España, el juego

Ya está a la venta «España. El juego», un divertido juego de mesa en el que pueden participar jugadores de seis años en adelante. Es un juego ideal para la familia, pero también pueden disfrutarlo los niños y los adultos por separado. Una de las particularidades de este original juego de mesa es que en él nadie gana, y por tanto nadie acaba enfadándose. «España» es el único juego conocido que no puede tener campeones ni campeonatos. En «España» todos fracasan al final, pero durante la partida se pasa estupendamente.

«España» se juega sobre un tablero dividido en cuadrados. Cada jugador dispone de cinco fichas del mismo color y distintas formas. Se tira por turno, con un dado. Existen tarjetas de «Sorpresa», «Castigo», «Timo», «Expectativas» y «Amiguetes». Normalmente, si uno cae en una casilla de «Expectativas» en la que le surge la posibilidad de algo bueno, tendrá que disponer de al menos dos fichas verdes de «Amiguetes». Cuantos más «Amiguetes», más posibilidad tendrá de conseguir lo que desea, aunque las «Sorpresas», que son casi siempre negativas (la mayoría de las «Sorpresas» consisten en cambios en la legislación), los «Castigos» y sobre todo los «Timos» acabarán, tarde o temprano, por frustrar sus expectativas o arruinarle.

Las partidas son acumulativas. Se pueden jugar hasta cinco seguidas y conectadas. El jugador que menos se arruina en una partida, en la siguiente es «Caradura», en la siguiente «Trepa», en la siguiente «Conectado» y en la última «Hijo de Buena Familia», lo cual le va dando ventajas adicionales. El «Hijo de Buena Famil i a » , por ejemplo, es casi invulnerable : dispone de cincuenta fichas blancas llamadas «Carta blanca» gracias a las cuales puede evitar los «Castigos» y los Cambios de Legislación, tiene «Amiguetes» automáticamente y dispone de una posibilidad que le permite una especie de victoria: no «ganar» el juego, sino salir del mismo a la región del tablero que rodea la cuadrícula, pintada de bonitos colores y llamada «Extranjero». El que llega al «Extranjero» no gana la partida, sino que, simplemente, queda fuera de «España».

«España», el divertido juego de mesa, se basa en diez sencillas reglas que aparecen impresas en la parte de atrás de la caja de cartón. Son las siguientes: 1. Las palabras no tienen nada que ver con las cosas. 2. Entrar en un sitio ha de ser siempre muy difícil, casi imposible. 3. No se debe dar información clara e inteligible sobre nada. 4. No se deben hacer las cosas pensando en su finalidad. 5. No se pueden tener dos cosas buenas al mismo tiempo. 6. Hay que cambiarlo todo continuamente, aunque esté nuevo y funcione bien. 7. Hay que defender lo pequeño, lo humilde, lo sencillo, lo breve, lo poco pretencioso. Se ha de intentar por todos los medios negar lo importante, desprestigiar lo grande, oscurecer lo valioso y aborrecer lo excelente. 8. Hay que presuponer que todo el mundo dice lo contrario de lo que piensa, y actuar en consecuencia. 9. Hay que intentar acostarse lo más tarde posible, reírse lo más posible y jamás hablar de nada profundo. 10. No se debe premiar al que hace algo bien, sino todo lo contrario.

Estas diez reglas tienen numerosas consecuencias en el juego. La regla 2, por ejemplo, relativa a «entradas y accesos» se refiere a edificios llenos de puertas que jamás se abren, cerraduras tan incómodas que es casi imposible meter la llave en ellas (son las estándar en España), túneles tan estrechos para acceder a estaciones o intercambiadores que los autobuses rozan sus paredes al entrar, accesos sin señalización que nos obligan a dar vueltas como tontos, etc. etc., pero también a instituciones o profesiones (notario, profesor universitario, farmacéutico, taxista) en las que es prácticamente imposible entrar o en las que es necesario el esfuerzo de toda una vida para entrar (dieciocho años haciendo oposiciones a la enseñanza, ¡cuando había oposiciones!).

La regla 3, por ejemplo, se basa en la idea de que dar información clara e inteligible a cualquiera, es decir, ¡a cualquiera!, es decir, incluso a personas que no conocemos de nada y que no son amigos nuestros, es una especie de deshonor. Por eso, el típico español confía más en el paisano que le dice cómo llegar que en los carteles de carretera, a menudo confusos y caprichosos. La regla 4 también tiene un fuerte componente humanista: en contraste con los fríos países del norte, que todo lo hacen pensando en la utilidad y en la función, en España las cosas se hacen por el gusto de hacerlas. Así, se levantan edificios impresionantes sin saber para qué se utilizarán, se ponen rotondas en lugares donde no se unen varios caminos, se enseñan asignaturas complicadísimas que no tienen utilidad alguna, etc. La regla número 6 refleja un sentimiento parecido, y se basa en la convicción de que las cosas hay que cambiarlas cada cierto tiempo, aunque estén en perfecto estado. Esto afecta no sólo a aceras, farolas o escaparates casi nuevos, sino también a las reglas, normas y leyes, que cambian continuamente, de modo que casi cualquier cosa que se hace en el juego resulta ser ilegal pocas jugadas después.

Sería imposible resumir aquí todas las variantes y sorpresas de este divertido juego. La regla 5, por ejemplo, que afirma que no puede haber dos cosas buenas al mismo tiempo, presupone que si uno escribe una buena novela no tendrá éxito, y que si una novela tiene éxito será una basura comercial. Esta curiosa regla produce muchos resultados sorprendentes: por ejemplo, nunca se da un premio importante a un libro de calidad. Si un libro de calidad recibiera un premio, entonces tendría dos cosas buenas al mismo tiempo, lo cual, dentro de las reglas del juego, es imposible.

Es verdad que «España» es un juego caro. Pero la inversión merece la pena. Puede jugarse desde que se tiene uso de razón y puede convertirse en el juego de su vida. Su originalidad consiste en que en él nadie gana. O que todos ganan lo mismo: nada.

Andrés Ibáñez, escritor.

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