España: la Dinamarca del Sur

"¿Qué hemos aprendido en estos años? Nuestro diagnóstico económico no ha cambiado sustancialmente. (…) Lo que sí ha cambiado en nuestro diagnóstico es la importancia de la economía política y de la política misma. Por decirlo de la forma más breve posible, hemos aprendido que las cosas funcionan mal en gran parte porque, simple y llanamente, a los actores clave no les interesa cambiarlas”, (página 92).

España 2037. Dos grupos de científicos españoles acaban de ganar los premios Nobel de Física y de Medicina. El desempleo está por debajo del medio millón de personas y la corrupción prácticamente ha desaparecido. España es la envidia de Europa por sus instituciones modernas e inclusivas, escuelas y universidades de primer nivel, así como por sus empresas tecnológicas, que compiten entre las mejores del mundo.

No, no se trata de una novela fantástica. Según explica el profesor Luis Garicano en su reciente libro, El dilema de España, convertir a España en la Dinamarca del Sur está a nuestro alcance. El secreto está en cambiar los incentivos a través de una reforma institucional radical que acabe con lo que el autor llama el modelo de crecimiento del “palco del Bernabéu y el despacho de Bárcenas”.

Lo que diferencia este libro del 99% de ensayos económicos es la capacidad del autor para combinar un análisis de rigurosa base científica con la comprensión de la economía política. El resultado es doblemente positivo porque ofrece un modelo económico de futuro y además aborda los mecanismos para que su aplicación sea viable, teniendo en cuenta las enormes limitaciones derivadas de los equilibrios de poder y las restricciones impuestas por los incentivos económicos.

Ese retorno a la heterodoxia económica es más loable si cabe viniendo de un investigador entrenado en el mainstream de la Universidad de Chicago. Pero no es sorprendente puesto que el autor lleva mucho tiempo estudiando y explicando el desastre económico español. El blog Nada es Gratis, donde en cuatro años ha publicado un total de 392 entradas, es quizás la evidencia más clara de ello. El libro es, de algún modo, la culminación del trabajo del autor en ese magnífico proyecto colectivo.

Pero ¿en qué consiste el modelo? El autor apuesta por el capital humano y una reforma integral de las instituciones como únicos mecanismos para garantizar el crecimiento económico y la sostenibilidad de nuestro Estado de bienestar. Sin crecimiento España simplemente no podrá hacer frente al triple reto de la deuda, el desempleo y la demografía.

La burbuja creó un sistema de incentivos perversos que premiaba con sueldos altos trabajos que requerían poca formación, y el valor relativo de estudiar cayó en picado. ¿Para qué perder un año más en la biblioteca si en poco tiempo en la construcción podías ganar más que cualquier profesor universitario? El resultado fue que en el pico de la burbuja uno de cada cuatro varones españoles se dedicaba a actividades relacionadas con la construcción y el abandono escolar creció hasta ser el más alto de Europa. Ahora, alrededor de un tercio de los 6 millones de desempleados españoles llevan más de dos años sin trabajar y, debido a su baja formación, lo tienen muy difícil para encontrar trabajo.

Como explica el autor, los trabajos que se demandan en la economía global del conocimiento requieren unas cualidades en las que los españoles sacamos muy mala nota. Nuestro modelo educativo, desde la escuela hasta la universidad, privilegia la memoria, la repetición de tareas y la actitud pasiva del alumno por encima de la creatividad y la autonomía intelectual del estudiante.

Garicano propone un sistema educativo que apueste por la excelencia, centrado en el conocimiento matemático, el inglés y el razonamiento independiente como herramientas esenciales en una economía basada en la gestión y el análisis de información. Las universidades son un pilar esencial: para que exista innovación, motor del crecimiento económico, las universidades del país deben estar trabajando en la frontera del conocimiento.

Pero para que esa innovación se genere no es suficiente con tener buenas ideas. Es necesario tener un entorno institucional que las proteja y facilite su aplicación. Eso incluye una regulación transparente y predecible y un sistema político que no se apropie de las rentas generadas de manera sistemática.

Esa es la segunda parte de la herencia envenenada de la burbuja. El boom de crédito barato llevó a un generalizado deterioro institucional debido a que generó unos incentivos y señales perversos. La relajación de las restricciones presupuestarias del Gobierno hizo posible que los Gobiernos se endeudaran en vez de aplicar las reformas necesarias. El boom funcionó como un “velo de ignorancia” que permitía que políticos o empresas (Cajas) ineficientes tomaran decisiones equivocadas sin perder elecciones o afectar negativamente su cuenta de resultados. Pero cuando bajó la marea, parafraseando a Soros, nos dimos cuenta de que estábamos nadando desnudos.

Tener unas instituciones “inclusivas” es una condición necesaria para el crecimiento económico. Eso significa garantizar un terreno de juego igual para todos que proteja a empresas y ciudadanos del abuso de los poderosos. En España, las frágiles instituciones existentes quedaron colapsadas con la burbuja llevando a lo que Garicano denomina una “fusión neoperonista entre lo público y lo privado”. En nuestro modelo de crecimiento la cercanía al poder político resultó más útil que el talento para enriquecerse, generando una espiral de corrupción política y un sector empresarial más preocupado por el BOE que por ganar competitividad. A ese problema se sumó una clase política de poca calidad, resultado de un sistema de selección atrofiado de las élites (partidos políticos, etcétera), que alejó a los mejores de la política.

Para romper esas dinámicas Garicano propone algo parecido a lo que el profesor Bo Rothstein, de la Universidad de Gotemburgo, llama un “big bang institucional”. Es decir una transformación al mismo tiempo de varias variables clave del sistema que permita entrar en un nuevo ciclo institucional positivo.

Esa transformación debe llevar a una escrupulosa división entre lo público y lo privado, con unas reglas claras para el funcionamiento de la competencia y un sistema de rendición de cuentas que evite la arbitrariedad de los políticos. Ese big bang incluye una reforma constitucional que cambie el sistema de partidos, el Estado autonómico y el sistema del poder judicial.

Como todas las propuestas valientes, esta también está abierta al debate y a la crítica. El autor enfatiza sin tapujos la necesidad de la igualdad ex ante, es decir, unas instituciones que garanticen que los que quieren y son más espabilados tengan oportunidades para llegar tan lejos como deseen.

Esa es una condición necesaria para una sociedad justa y próspera, pero puede no ser suficiente. Como explica el libro, el capitalismo global ofrece oportunidades para que los mejores, al enfrentarse a un mercado más grande, puedan acceder a rentas mucho mayores. En cambio, los que no compitan en esa categoría verán sus rentas relativas disminuir de manera permanente. El autor reconoce que serán inevitables mayores grados de desigualdad, lo que plantea sin duda cuestiones normativas pero también cuestiones económicas que, paradójicamente, están relacionadas con el desastre del boom que nos trajo hasta aquí.

La creciente desigualdad de rentas reales de los ciudadanos, como explica Raghuram Rajan en Fault Lines, llevó a que los gobernantes usaran deliberadamente la política monetaria para alimentar una percepción de riqueza ficticia en las clases medias que resultó en una burbuja autodestructiva. Es decir, la propia desigualdad terminó con el crecimiento.

Abordar los retos de las desigualdades ex post es imprescindible para que el capitalismo global funcione. En España, como en otros lugares, el Estado no puede estar solamente para asegurarse de que los mercados funcionan bien, también debe ocuparse de que el equilibrio que resulte sea lo más justo posible. Pero ese es un debate que escapa de las pretensiones de este libro, que sin duda ofrece una fuente inagotable de ideas para empezar a reconstruir el futuro de nuestro país.

Antonio Roldán Monés es doctorando en Economía Política en la London School of Economics.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *