Hace más de quince años que no hay en España debates acalorados sobre el Sáhara, Ceuta y Melilla en la prensa y las tertulias de radio y televisión. Las declaraciones del jefe de Gobierno marroquí, Saad Othmani, a una cadena de televisión saudí (Othmani dijo que Ceuta y Melilla son ciudades marroquíes e instó al Gobierno español a abrir un diálogo sobre su futuro) han enrarecido el ambiente en España y encendido las alarmas sobre las ambiciones expansionistas de Marruecos.
El tono predominante en este asunto pone de manifiesto el foso de incomprensión y malentendidos que todavía separa a marroquíes y españoles. Esos malentendidos se plasman en esos artículos de opinión y análisis en los que se enfatiza que Marruecos intenta socavar los intereses de España y chantajearla. La palabra chantaje ha sido, de hecho, el denominador común de la mayoría de las publicaciones españolas.
Ha habido incluso algunos tertulianos que han dicho con confianza que después del Sáhara, Marruecos tratará no sólo de invadir Ceuta, Melilla y Canarias, sino también el territorio peninsular de España.
Con respecto al Sáhara, hay consenso entre los comentaristas, periodistas y tertulianos españoles en torno a las ideas de que el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara del expresidente americano Donald Trump es una violación del Derecho Internacional y de que Marruecos está imponiendo la política del fait accompli.
Según ese mismo relato, Marruecos ha sido el principal escollo frente a los esfuerzos de la ONU de permitir a los saharauis ejercer su derecho a la autodeterminación.
En medio de este vendaval de opiniones, el verso suelto es una voz marroquí que pueda hablarle a la opinión pública española para mostrarle la otra cara de la moneda. Porque las cosas no son blanco o negro. Una voz que pueda, también, recordar algunos hechos históricos que brillan por su ausencia en el relato dominante en España.
Con respecto al Sáhara, la mayoría de los comentaristas hacen hincapié en la necesidad de que sus habitantes decidan su futuro. No obstante, hacen caso omiso del hecho de que la mayoría absoluta de los saharauis viven ahora en territorio bajo soberanía marroquí. Muchos de ellos son concejales y miembros del Parlamento.
Asimismo, se pasa por alto también que Argelia se niega desde hace cuatro décadas a permitir que la Alta Comisaría de Refugiados de la ONU realice un censo en el territorio. ¿Por qué? Porque sabe que muchos de los que están en Tindouf proceden de Argelia, Mauritania y Mali.
Por no mencionar el hecho de que Argelia no quiere que la ONU se entere de que el número de refugiados es muy inferior al de las cifras oficiales. Cifras que sirven de base para decidir la cantidad de ayuda humanitaria destinada a los campamentos de Tindouf.
Esto ha sido confirmado por ex altos cargos del Polisario como Mustafa Oueld Salma Oueld Sidi Mouloud o Bachir Edkhil, entre otros, así como por exoficiales españoles. En 1979, el entonces ministro de Asuntos Exteriores español, Marcelino Oreja, dijo que la mitad de los saharauis de los campamentos eran oriundos de los mencionados países.
Por otra parte, se omite también que en junio de 1981, durante la 18ª cumbre de la Organización de la Unidad Africana (hoy Unión Africana), Marruecos propuso la celebración de un referéndum de autodeterminación. A raíz de ello, la cumbre de la OUA adoptó la resolución AHG/RES.103 (XVIII), que creó un comité compuesto por siete jefes de Estado que tenía el mandato de trabajar en colaboración con la ONU para permitir a los saharauis ejercer su derecho a la autodeterminación.
Pero Argelia y el Polisario lo rechazaron. ¿Por qué? Porque Argelia quería conseguir la membresía de la autoproclamada RASD en la OUA, y la organización de un referéndum habría perjudicado esos planes. Ya en febrero de 1981, el entonces secretario general del Polisario, Mohamed Abdelaziz, declaró a la prensa argelina que la idea del referéndum era trasnochada. “Instó a la OUA a venir a verlo en el terreno” dijo también.
La opinión pública marroquí se pregunta por qué existe tanta hostilidad hacia Marruecos y dónde estaban esos acérrimos defensores del derecho de los saharauis a decidir su futuro cuando el presidente de Argelia, Abdelaziz Bouteflika, se reunió con el enviado personal del secretario general de la ONU, James Baker, y le propuso la partición del territorio.
Argelia presentó este plan después de que Marruecos hubiera aceptado la primera propuesta de Baker. Propuesta que fue rechazada por Argelia y por el Polisario.
Estos hechos están recogidos en los párrafos 2, 46 y 50 del informe del secretario general del S/2002/178 del 19 de febrero de 2002.
Como se puede comprobar, Argelia, que supuestamente apoya el derecho de los saharauis a decidir su futuro, ha violado este derecho dos veces: en 1981 y en 2002.
¿Pensó Argelia en el derecho de los saharauis a decidir su futuro cuando se opuso a la propuesta de Marruecos preconizada por la OUA en 1981? ¿Tuvo el menor reparo en despreciar la voluntad de los saharauis cuando propuso la partición del territorio en 2002?
¿Y por qué los españoles hacen caso omiso de estos hechos?
Desde el punto de vista de la opinión pública marroquí, lo hacen por la simple razón de que no quieren que Marruecos ponga fin a este conflicto, pase página y se centre en fortalecer su economía.
Da pena contemplar esta tendencia enfermiza de amplios sectores de la opinión pública española (los intelectuales, los universitarios y los medios de comunicación) de demonizar a Marruecos a partir de una perspectiva atávica. De acuerdo con esa perspectiva, Marruecos es enemigo de España, no puede ser un socio fiel y todo lo que haga va encaminado a hacerle daño a España.
No, esto no es lo que Marruecos quiere. Marruecos no está obsesionado con España. Los marroquíes no ven en los españoles sus enemigos existenciales ni se arman para atacar a España. Marruecos y el pueblo marroquí tampoco persiguen objetivos expansionistas ni quieren dañar los intereses de España. Lo que sí quiere Marruecos es el fin del conflicto del Sáhara y la preservación de su integridad territorial.
Lo que Marruecos quiere es deshacerse del legado del colonialismo español y francés. Levantar una economía próspera e incluyente que dé cabida a todos los marroquíes. Construir un espacio de prosperidad compartida en el Mediterráneo.
Las afirmaciones de algunos órganos de prensa españoles acerca de que Marruecos quiere también expandirse a Canarias, que se está armando contra España y etcétera, no son más que disparates que ninguna persona cabal debería tomarse en serio.
Lo que la opinión pública española debe tener claro es que Ceuta y Melilla tienen una importancia menor para Marruecos. Y por eso Marruecos decidió congelar sus reivindicaciones hace 15 años.
Rabat lo hizo para consolidar sus relaciones con Madrid y siendo consciente de que llegará un momento en que ambos países se sentarán para imaginar una fórmula que preserve sus respectivos intereses, así como los de los habitantes de Ceuta y Melilla.
A la opinión pública marroquí le deja muy mal sabor de boca ver cómo los medios de comunicación españoles tratan a su país con mucha hostilidad cada vez que se habla de la cuestión del Sáhara o de Ceuta y Melilla.
También le deja mal sabor de boca ver cómo el Gobierno español ha adoptado una posición ambigua después de la decisión de Trump de reconocer la soberanía marroquí.
Cuando Marruecos sirve de gendarme para España, todo el mundo está contento. Pero cuando se produce un incremento de llegadas de inmigrantes, se produce un vendaval de noticias en las que se acusa a Marruecos de chantajear a España.
Nunca se preguntan por qué la UE quiere que Marruecos sirva de gendarme para la fortaleza europea sin otorgarle los medios financieros adecuados para hacer frente a este fenómeno. Nunca se preguntan por qué la misma UE da mucho más dinero a Turquía para controlar su frontera con Europa, mientras da migajas a Marruecos.
Sin una voluntad mutua de debatir acerca de nuestras ideas, de escuchar lo que piensa la otra parte, seguiremos en el mismo paradigma y no habrá comprensión ni entendimiento mutuo entre marroquíes y españoles.
Y para que esto ocurra, además del esfuerzo que se debe hacer con esos manuales escolares españoles en los que Marruecos y los marroquíes salen retratados de la peor manera, la prensa española debería abrirse a las voces marroquíes que conozcan bien el tema. Para conocer el pensamiento de Marruecos y el porqué de este.
Si España es una democracia en la que prevalece la libertad de prensa, debe abrirse a voces disonantes que no se alineen con el relato dominante.
Sólo así podrán tener un mejor entendimiento de Marruecos, desprenderse de sus estereotipos atávicos y acercarse un poco a mi país.
Samir Bennis es doctor en Relaciones Internacionales y consejero diplomático principal en Washington.