España y Afganistán

Por Ahmed Rashid, periodista paquistaní y autor de Los talibán y Yihad, el auge del islamismo en Asia Central (EL PAÍS, 12/05/06):

Casi cinco años después de la derrota de los talibanes y de que las naciones occidentales prometieran reconstruir rápidamente el país, Afganistán sigue afrontando graves problemas. El creciente resurgimiento de los talibanes, que se cobra a diario una docena de vidas afganas, y la epidemia de drogas que está financiando el terrorismo y fomentando la corrupción, dificultan mucho más la tarea de reconstrucción.

Mientras tanto, el temor a las bolsas de cadáveres que regresan al país está incrementando en varias naciones europeas la oposición a que se desplieguen en Afganistán más tropas de la OTAN. Mientras el Parlamento español debate el envío de otros 150 soldados, que se unirían a los 540 que ya tiene en Afganistán, una encuesta reciente demuestra que, aunque la mayoría de los españoles apoyan la acción humanitaria en Afganistán, son menos partidarios de desplegar allí tropas españolas.

Una encuesta efectuada por el Real Instituto Elcano demuestra que, aunque el 79% de los españoles creen que se debería ofrecer un apoyo mucho mayor a la acción humanitaria, sólo el 51% secunda la presencia de tropas españolas en Afganistán.

Sin embargo, sólo el envío de tropas españolas puede preservar los instintos humanitarios de España y demostrar al mundo musulmán que está haciendo todo lo posible por tender un puente entre ambas civilizaciones.

A menudo, los españoles meten a Afganistán en el mismo saco que Irak. Sin embargo, Afganistán no es Irak. Aunque es probable que la situación sobre el terreno empeore antes de mejorar, los soldados occidentales cuentan con el respaldo mayoritario de la población afgana, algo que no ocurre en Irak.

Por cada capa de engaños, subterfugios y falta de legalidad internacional que constituyó el razonamiento estadounidense para invadir Irak, se dio otra capa simultánea de transparencia, legalidad internacional y respaldo ciudadano generalizado cuando el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la OTAN y la Unión Europea aprobaron el derrocamiento del régimen talibán en 2001.

Inmediatamente después de ganar la guerra, algunos expertos occidentales advirtieron de que los afganos, debido a su historia, no tolerarían durante mucho tiempo las fuerzas de paz occidentales destacadas en Kabul. Pero el Gobierno afgano, que lleva cinco años en el poder, el Parlamento recientemente elegido, cientos de organizaciones no gubernamentales (ONG) afganas y la mayoría del pueblo siguen respaldando la presencia militar extranjera en su territorio, ya que la consideran la única garantía para reconstruir el país.

Después del 11-S, los países de la OTAN, España incluida, se comprometieron con Afganistán a que no abandonarían a su pueblo. Pero Afganistán quedó postergado debido a la guerra de Irak. Muchos afganos temen que el país vuelva a quedar relegado ahora que Irán domina la agenda mundial.

Sin embargo, el pasado mes de enero, las potencias mundiales y el Gobierno de Kabul firmaron en Londres el Pacto de Afganistán, que establece el compromiso de la comunidad internacional con Afganistán y, a su vez, el compromiso de Kabul para crear un Estado en los próximos cinco años. Es vital que España participe de pleno en ese renovado compromiso.

El 18 de mayo se celebrará en España un gran congreso sobre Afganistán en el que participarán los Gobiernos español y afgano, la OTAN, la Unión Europea, Naciones Unidas y algunos expertos. El congreso, organizado por los Ministerios españoles de Exteriores y Defensa y por el Instituto Elcano, debería constituir un proceso de aprendizaje para los españoles que les ayude a comprender qué hay en juego y los inspire a dar más a Afganistán.

También debería ayudar a convencer a los afganos y al mundo musulmán en general de que España es un socio en las soluciones para un mayor entendimiento humano a largo plazo, al igual que es un socio en los elementos básicos de la construcción de colegios y hospitales.

Afganistán ha avanzado enormemente en la creación de una infraestructura política. En resumen, ahora tiene un presidente electo, una Constitución democrática votada mediante consenso nacional, un Parlamento bicameral elegido en un proceso electoral en general limpio, y autoridades locales electas en las 34 provincias. Vale la pena proteger estos avances en uno de los países más pobres pero estratégicamente más importantes del mundo.

Sin embargo, no se pueden esperar nuevos avances con el actual estado de inseguridad y caos que reina en el sur del país, donde los talibanes ahora están asesinando a maestros y mujeres. El año pasado, la insurgencia formada por los talibanes y miembros de Al Qaeda se cobró la vida de 1.500 afganos y más de 100 soldados estadounidenses y de la OTAN. Este año, ha asesinado ya a 300 afganos.

La coalición terrorista está atacando a los contingentes de la OTAN, precisamente para intentar provocar una oleada de repulsa ciudadana en los países europeos contra nuevos envíos de tropas. El sur también es el centro del cultivo de opio y de un inmenso tráfico de heroína, que los talibanes utilizan para financiar su movimiento.

Este verano, la OTAN desplegará 9.000 soldados más en el sur y el oeste para combatir a los talibanes y proporcionar seguridad a los proyectos de reconstrucción. Las fuerzas estadounidenses permanecerán en la zona oriental del país. España es parte de esa movilización, y sus soldados están desplegados en el oeste de Afganistán.

Aproximadamente 400 soldados españoles forman parte de una "fuerza de reacción rápida" italo-española con base en Herat, la capital de la región, mientras que otros 150 están desplegados en un equipo de reconstrucción provincial en Qila-e-Nau, provincia de Baghdis, una de las zonas más pobres y olvidadas del país, donde la gente no han visto aún ninguna de las ventajas de la paz.

La OTAN tiene intención de destinar un equipo de reconstrucción a cada una de las 34 provincias para formar al personal de gobierno local y proporcionar seguridad a las ONG occidentales y afganas. La coalición formada por Al Qaeda y los talibanes está dispuesta a librar una larga guerra de desgaste, que seguirá hasta que las fuerzas de la OTAN y Estados Unidos muestren su resistencia. Cualquier indicio de debilidad por parte de la OTAN sólo servirá para reforzar la moral de los extremistas y para que se pierdan más vidas afganas; y, en última instancia, fortalecerá a los grupos extremistas de Europa y América.