España y los Juegos Olímpicos

Hoy se inauguran los Juegos de verano de la XXXII Olimpiada, más conocidos como Juegos Olímpicos de Tokio 2020. No existe error en el año. El evento tuvo que aplazarse hace doce meses como consecuencia de la Covid-19 y fue reprogramado para julio-agosto de 2021. Han existido, sin embargo, dudas hasta el último momento sobre la conveniencia de su celebración. Y, de hecho, estas continúan mientras escribo esta tribuna, motivadas en estos últimos días por el preocupante crecimiento de casos de contagio entre los deportistas ya instalados en la villa olímpica y otros miembros de los equipos. El apoyo de la opinión pública nipona a la Olimpiada está cayendo, movido por el miedo a las aglomeraciones y, sobre todo, a la entrada en el país de miles de personas de diferentes puntos del planeta. Algunas de las grandes empresas colaboradoras dudan sobre la conveniencia de que su nombre se relacione con el evento. Los acuerdos, siempre draconianos, entre el Comité Olímpico Internacional (COI) y el Gobierno de Japón van a acabar pesando en la decisión final.

España y los Juegos OlímpicosAlgún país ha renunciado a su participación en los JJOO, alegando problemas de seguridad sanitaria. Es el caso de Corea del Norte, en donde seguramente resulta muchísimo más fácil morir de hambre o víctima de la represión dictatorial –Corea del Norte, como Cuba, Venezuela o Nicaragua, es una dictadura– que de un contagio, por muy olímpico que este sea. Distinta es la situación de Rusia, que va a competir con numerosos atletas, pero no amparados en su propia bandera por razones vinculadas con sanciones por trampas y dopajes varios del pasado.

Tokio fue elegida como sede en una reunión del COI celebrada en septiembre de 2013 en Buenos Aires. Una de las ciudades perdedoras fue Madrid –la otra, Estambul–. La decepción en España fue muy grande, tanto por el apoyo popular a la candidatura como por el buen trabajo hecho por sus impulsores, reconocido por los propios evaluadores internacionales. Se trataba del cuarto intento fracasado de organizar unos JJOO y el tercero consecutivo: para 2012 se impuso Londres y, para 2016, Río de Janeiro. La capital de España merece, en el futuro, unas Olimpiadas. La otra candidatura madrileña data de finales de los años 60 y fue superada por la de Múnich, que en 1972 iba a organizar unos Juegos trágicamente marcados por el terrorismo y en las que el entonces Príncipe Juan Carlos de Borbón participó compitiendo en la clase dragón de vela.

La ciudad de Barcelona también se había postulado para organizar los Juegos de 1972, pero el Comité Olímpico Español acabó presentando al COI el dosier de Madrid. La capital catalana iba a convertirse finalmente, en 1986, en la sede elegida para organizar la XXV Olimpiada, en 1992. Deben anotarse, sin embargo, algunos fracasos de Barcelona en la primera mitad del siglo XX: París se impuso, con una poca disimulada maniobra del barón de Coubertin, para ser la sede de los JJOO de 1924 y, los de 1936, tuvieron lugar en Berlín. La denominada Olimpiada Popular de Barcelona en este último año, en tanto que alternativa antinazi, constituyó un fiasco como consecuencia del estallido de la Guerra Civil. Parece que la Ciudad Condal intentó postularse para 1940, en unos Juegos que no tuvieron lugar en plena Segunda Guerra Mundial.

España, en definitiva, solamente ha acogido una vez unos JJOO. Cierto es que en esta única ocasión se hizo acreedora de la calificación, en boca del presidente del COI Juan Antonio Samaranch, de «los mejores Juegos de la historia». Las ceremonias de inauguración y clausura, tanto de los Juegos Olímpicos como de los Paralímpicos, maravillaron al mundo. La organización dio excelentes resultados y las instituciones, aunque con algunos roces, colaboraron. Aquel era un momento muy diferente al que vivimos hoy, con la supuesta y en algún momento esperpéntica precandidatura catalano-pirenaica a los Juegos de invierno de 2030. La ciudad organizadora vinculó, en 1992, el desarrollo de las Olimpiadas con la transformación urbana (rondas, puerto, villa olímpica, instalaciones deportivas, recuperación del litoral), a partir de un modelo público exitoso. En Barcelona 92 el apoyo popular resultó evidente. Para los barceloneses, los catalanes y los españoles, los JJOO constituyeron una inyección de autoestima y de normalidad.

La inauguración de los Juegos de Barcelona, el 25 de julio de 1992, fue una buena síntesis de una sociedad y un país nuevos, reconformados desde la Transición, que reclamaban otra mirada desde el exterior, alejada de tópicos gastados, al tiempo que pedían un lugar más adecuado y activo en el concierto mundial. España se presentó como una nación y una sociedad democráticas, modernas, económicamente sólidas, avanzadas, creativas y emprendedoras. Fue un gran momento. Madrid acogió, en otoño de 1991, la Conferencia de Paz sobre el Próximo Oriente, que reforzó el prestigio internacional del país. En 1992 coincidieron los Juegos de Barcelona, la Exposición Universal de Sevilla, la II Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno y la Capitalidad cultural de Europa en la ciudad de Madrid. España regresó al mundo.

Los Juegos Olímpicos de la época moderna, estrenados en 1896 en Atenas, contaron con participación española por vez primera en 1900, en un evento celebrado en París. Tres deportistas compitieron entonces, obteniendo una medalla de oro y otra de plata. Hasta Amberes 1920, no obstante, los atletas de España no volvieron a estar presentes en las Olimpiadas. Con la excepción de Berlín 36 y Melbourne 56, no han faltado desde entonces en los Juegos Olímpicos de verano. La media docena de medallas de Moscú 80 fueron el mejor resultado obtenido antes de Barcelona 92. España concurrió en 1936 a unos Juegos de invierno. Era la cuarta edición, celebrada en la alemana Garmisch-Partenkirchen.

Como en tantas otras cosas, existe asimismo en el medallero español un antes y un después de Barcelona 92. El equipo español obtuvo 22 medallas, 13 de ellas de oro, y numerosos diplomas olímpicos y se calificó en sexto lugar, por detrás del Equipo Unificado, Estados Unidos, Alemania, China y Cuba. Los Juegos Olímpicos de 1992 fueron un gran éxito para el deporte español. Y los resultados se consolidaron en Atlanta 96. De las cinco medallas de Los Ángeles 84 y las cuatro de Seúl 88, todas masculinas, se había pasado a las ya citadas 22, de ellas ocho femeninas. El 82% de las medallas olímpicas conseguidas por España, desde 1900 hasta hoy, se han logrado entre Barcelona 92 y Río 2016.

La razón principal de este salto tiene que ver con la creación, en 1988, del ADO (Asociación de Deportes Olímpicos), un programa para ofrecer buenas condiciones económicas y de entrenamiento a los deportistas de élite, impulsado por el Consejo Superior de Deportes, el Comité Olímpico Español y RTVE. De cara a la preparación de los JJOO de Barcelona se implicaron un total de 22 empresas, que aportaron 12.500 millones de pesetas. Javier Gómez-Navarro, que presidía el CSD desde 1987, recuerda cómo su ministro de tutela, Javier Solana, le comentó que la prioridad era la organización de los Juegos, pero que además resultaba imprescindible hacer un buen papel en lo deportivo. Y en ello se invirtieron muchos esfuerzos y dinero. El programa ADO, con altos y bajos en la financiación, sigue vigente hasta hoy mismo.

Insisten las autoridades japonesas y los dirigentes del COI en asegurar que los Juegos de Tokio 2020 van a tener lugar, aunque sea un año después, sin público en los estadios –en cualquier caso, desde hace mucho tiempo sabemos que los espectadores a tener en cuenta son, en verdad, los televisivos y digitales–, con estrictísimos controles y con las comentadas supuestas camas anti-sexo para los deportistas. Solamente cabe esperar ahora, en el día de su apertura oficial, que sean otra gran celebración del deporte y de la cultura y, evidentemente, que los deportistas españoles obtengan buenos resultados.

Jordi Canal es profesor en la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) de París. Acaba de publicar el libro 25 de julio de 1992. La vuelta al mundo de España (Taurus).

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