¿España fue blanco de Al Qaeda antes del 11-S?

No es de extrañar que los españoles, como en general los europeos, relacionen la amenaza que el terrorismo internacional supone para las sociedades occidentales con la implicación de sus respectivos Gobiernos en las intervenciones militares en países cuyas poblaciones son mayoritariamente musulmanas. Mantienen además a tropas en esos países desarrollando labores de muy diversa índole.

A la hora de valorar la amenaza inherente que supone esa violencia globalizada de inspiración islamista, esas circunstancias han de ser sopesadas. En ellas se entremezclan la política nacional, con su vertiente de asuntos exteriores, con dimensiones propias de la de seguridad y defensa. Pero no necesariamente constituyen el factor determinante -puede incluso que ni siquiera se trate del más destacado- de cuantos deben ser tenidos en cuenta. Hay otros relevantes, como la ideología subyacente al fenómeno terrorista o determinados asuntos que se entienden mejor en clave de política interior.

Sigue dándose por descontado que lo que verdaderamente puso a España en el punto de mira de Al Qaeda fueron dos factores. Primero, el muy visible alineamiento de La Moncloa con la Casa Blanca y Downing Street en la decisión de invadir Irak, reflejado de manera gráfica en la bien conocida foto de las Azores. Segundo, el despliegue de uniformados españoles en Irak a partir de agosto de 2003, apenas cinco meses después de que tropas estadounidenses y británicas iniciaran las acciones bélicas que concluyeron, provisionalmente, con la toma de Bagdad.

La misión española se prolongó hasta poco después de los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid y el posterior cambio de partido en el Gobierno , tras las elecciones generales celebradas tres días después de aquella infame fecha. De hecho, los atentados del 11-M han sido y continúan siendo interpretados básicamente como una consecuencia del previo posicionamiento del Ejecutivo del Partido Popular sobre la cuestión iraquí y la implicación militar en ese prolongado conflicto.

Sin embargo, no es menos razonable pensar que España ya era blanco de la ira de Osama Bin Laden y de sus seguidores con anterioridad a la invasión de Irak y al envío de soldados españoles allí. Quizá lo éramos desde que, a comienzos de 2002, un contingente de nuestros ejércitos iniciara su participación en la misión de paz desarrollada por la OTAN en Afganistán, dentro de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF).

En alguno de sus comunicados, los propios terroristas del 11-M aludieron a ello y justificaron la decisión de volver a atentar en nuestro suelo al comprobar que no se contemplaba la retirada de Afganistán. La policía frustró el plan al localizar el piso alquilado por la célula yihadista en Leganés en el que siete de sus miembros se inmolaron, el 3 de abril de 2004, tratando de ocasionar el mayor daño posible.

Casi cuatro años después, una organización de talibanes paquistaníes asociada con Al Qaeda, Therik e Taliban Pakistan, reconoció estar detrás del fallido atentado suicida contra el metro de Barcelona que en enero de 2008 preparaban varios individuos condenados luego por la Audiencia Nacional. Los talibanes paquistaníes se refirieron entonces al papel de España en Afganistán.

Hay, sin embargo, motivos para pensar que España se convirtió en blanco preferente de Al Qaeda antes de que en 2002 nuestros soldados se desplegaran en Afganistán. Más concretamente, es posible que la voluntad de perpetrar un gran atentado en territorio español se remonte nada menos que al otoño de 2001. Fue entonces cuando la célula que Al Qaeda había establecido en España a mediados de los noventa fue desmantelada por la policía.La mayor parte de sus integrantes, incluido el entonces líder de la misma, conocido por su sobrenombre de Abu Dahdah, fueron encarcelados.

No es una casualidad que entre los individuos que desempeñaron papeles fundamentales en el entramado terrorista del 11-M hubiese algunos que estuvieron estrechamente relacionados con aquel núcleo yihadista, aunque por unas u otras razones no fueran detenidos en la operación que desbarató la mencionada célula. Aquella operación fue precipitada por los ligámenes que la célula española mantenía con la de Hamburgo, es decir, con la de los terroristas del 11-S. Abu Dahdah y sus secuaces llevaban ya desde hace tiempo siendo objeto de investigación policial y judicial por las autoridades españolas al igual que por las de otros países europeos y extraeuropeos.

Sin embargo, ahora existen nuevas razones para sospechar que Al Qaeda puso a España en su punto de mira no ya antes de que se produjera la invasión de Irak en 2003 o del envío de soldados españoles a Afganistán en 2002, sino antes de que la célula que había formado en nuestro país resultara sustancialmente desarticulada por la policía en el otoño de 2001, dos meses después de los atentados de Nueva York y Washington. Más aún, antes incluso del mismo 11-S.

Todo procede de un revelador documento elaborado por el denominado Centro Fayr para la producción informativa y que durante el último trimestre del pasado año fue divulgado por Tauhid Press a través de varios portales de Internet significados por su contenido yihadista. Dicho documento, escrito en lengua árabe por un cronista autorizado de Al Qaeda que utiliza su apodo de Abu Ubayda al Maqdisi, es parte de una serie sobre lo que en el mismo se da en denominar como mártires del Magreb lejano en la tierra del Hindu Kush, en referencia a destacados militantes de esa estructura terrorista originarios de Marruecos que han muerto en Afganistán o en Pakistán.

Se trata del fascículo quinto de la aludida serie, dedicado por entero a Amer Azizi, un marroquí que fue un destacado miembro de la célula de Al Qaeda en España, dentro de la cual se desenvolvía como lugarteniente del propio Abu Dahdah. Ese individuo eludió la operación policial que desmanteló dicha célula en noviembre de 2001 y huyó a Afganistán tras pasar por Irán.

EL PAÍS publicó en exclusiva, el 17 de diciembre de 2009, que Amer Azizi murió en la madrugada del 1 de diciembre de 2005 , a consecuencia de un misil lanzado desde una aeronave estadounidense no tripulada contra un enclave cercano a la capital administrativa de Waziristán del Norte. También señaló que entonces ejercía como número dos de Hamza Rabia, responsable de las actuaciones de Al Qaeda en Europa y Norteamérica, quien perdió la vida en ese mismo ataque del que era el principal objetivo. Pues bien, el mencionado documento, de cuya existencia dio también cuenta EL PAÍS el 8 de mayo de 2010 , no solo confirmaba que Amer Azizi era adjunto de Hamza Rabia cuando ocurrió el 11-M. También narra lo que este antiguo integrante de la célula de Al Qaeda en España hizo y pretendía antes del 11-S.

Aunque es una información que se halla en el sumario abierto en la Audiencia Nacional por el desmantelamiento de esa célula, el texto firmado por Abu Ubayda al Maqdisi corrobora que, antes del 11-S, Amer Azizi estuvo en campos de entrenamiento de Afganistán. Pero lo que no figura en aquellos legajos judiciales y sí en el eludido escrito yihadista es que, tras unos meses "reuniéndose con los que tenían a su cargo los campos de adiestramiento a los cuales se incorporó", volvió a España "con la esperanza de llevar a cabo una acción yihadista en esas tierras usurpadas", en alusión a Al Andalus, la España islamizada.

Más aún: "Una vez en la España de la Cruz, se empezó a preparar, en compañía de otros compañeros de yihad, para atacar blancos de los cruzados". Pero, como relata el documento, "los servicios españoles de inteligencia detuvieron pronto a la mayoría de los miembros de la célula yihadista, algo que coincidió con los benditos ataques de Nueva York y Washington". Queda claro que España era blanco de Al Qaeda antes del 11-S. A inicios del verano de 2001, cuando Amer Azizi regresó a España desde Afganistán, la decisión de preparar un atentado en suelo español había sido tomada.

Fernando Reinares es catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos e Ignacio Cembrero es periodista de EL PAÍS.

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