Visión general:
La relación de España con EEUU se remonta a 1513, cuando Juan Ponce de León alcanzó la costa este de lo que hoy es el estado de Florida y la reclamó para la corona española. A los treinta años de su llegada, los españoles se convirtieron en los primeros europeos en llegar hasta los montes Apalaches, el Mississippi, el Gran Cañón y las Grandes Llanuras. Los buques españoles recorrieron la costa Este hasta llegar a lo que hoy sería Bangor (Maine), y la costa del Pacífico hasta Oregón. En total, los españoles exploraron la mitad de los 48 estados continentales actuales antes de que los ingleses intentasen colonizar a partir de Roanoke Island (Carolina del Norte). La ciudad estadounidense más antigua habitada sin interrupción es San Agustín (Florida), fundada en 1565 por Pedro Menéndez de Avilés. Santa Fe (Nuevo México) también es de una época anterior a Plymouth (Massachusetts), donde en 1620 arribó el buque inglés Mayflower cargado de peregrinos. Todo esto está bien documentado, al igual que las amplias exploraciones de los portugueses y franceses en el siglo XVI, y sin embargo los estadounidenses siguen aferrados a un mito según el cual su nación habría sido fundada por peregrinos. Quizá se deba a que los ganadores son siempre quienes escriben la historia y los españoles, al igual que los franceses, fueron en última instancia los perdedores de la lucha por América.
En la época de la Revolución Americana (1775-1783), casi todas las tierras –hoy de EEUU– al Oeste del río Misisipí hasta Canadá, pertenecían a España, así como lo que hoy es México (entonces conocido como Nueva España).España era por entonces un aliado de Francia y un competidor económico de Gran Bretaña. Tomó partido por los rebeldes americanos, más por odio a Gran Bretaña, su vieja rival, que por cualquier entusiasmo por la causa de la independencia, cuya extensión a las colonias de América Latina temía, como así ocurrió. España pensaba que la derrota británica posibilitaría la recuperación de los territorios de la América española –Jamaica, Honduras, partes del Oeste de Florida– y de Europa (Gibraltar y Menorca) que los británicos habían ocupado.
El Gobernador de Luisiana era por entonces un joven hidalgo español llamado Bernardo de Gálvez. Antes de que España declarase la guerra a Gran Bretaña, en 1779, Gálvez había entrado en contacto con los líderes políticos americanos Patrick Henry, Thomas Jefferson y Charles Henry Lee, y protegió el puerto de Nueva Orleáns, de forma que sólo los barcos americanos, españoles y franceses podían moverse a lo largo del Misisipí. Siguiendo instrucciones de la Corona española, Gálvez ayudó a los revolucionarios americanos, facilitando el embarque de toneladas de los suministros necesarios para ser transportados río arriba hasta los patriotas del Norte. Armó además un ejército de criollos, de nativos americanos, de afroamericanos libres y de sus propias fuerzas regulares españolas. En 1780, Gálvez capturó los fuertes británicos de Baton Rouge y Natchez; un año más tarde sitió con éxito Fort George, en Pensacola, y en 1782 capturó la base naval británica de New Providence, en las Bahamas. La ciudad de Galveston, en Texas, tomó su nombre de él.
En 1785, seis años antes que Gran Bretaña, España estableció relaciones diplomáticas regulares con EEUU y firmó un primer tratado en 1795. La influencia española se vio también en la adopción del dólar y su símbolo, que proviene según se dice de la expresión “ps”, una abreviación de “peso”, escrita a mano en los antiguos libros de la América hispana. En el Tratado Transcontinental de 1819 EEUU obtuvo Florida, mientras que España, a cambio de la promesa de EEUU de no intervenir en México, reconoció la adquisición de Luisiana (1803) a Francia, acuerdo conocido como el Louisiana Purchase (compra por EEUU de más de dos millones de km2 de territorio, desde el Misisipí a las Montañas Rocosas).
Casi ochenta años después (en 1898) España y EEUU fueron a la guerra por causa de Cuba y Puerto Rico. Desde los primeros días de la independencia, los políticos de EEUU consideraron vital para el país la posición geográfica de Cuba, a 140km de Florida y desde donde se controlaban las importantes vías marítimas de conexión entre el Atlántico y el Golfo de México y el Caribe. Esta idea adquirió nueva fuerza a partir de 1823, con la Doctrina Monroe (América, la del Norte y la del Sur, para los americanos), dirigida de forma clara contra los intereses españoles. La Guerra con EEUU fue la última que España mantuvo con una potencia extranjera.
El Presidente Roosevelt, absorbido por la evolución de los proyectos económicos del New Deal y temeroso de no enemistarse con el voto católico (el más importante apoyo de Franco), condenó el alzamiento del General Franco contra el Gobierno republicano, pero mantuvo a su país fuera del conflicto (con la excepción de aproximadamente 3.000 norteamericanos que formaron parte de la Brigada Abraham Lincoln, que lucharon por la República). A pesar del Acta de Neutralidad de EEUU de 1935, el bando Nacional recibió 3,5 millones de toneladas de petróleo a crédito durante la guerra, más del doble del total de importaciones petroleras de la República.
Franco salió victorioso de la Guerra Civil y estableció una dictadura que duró hasta 1975, cuando murió. Durante la II Guerra Mundial, aunque España oficialmente fue neutral, Franco ayudó, de forma más o menos encubierta, a Hitler y Mussolini, que le habían prestado apoyo material durante la Guerra Civil. Después del estallido de la Guerra, Franco ratificó un Pacto de Amistad con Alemania, vendió a los nazis wolframio (un componente clave para la elaboración de acero de alta calidad para armamento), acero, mercurio y zinc y envió a la División Azul a luchar junto a la Wehrmacht en el frente del Este.
La victoria de los aliados en 1945 convirtió al régimen de Franco en una especie de paria frente a EEUU y Europa. Inicialmente, los EEUU adoptaron una postura de firmeza frente a Franco. Junto con Gran Bretaña y Francia hicieron pública una Declaración Tripartita en la que se señalaba que los españoles no podrían esperar una “asociación completa y cordial” con estos países mientras Franco permaneciera en el poder. No se permitió a España entrar en las Naciones Unidas y se la excluyó del Plan Marshall de 1948.
Los acontecimientos condujeron al encuentro entre EEUU y España en un matrimonio de conveniencia. Por un lado, en aquel momento existía la realidad de una España empobrecida e internacionalmente aislada. Por otro, Washington llegó a la conclusión de que su política de aislamiento había fortalecido a Franco, obstaculizaba la recuperación económica de España y hacía que la cooperación de este país fuera menos probable ante la eventualidad de una nueva guerra. Desde 1947 el Pentágono, la entidad más directamente afectada por el desafío de la guerra fría, tenía sus ojos puestos en el establecimiento de bases militares en España, por su posición geoestratégica en el extremo Sur de Europa a la hora de tener que proteger la entrada al Mediterráneo occidental. España era el eslabón que faltaba para completar el despliegue de bases americanas en el que estaba empeñado el Comando Aéreo Estratégico para cercar a la Unión Soviética (en 1951 se establecían bases en las Azores, Portugal, y en 1952 en Turquía). El enfoque idealista de los asuntos exteriores cedió ante una política realista clásica. España suponía poco más que una propiedad inmobiliaria estratégicamente situada.
En marzo de 1950, la Administración americana echó mano de sus reservas de excedentes y vendió 86 millones de libras de patatas a España, contribuyendo así al fin de su racionamiento, en vigor desde el final de la Guerra Civil en 1939. El momento crucial llegó el 24 de junio de 1950, cuando la comunista Corea del Norte invadió la anticomunista Corea del Sur, bajo control de EEUU desde el final de la II Guerra Mundial. El Pacto de Madrid, en 1953, establecio las bases aéreas de Torrejón (cerca de Madrid), Zaragoza y Morón de la Frontera (Sevilla) y la base naval base de Rota (Cádiz). Dwight D. Eisenhower fue el primer presidente estadounidense en visitar España, en 1959. El pacto, que iniciaba la relación más duradera con un país extranjero de la historia moderna de España, suscitó gran polémica, especialmente en Gran Bretaña y Francia, donde se consideró que el pacto minaba la autoridad moral del bloque occidental, y entre los liberales estadounidenses, los demócratas españoles y los españoles en el exilio. Para Franco, el acuerdo fue un triunfo, especialmente al no exigírsele liberalización política. El régimen del dictador ganó respetabilidad internacional, especialmente en el terreno multilateral (España entró en las Naciones Unidas en 1955), e, internamente, la dictadura se sintió más segura con las tropas de EEUU en su suelo, aunque por entonces la amenaza de la oposición política, débil y dividida, era despreciable. Como un analista de la época puso de manifiesto, España había pasado de “país marginado de la Naciones Unidas a socio de EEUU”.
En lugar de liberar a los españoles de un yugo autoritario, Washington consolidó la dictadura y le confirió un amplio sentimiento de seguridad. El pacto, el pilar de las relaciones económicas entre España y EEUU durante aproximadamente tres decenios, también llevó al abandono de la autarquía y la introducción de criterios más ortodoxos de gestión económica, lo que facilitó que España se convirtiera en miembro del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, sin lo cual el país no hubiera podido establecer una economía vinculada a la economía mundial. Sin embargo, también provocó un fuerte sentimiento de antiamericanismo entre la izquierda española. La ayuda econonómica y militar de EEUU ascendió a 1.400 millones de dólares entre 1953 y 1961, lo que convirtió a España en el tercer mayor receptor de ayuda estadounidense de Europa occidental, un giro considerable con respecto a la situación de aislamiento a la que estuvo sometida España a finales de la Segunda Guerra Mundial y su exclusión de las Naciones Unidas y el Plan Marshall.
En las décadas de 1950 y 1960, EEUU se convirtió en el principal inversor extranjero en España, desplazando a Francia, Alemania y el Reino Unido como principales inversores. El acuerdo de las bases actuó como un sello de conformidad para las empresas americanas, a la par que el Plan de Estabilización fraguó un período de fuerte crecimiento, el más elevado de Europa, y el consiguiente aumento de la demanda de bienes de consumo y de capital, equipo de transporte y obras públicas. Entre las empresas que desarrollaron actividades en España durante la década de 1960 cabe citar a Texaco y Standard Oil (energía), Abbot Laboratories y Pfizer (industria farmacéutica), Babcock & Wilcox y Westinghouse (sector industrial), Coca Cola, Pepsi Cola y Colgate-Palmolive (bienes de consumo), American Foreign Insurance (seguros) y Hilton (hoteles).
A la muerte del dictador en 1975, EEUU había hecho poco por desarrollar algún tipo de política destinada a restaurar la democracia en España. La principal preocupación, algunos dirían que la única, eran las bases, cuya importancia aumentó en 1970, cuando EEUU fue forzado a salir de Libia. El primer Gobierno post-Franco respaldó la entrada en la OTAN, para gran satisfacción de Washington, que durante largo tiempo había presionado en tal sentido; aunque en los días del dictador no se atrevió a pasar por encima de los deseos de sus aliados europeos, como lo hiciera con el acuerdo de las bases.Mientras tanto, elementos de la línea dura del franquismo dentro de las fuerzas armadas no veían con buenos ojos la dirección hacia la democracia en que se estaba moviendo el país y, el 23 de febrero de 1981, miembros de la Guardia Civil irrumpieron en el Parlamento como parte de un golpe fallido. En lugar de acudir en apoyo de un Gobierno asediado, el secretario de Estado de EEUU, Alexander Haig, un antiguo General, dijo que el golpe era “un asunto interno de España”. Este desafortunado comentario confirmó la creencia de la izquierda española y de los demócratas en su conjunto de que la Administración americana daba poca importancia a la suerte que pudiera correr la democracia española y que todavía anhelaba la cómoda relación de que disfrutó durante el régimen de Franco.
Los socialistas, contrarios al ingreso en la OTAN y decididos a someter la cuestión a referéndum, consiguieron una aplastante victoria en las elecciones generales de 1982. Dando un giro de 180 grados en su política, para gran alivio de EEUU, hicieron campaña en favor del “sí” en el referéndum sobre la entrada en la OTAN en 1986 y lo ganaron (52,5% a favor y 39,8% en contra). Pero, para irritación de Washington, pusieron tres condiciones: España no se integraría en la estructura militar; continuaría la prohibición de almacenar armas nucleares en España y, lo más importante, habría una reducción gradual de la presencia militar de EEUU en España, reducción que afectaba a los aviones de combate F-16. Para los socialistas, la superación del origen franquista de los acuerdos bilaterales sólo se lograría mediante la reducción de la presencia militar americana, no con el ingreso en la OTAN. Y ello se logró con el acuerdo sobre las bases militares de 1988.
Una vez cerrados el acuerdo de las bases y el tema de la OTAN, a los ojos de Washington, España pasó de ser un aliado impredecible (referéndum sobre la OTAN) a ser un amigo fiable cuando más falta hacía (las bases españolas y las fábricas de armamento jugaron un papel clave en la Guerra del Golfo de 1990). Los socialistas se convirtieron en un socio útil (acogieron la Conferencia de Paz de Oriente Medio en Madrid, en 1991, a pesar de las serias diferencias sobre la cuestión palestina), pero también fueron interlocutores discrepantes (casos de Nicaragua y Cuba). La relación no estuvo exenta de fricciones, especialmente en lo concerniente a América Latina, donde los socialistas se opusieron firmemente a la invasión de Panamá en 1989.
Los socialistas, en el poder a lo largo de 13 años, perdieron las elecciones de 1996 frente al Partido Popular (PP) de José María Aznar. Aznar heredó una buena relación con EEUU y le faltó tiempo para acercar más la política exterior de España a los intereses de Washington. Uno de sus primeros pasos fue suspender la cooperación oficial con el Gobierno cubano, excepto la ayuda humanitaria, y apoyar a la oposición a Fidel Castro radicada en Miami de forma más decidida que los socialistas. Las Cortes aprobaron igualmente la participación de España en la estructura militar de la OTAN (respaldada también por los socialistas cuando ambos partidos apoyaron la expansión de la Alianza hacia el Este).
El PP ganó las elecciones generales de 2000 con mayoría absoluta, reforzando la posición de Aznar en muchas parcelas, especialmente en política exterior. En enero de 2001, en la última fase de la Administración Clinton, España y EEUU firmaron una Declaración Política Conjunta, que estableció los principios y objetivos generales de una relación intensificada. Estas fueron reforzadas luego por el Tratado de Cooperación sobre Defensa de abril de 2002 que daba a EEUU mejor acceso a las bases, puesto que el sistema anterior de autorización caso por caso para sobrevolar y aterrizar en territorio español fue reemplazado por autorizaciones trimestrales (sistema utilizado durante la Guerra de Irak en 2003).
Cuando George W. Bush llegó a la Casa Blanca, Aznar decidió presionar en favor de una relación “especial” de España con Washington, equivalente a la del Reino Unido. Este significativo cambio en la política exterior española rompió con la política esencialmente europea del período post-Franco, donde había jugado un papel primordial la integración en la Unión Europea, aunque existía también un fuerte componente atlantista. Aznar se había ido desilusionando cada vez más con las políticas de los Gobiernos alemán y francés y su papel predominante en la UE. Una relación más estrecha con Washington era también una forma de escapar del tutelaje franco-alemán y de reforzar la posición de España en Europa. Bush “premió” a Aznar eligiendo a España como la escala inicial en su primera visita a Europa en junio de 2001 (la primera vez que un presidente de EEUU otorgó ese privilegio a España).
Los ataques terroristas del 11 de septiembre en Nueva York dieron un fuerte impulso a la conexión americana. Aznar –que por muy poco sobrevivió a un intento de asesinato por parte de ETA en 1995– había hablado largamente con Bush sobre el terrorismo durante su visita a España, y sus palabras quedaron grabadas en la mente de Bush. Aznar fue rápido en ofrecer apoyo inmediato e incondicional para el derrocamiento del régimen taliban de Afganistán por las tropas americanas y británicas. Existían otros factores detrás del compromiso atlantista de Aznar: una relación más estrecha con EEUU y sus más cercanos aliados europeos (el Reino Unido y Portugal), como una forma de contrapeso de la expansión de la UE hacia el Este (a partir de 2004) y de contrarrestar la situación de España en la periferia de Europa; la seguridad a lo largo del flanco Sur del Mediterráneo, el punto débil de las alianzas defensivas de España; las importantes inversiones españolas en América Latina; la amplia y creciente presencia hispana en EEUU; y el potencial para mayores relaciones comerciales y nuevos proyectos de inversión.
Durante la invasión de Irak en marzo de 2003 España fue, junto con el Reino Unido, el aliado más fiel de EEUU. España se unió a la llamada “Coalición de los Dispuestos” escenificada en la foto de Bush, Blair y Aznar en su reunión de las Azores, aun cuando, según los sondeos de opinión, alrededor del 90% de la población española se hubiera manifestado en contra de esa guerra, el nivel más alto de oposición de Europa, independientemente de lo cual Aznar se mantuvo firme en su decisión y envió a Irak 1.300 efectivos de mantenimiento de paz.
El 11 de marzo de 2004, tres días antes de que los españoles acudieran a las urnas para las elecciones generales, terroristas ligados a al-Qaeda se vengaron del apoyo del Gobierno a la guerra de Irak y colocaron varias bombas en trenes de Madrid, matando a 191 personas e hiriendo a más de 1.500. Los socialistas ganaron las elecciones con una alta participación (77%, no lejos de la marca histórica del 80% de 1982, cuando los socialistas llegaron al poder la primera vez). Tan pronto como tomó posesión, José Luis Rodríguez Zapatero cumplió su promesa electoral y retiró las tropas de Irak de forma súbita, trastocando la relación con EEUU que tan cuidadosamente había cultivado el anterior Gobierno y produciendo una gran división con Washington. Lo que sobre todo molestó a la Casa Blanca no fue tanto la retirada de las tropas, sino la forma tan repentina de hacerlo, mal coordinada y sin negociar una retirada gradual. La Administración estadounidense también se sintió profundamente molesta por el hecho de que Zapatero instara a otros países, en público o en privado, a que también retiraran sus tropas de mantenimiento de paz. Aun así, a pesar de las diferencias en torno a Irak y otras cuestiones, los fundamentos siguen siendo sólidos.
William Chislett
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