España y el Consejo de Europa

El pasado día 12, la sesión ministerial número 119 cerraba en Madrid el semestre de la presidencia española del Consejo de Europa. En el año 2007, España había presidido la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, la OSCE, y en el 2010 presidirá la Unión Europea. En el espacio de cuatro años, le habrá correspondido por lo tanto a España la responsabilidad de liderar las tres principales organizaciones de nuestro continente, en una coyuntura particularmente sensible en el proceso de redefinición y relanzamiento de la construcción europea.

El Consejo de Europa es una organización cuya visibilidad no está en consonancia con su extraordinaria relevancia. Y sin embargo es la de mayor solera en la genealogía institucional europea, ha proporcionado a Europa sus símbolos más emblemáticos, el himno y la bandera, y sigue siendo la plataforma fundamental para la regulación, la protección y la promoción de los derechos humanos, las libertades y el Estado de derecho en nuestro continente. Gracias al Consejo Europa, ochocientos millones ciudadanos europeos disfrutan del privilegio, único en el mundo, de disponer del amparo sin fronteras del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo.

El Consejo de Europa ha sido la institución pionera en la crónica épica de la construcción europea. Nació, todavía bajo los escombros de la Segunda Guerra mundial, como expresión histórica de los anhelos de generaciones enteras de europeos que habían sabido ver a tiempo que sólo la integración podía evitar la autodestrucción de Europa. Ha sido también la institución precursora en el regreso de España a Europa. Nuestro ingreso en 1977, un año antes de promulgarse la Constitución, y ocho años antes de nuestra adhesión a las comunidades europeas, representó para nuestro país el final de una época de aislamiento y marginación y el inicio de una nueva era de modernización política, social y económica y de recuperación de protagonismo en Europa. Este año, coincidiendo con nuestra presidencia, se cumplían los 60 años del Consejo de Europa y los 50 del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Hemos querido celebrar estas efemérides rindiendo un justo tributo a su pasado, pero tratando de proyectar al Consejo de Europa hacia el futuro.

Hace seis meses, nos propusimos introducir algunos cambios imprescindibles para revitalizar el papel del Consejo en la arquitectura institucional europea y situarlo en mejores condiciones para hacer frente a los desafíos del siglo XXI. Buscábamos resultados tangibles. Decimos con satisfacción que, con la ayuda inestimable de todos los responsables de las instituciones del Consejo, los hemos obtenido.

La presidencia española ha podido alcanzar acuerdos para mejorar por fin el funcionamiento del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, aprobando la aplicación provisional de las disposiciones del protocolo 14 del convenio europeo de Derechos Humanos relativas a las formaciones judiciales, y adoptando el protocolo 14 bis. Con la ayuda de estas reformas, el tribunal podrá hacer frente con mayor eficacia a su creciente carga de trabajo. Las más de cien mil demandas pendientes, siendo clara prueba de su éxito, amenazaban al mismo tiempo con colapsar su trabajo.

La presidencia española ha impulsado igualmente la labor de protección de los derechos humanos en ámbitos prioritarios. En particular, la lucha contra la pena de muerte y la igualdad entre hombres y mujeres, lanzando los trabajos para elaborar un convenio europeo sobre la violencia contra la mujer y la violencia doméstica y adoptando en Madrid una declaración sobre la necesidad de hacer de la igualdad de género una realidad, y la lucha contra el terrorismo. El 12 de mayo se celebró en Madrid, víctima de tantos atentados terroristas execrables, la primera reunión de consultas sobre el convenio europeo para la prevención del terrorismo.

La presidencia española ha podido también reforzar la capacidad del Consejo de Europa para gestionar la dimensión humanitaria de las crisis y los conflictos que afectan a nuestro continente. Tras muchos meses de bloqueo, se ha adoptado en Madrid una decisión sobre el Consejo de Europa y el conflicto en Georgia, instando al cumplimiento del plan de seis puntos del comisario europeo para los Derechos Humanos, invitando al Banco de Desarrollo del Consejo de Europa a seguir financiando proyectos sociales, instruyendo al secretario general a presentar informes periódicos sobre la situación de los derechos humanos y emplazando al Comité de Ministros a revisar sus actuaciones en el plazo de seis meses.

La presidencia española ha podido, por último, conducir, en el marco de delicados equilibrios institucionales, el difícil proceso de selección de candidatos para la elección del nuevo secretario general. Los candidatos, escogidos de acuerdo con las recomendaciones del informe Juncker, exhiben el mejor potencial para liderar el Consejo de Europa del futuro.

Los seis meses de la presidencia española han sido meses de trabajo tan duro como gratificante. Con nuestro esfuerzo hemos querido rendir homenaje a los españoles ilustres, Marcelino Oreja, José María de Areilza, Miguel ÁngelMartínez, ÁlvaroGil Robles, Lluís María de Puig, que han dirigido los destinos de las instituciones del Consejo en diferentes momentos históricos, y retribuir al Consejo una pequeña parte de lo que el Consejo hizo por nosotros hace ahora 32 años, abriendo generosamente sus puertas a la reintegración de España en Europa.

Miguel Ángel Moratinos, ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación.