España en la encrucijada del gas

La guerra provocada por la invasión rusa de Ucrania ha descontrolado los precios de las materias primas y alterado el tablero geopolítico, forzando a los países occidentales que antes dependían en mayor o menor medida del gas y el petróleo ruso a buscar alternativas si realmente se quiere cambiar el curso de la guerra.

Cada día, la Unión Europea (UE) paga a Rusia 1.000 millones de euros por el gas y el petróleo que importa. 35.000 millones en total desde el inicio del conflicto, según el responsable de la diplomacia europea, Josep Borrell. 1.000 millones también, pero en total, es lo que la UE ha prestado en ayuda a Ucrania. Por hacerse una idea de los órdenes de magnitud.

Y en esta búsqueda de alternativas para el suministro europeo, hay dos proveedores que están ganando posiciones de manera destacada.

El primero de ellos es Estados Unidos, que está incrementando de manera notable sus exportaciones por vía marítima con destino a Europa. El mayor compromiso por parte estadounidense se ha formalizado mediante un acuerdo con la UE para aumentar el suministro de gas en 15.000 millones de metros cúbicos, un 68% más que en 2021. Pese a lo llamativo de estas cifras, el impacto de este acuerdo será moderado, ya que sólo permitirá sustituir el 10% del suministro total de gas ruso a la UE, en torno a los 155.000 millones.

El segundo es Argelia. El país magrebí ya era un suministrador habitual de la UE, con un volumen de exportaciones que alcanzó el año pasado los 55.200 millones de metros cúbicos de gas procedente de yacimientos autóctonos y del Sahel. La mayor parte del suministro argelino se realiza por medio de los gasoductos con España (Medgaz y Magreb, este último a través de Marruecos y cortado desde octubre de 2021) y con Italia (Transmed). Ambos países acaparan más del 60% de las exportaciones de gas argelino.

En esta encrucijada entre el Atlántico, África y el resto de Europa, España se encuentra en una posición de partida muy ventajosa, que explica también su baja dependencia energética de Rusia. Nuestro país cuenta con la posición geográfica, la mayor infraestructura de regasificación de gas natural licuado (GNL) de la UE y conexiones directas con Argelia. Tenemos en nuestra mano una oportunidad estratégica si somos capaces de aprovechar estos factores utilizando el potencial de la generación eléctrica renovable (sobre todo mediante las tecnologías solar fotovoltaica y eólica) y su aplicación en la producción de hidrógeno verde a gran escala.

Pero esta misión no es sencilla.

En el lado positivo, España está demostrando que puede atraer y absorber un mayor volumen de GNL. De hecho, las importaciones procedentes de Estados Unidos se han multiplicado por cinco respecto al año pasado y ya representan el 43% del suministro nacional de gas. Esta capacidad de diversificación es un activo en un contexto como el actual. Pero si algo está mostrando esta guerra es que depender demasiado de un mismo proveedor también tiene sus riesgos.

Eso es precisamente lo que se está viendo estas últimas semanas con Argelia. La república norteafricana era nuestro principal proveedor de gas hasta el pasado añ o, con un volumen de importaciones que superaba el 40% del total.

Pero a partir de octubre la situación empezó a cambiar. Argelia anunció que cerraba el gasoducto Magreb, que surtía con 6.000 millones de metros cúbicos de gas a España a través de Marruecos. La decisión se producía tras una escalada de la hostilidad diplomática tradicional entre ambos países. Argelia aseguró, pese a todo, que el suministro comprometido con nuestro país se garantizaría con un incremento del volumen de GNL por metaneros y con las obras de ampliación del Medgaz.

Pero ya entonces parecía difícil equiparar el suministro perdido, no digamos incrementarlo como era la idea original.

Y aunque la situación parecía volver a la calma meses después, en marzo se producía otro episodio que acabaría teniendo importantes consecuencias para las relaciones hispano-argelinas. En un comunicado oficial, Marruecos hacía público que sus relaciones con España habían entrado en una "nueva etapa" y que nuestro país reconocía que la propuesta de autonomía de Marruecos para el Sáhara Occidental era "la base más seria, creíble y realista para la resolución de esta disputa".

El anuncio implicaba la vuelta de la embajadora de Marruecos a España, el restablecimiento del tráfico comercial en la frontera con Ceuta y Melilla y la recuperación de la Operación Paso del Estrecho, suspendida desde 2020, entre otras medidas.

Las declaraciones del Gobierno español fueron consideradas como un cambio de posición respecto a la postura tradicional de España frente al Sáhara Occidental por la mayoría de medios de comunicación y partidos políticos, incluido Unidas Podemos, socio de coalición en el Ejecutivo. El desencuentro quedó patente en la votación de una moción presentada el pasado 7 de abril, que reprobaba la postura del Gobierno en este asunto horas antes de que el presidente, Pedro Sánchez, se reuniese con el rey de Marruecos para simbolizar el inicio de este nuevo ciclo diplomático.

Pero las consecuencias fueron más allá del panorama nacional. Argelia, aliado del Sáhara Occidental por su rivalidad con Marruecos, también condenaba el movimiento de España, que calificaba de "segunda traición histórica" al pueblo saharaui.

Las palabras de Argelia generaron preocupación por sus posibles represalias. Y no es para menos. Hace dos semanas, Sonatrach, la compañía nacional argelina de gas, anunció una revisión al alza de las tarifas que paga España por sus suministros. Argelia argumentaba que la decisión era coherente con el incremento de los precios internacionales del gas. Pero, sin embargo, por ahora no parece que vaya a ser extensiva a otros países.

Y entonces aparece Italia, aunque en realidad siempre estuvo ahí. El país ya mantenía vínculos con Argelia, pero a diferencia de España sí depende del gas ruso (el 40% del gas que consume procede de Rusia). El Gobierno italiano liderado por Mario Draghi ha querido pescar en río revuelto y por ahora la jugada parece haberle salido bien.

Italia acaba de acordar un aumento de las importaciones de gas argelino en 9.000 millones de metros cúbicos de gas. El premier italiano expresaba su deseo de que Argelia se convirtiese en principal proveedor gasístico y socio estratégico de su país.

España seguramente calibró que Argelia tenía demasiado interés en sustituir a Rusia en su condición de proveedor estratégico como para reaccionar negativamente, y que los beneficios de restablecer la normalidad con Marruecos en cualquier caso compensaban los riesgos.

Argelia es consciente de la posición emergente que le otorga el contexto actual y de que asegurarla requiere diversificar, en un juego de equilibrio entre facilidades y exigencias. E Italia ha sabido aprovechar la oportunidad de la brecha que ha surgido en las relaciones hispano-argelinas para reducir su dependencia energética.

Si algo está claro es que, cuando hablamos de geopolítica, no hay hecho más evidente que el de que a este juego todos juegan, y por supuesto todos lo hacen siempre con intención de ganar. Pero la partida todavía continúa y el resultado de las próximas jugadas puede cambiar la suerte de los jugadores.

Ramón Mateo es director del gabinete de incidencia pública beBartlet.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *