a punto de colapsar. Desde la moción de censura que en junio de 2018 llevó a Pedro Sánchez a la Moncloa, se han ido sucediendo sin interrupción todo tipo de mentiras y despropósitos. Y todo se ha hecho a conciencia, volando por los aires los consensos básicos de la Transición, modificando la Constitución por la vía de los hechos y debilitando la estructura básica del Estado socavando todas nuestras instituciones. Todo vale para Sánchez si contribuye a prolongar su estancia en palacio. Para el futuro, si España sobrevive a su reinado, seguro que el ministro de educación de turno, como regalo a su jefe, obligará a que las editoriales de libros de texto se refieran al tiempo cronológico con un a.d.s. o bien d.d.s. -antes o después de Sánchez.

Quizá, a la vista de la gravedad de los acontecimientos, hoy algunos se conformarían incluso con aquella definición de Zapatero sobre la nación como concepto discutido y discutible. El actual presidente del Gobierno, discípulo aventajado de quien inició este proceso de implosión, podría decir ahora que, gracias a él, la nación ya no se discute, simplemente ha dejado de existir.

Este Gobierno del Partido Sanchista, sostenido por golpistas, separatistas y el partido que fue ilegalizado por formar parte de la banda terrorista ETA, está terminando de cincelar el epitafio de nuestra lápida ante la indiferencia de la mayoría social. Es el Gobierno del insomnio, ¿se acuerdan? «Si contara con Podemos sería presidente del Gobierno, pero no dormiría por la noche, junto con el 95% de los ciudadanos que tampoco se sentirían tranquilos», mentiras encadenadas, como esta otra en una entrevista a una televisión Navarra: «Con Bildu no vamos a pactar, si quiere se lo digo cinco veces o 20 durante la entrevista. Con Bildu no vamos a pactar». Y tras esta vinieron las demás y nuevos incumplimientos de sus promesas, repasemos lo ocurrido. Se indulta a los golpistas catalanes a pesar del criterio contrario de la Fiscalía, la Abogacía del Estado y el Tribunal Supremo para, según el Gobierno «garantizar la convivencia y la normalidad». El español ha dejado de ser la lengua oficial de España no haciéndose nada para garantizar su enseñanza en todo el país a pesar de las sentencias de los Tribunales. La Corona es oscurecida cada día, se veta la presencia de Felipe VI en determinados lugares de nuestro territorio para no molestar a sus socios separatistas, incluso algunos ministros se permiten insultar al Rey Juan Carlos y, por si fuera poco, se modifica el Código Penal para que las injurias a la Jefatura del Estado salgan gratis. El prestigio de nuestro servicio de Inteligencia es arrastrado por el barro a la vez que se da entrada en la Comisión de Secretos Oficiales a los partidos que quieren acabar con la nación. La incompetencia del Gobierno hace que las ayudas europeas, consecuencia de la pandemia, no lleguen a quien las necesita, a lo que se añade una Seguridad Social quebrada y la inflación desbocada, alcanzando niveles de los años 80. Por cierto, hablando de pandemia ¿Recuerdan cómo escurrió Sánchez el bulto endosando su incapacidad a las autonomías con el invento de la cogobernanza? ¿Y qué me dicen de los dos estados de alarma que después fueron declarados inconstitucionales?

Podemos recordar también la tan denostada reforma laboral que iba a ser derogada de inmediato y que no solo se mantuvo, sino que fue actualizada. Otra mentira más, la LOMLOE, la ley de educación cuya ministra dijo que se aprobaría por consenso y después salió aprobada por un voto de diferencia. Una ley que permite pasar de curso con suspensos y que amputa a conveniencia la Historia de España. O la politización de la Justicia y la Fiscalía, la desmemoria histórica y los más de 350 crímenes de ETA sin resolver mientras se acerca y se excarcela terroristas a mansalva, transfiriendo además la competencia al Gobierno Vasco. O el aborto a la carta para las menores de edad. En fin, la lista es interminable, pero desgraciadamente todavía queda año y medio para seguir deslizándonos pendiente abajo y engordar el balance del peor Gobierno de España de los últimos 45 años.

Pero tan preocupante como lo anterior es la sensación que uno tiene de que frente a este proyecto destructivo la sociedad española está sin pulso. Cierto es que algunos partidos se oponen a esta situación, pero nuestra sociedad, y sobre todo cada uno de nosotros individualmente, tenemos un papel fundamental que jugar para frenar este despropósito, aunque por desgracia parece que lo común poco importa.

Por todo lo anterior estas líneas pretenden ser un aldabonazo que despierte las conciencias. La situación es de una gravedad extrema, pero quizá aún estamos a tiempo de que la nación española sobreviva al desgobierno actual. Es obligado votar, sí, pero no es suficiente, sobre todo hay que despertar y organizarse a través de todos aquellos colectivos, asociaciones, fundaciones y grupos que están dispuestos a decir públicamente que la situación es insostenible y quieren parar la hemorragia antes de que España deje de latir. Activemos la alarma sacudiéndonos el pesimismo que siempre nos ha caracterizado desde Quevedo a la Generación del 98. Seamos conscientes de que algunos se empeñan en desmoronar los muros de la patria, pero al mirarlos hagámoslo convencidos de que somos mayoría los que trataremos de evitarlo, y si no, al menos, tendremos el coraje necesario para reconstruirlos.

Carlos de Urquijo fue delegado del Gobierno en el País Vasco.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *