España mutilada

En septiembre de 2020, el presidente Pedro Sánchez intervino en el Senado para lamentar "profundamente" la muerte de un terrorista condenado en 2005 a veinte años de cárcel, dejando estupefactos a los españoles. El 10 de julio de 2021, en el acto institucional celebrado en Ermua para conmemorar el veinticinco aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco ha dicho, delante del Rey, que "España y Euskadi son países libres y en paz". Y sus palabras han sonado como disparos. Unos disparos que han penetrado en los corazones de los españoles y han hecho brotar a borbotones la sangre del desaliento, del dolor, de la impotencia, de un sentimiento de derrota, de conciencia terrible de que los asesinatos de ETA han tenido rédito, han sido útiles para alcanzar los fines políticos que pretendían y que les ha reconocido el propio presidente del Gobierno.

Allí, ante el Rey y ante todos los españoles, el presidente del Gobierno de la Nación ha dado carta de naturaleza a la reivindicación reclamada a sangre y fuego por los separatistas. Les ha concedido graciosamente el estatus que ansían y ha abjurado del -éste sí- profundo significado de la figura de Miguel Ángel Blanco y de todas las víctimas del terrorismo como baluartes de la defensa de España, de su unidad como nación y de la verdadera libertad. El sacrificio de los centenares de muertos provocados por el terrorismo separatista tiene como resultado que "España y Euskadi son dos países libres y en paz". No cabe mayor miseria, ni mayor traición a su memoria, a su simbolismo y a la propia España a la que este presidente indigno arranca un pedazo de sí misma con la perversión de un psicópata, uno de esos individuos a los que la ciencia define como "narcisistas, que nos sienten empatía hacia el sufrimiento ajeno, ni remordimientos, con una elevada inteligencia que les permite manipular a quienes tienen alrededor y que suelen reincidir en sus acciones".

No importa si realmente cree o no en lo que dice, lo verdaderamente grave y atroz es que lo ha dicho y que sus palabras han alborozado -y probablemente sorprendido- a esos criminales a los que se está reciclando sin pudor ni decencia ni vergüenza. Pero el presidente de España no es el único culpable de lo que está pasando. Hubo un punto de inflexión, un cruce de caminos, un momento decisivo en el que se pudo optar por lo moral y más difícil, pero también más honrado, que era lo que España se merecía: la verdadera derrota de ETA sin contrapartidas; o por escuchar -una vez más- los cantos de sirena del PNV siempre abogando por la negociación, que no es otra cosa que cesión, y por permitir que la banda terrorista se transformase en un agente político más. Todos sabemos cuál fue el camino que se emprendió y de aquellos polvos vienen estos lodos. Esa decisión, ampliamente consensuada, fue la que hizo posible que hoy el partido de ETA condicione la gobernabilidad de España. No se trata de hacerles un cordón sanitario y no pactar con ellos, se trata de que no pueden ser legales porque son lo que son y lo demuestran cada día. Su presencia en las instituciones es el mayor fracaso de nuestra democracia.

Nada hay que pueda igualar la ignominia de la afirmación hecha por el presidente Sánchez en el aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco, pero sorprende y entristece que cuando se menciona su memoria, lo que significan él y todas las víctimas del terrorismo, no se resalte como se debe que murieron por España. Los mensajes de condena están mutilados por esa omisión que en el fondo elimina la verdadera razón de ser del terrorismo separatista vasco, la oculta, la niega. Y esa razón de ser no es otra que el odio a España, un odio que permanece intacto y que hace que, a día de hoy, la libertad brille por su ausencia en la comunidad autónoma vasca, en la que todo está impregnado y controlado por ese nacionalismo que gracias al terrorismo ha logrado dominar a la sociedad. Ahora han cambiado de táctica por pura conveniencia, lo dijeron ellos mismos en 2018 en su periódico: "La lucha armada no era un fin en sí mismo sino un instrumento, y su abandono por tanto no significa una derrota, sino un cambio de estrategia motivado por las circunstancias".

Solo desde el reconocimiento de la verdad podremos reconducir el "final" del terrorismo hacia una auténtica derrota de sus planteamientos y podremos defender lo que ellos quieren destruir que no es otra cosa que nuestra patria, España. Y un ejemplo palpable de que avanzan en su propósito es, no solo las gravísimas palabras que pronunció Pedro Sánchez en el acto de homenaje del domingo 10 de julio en Ermua, sino también retrocesos muy importantes como que se bailase un aurresku ante las autoridades y el Rey pero que no sonase el himno nacional. Esa es una gran victoria para ellos que han logrado arrinconar hasta la insignificancia los símbolos de la nación en nuestra querida tierra vascongada.

Ana Velasco Vidal-Abarca es víctima del terrorismo.

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