Esperanza en la sociedad civil

Por Mario Soares, ex presidente de Portugal (LA VANGUARDIA, 07/12/03):

Actualmente el panorama geoestratégico del mundo no aporta confianza y seguridad a las personas. Al contrario: se advierte un pesimismo profundo, una crispación generalizada que alcanza a los habitantes de los cinco continentes.

El futuro inmediato es una incógnita. Es muy preocupante.

La superpotencia norteamericana presenta señales manifiestas de desorientación y gran incertidumbre sobre el ritmo que seguir, lo que se refleja a escala mundial. El voluntarismo unilateralista de la Administración Bush en Oriente Medio demostró ser un verdadero desastre. La visita de George W. Bush, de un par de horas, a un hangar del aeropuerto de Bagdad, superprotegido con excepcionales medidas de seguridad, en el día de Acción de Gracias habrá servido seguramente para llevar ánimo y aliento a los soldados pero no ha respondido –no podía hacerlo– a ninguna de las legítimas inquietudes de los militares: ¿cuándo partiremos? ¿Qué hacemos aquí? ¿Por qué nos odia tanto la población? ¿Por qué contamos a diario nuestros muertos –sin hacerlo con los incontables heridos– si el régimen de Saddam Hussein fue derrotado y él mismo ha huido? ¿Será que cada día aumenta el número de terroristas? ¿Por qué...? La verdad es que Bush, por más presionado que esté en virtud de las elecciones presidenciales de noviembre del año próximo, no puede dejar a Iraq, en pleno caos, a su triste suerte. Tampoco puede retirar las tropas de Afganistán, donde los ataques antinorteamericanos perpetrados por población afgana se recrudecen de modo preocupante. Se ha podido ver al propio mulá Omar rezando tranquilamente en los alrededores de Kabul. Por otra parte, hay que aumentar los contingentes dadas las necesidades crecientes de efectivos y el cerco a que se hallan sometidas las tropas. Sin embargo, no es fácil optar por alguna de estas alternativas dada la oposición que se detecta en el seno de la opinión pública norteamericana.

Indudablemente, el crecimiento de la economía parece registrar un ritmo acelerado. Se trata, muy probablemente, de un fenómeno de carácter coyuntural. El paro ha registrado cierta disminución. El dólar va a la baja. Lo que influye positivamente en la reducción de las importaciones y el aumento de las exportaciones, pero negativamente en lo concerniente a la confianza exterior en la moneda. Y las inversiones procedentes del exterior, tan necesarias como forma de compensación del astronómico déficit norteamericano, empiezan a aflojar. ¡Mala señal!

Hay que añadir que el terrorismo se intensifica y se propaga por todo el mundo islámico. De Turquía a Marruecos, de Indonesia a Arabia Saudí. Las humillaciones infligidas a diario –habitualmente de forma arbitraria– a los afganos, iraquíes y palestinos constituyen una prodigiosa semilla de insurrectos y kamikazes; en una palabra: de terroristas. Lo que nos lleva a la inevitable pregunta: ¿habrá sido eficaz la estrategia empleada hasta ahora en la guerra contra el terrorismo?

La propia opinión pública norteamericana manifiesta dudas irreprimibles. Los periódicos preguntan: ¿Será que Francia tenía razón? ¿A qué nebulosa representa actualmente Al Qaeda? ¿Cómo y por qué se multiplican las células terroristas? ¿De los marroquíes a los kurdos, de los kurdos a los chiitas? Gobiernos que siempre han apoyado a Estados Unidos, como el japonés o el turco, dudan ahora si enviar a Iraq las tropas que prometieron. El efecto devastador que provocan los terribles ataques terroristas de que fueron víctimas inocentes italianos y españoles no presagia nada bueno.

En Israel, la política ambigua de Bush deja las manos libres a Sharon aunque multiplique al propio tiempo las advertencias retóricas sobre los derechos de los palestinos. La senda de la paz parece cada vez más distante y lejana. Los gobiernos, en la maraña de sus propias lógicas de violencia, se revelan incapaces siquiera de dialogar... Por fortuna, figuras de la sociedad civil de ambas partes –Yossi Beilin, ex ministro de Justicia de Israel y Yasser Abed Rabbo, ex ministro palestino– han reanudado el diálogo cuando todo parecía perdido después del fracaso de los acuerdos de Oslo y del intento de última hora de Clinton. Sin escuchar a los gobiernos, cada uno con su respectiva plana mayor, se han hecho eco de los llamamientos de las respectivas sociedades civiles que quieren la paz, y han elaborado – pacientemente– un plan conjunto de paz aceptable para ambas cuyo texto han sometido a ambos pueblos. Se ha distribuido el plan entre todas las familias palestinas e israelíes merced al respaldo de la fundación Pierre Keller, padre de uno de los principales impulsores del acuerdo de Ginebra, el profesor suizo Alexis Keller.

El pasado 1 de diciembre, el plan, que cuenta ya con el apoyo de destacadas personalidades de los dos campos, se presentó solemnemente a la comunidad internacional en una ceremonia memorable en la que tuve el honor de participar. Una ceremonia de paz –no sólo entre Israel y Palestina, posiblemente la llave principal para solucionar los conflictos de Oriente Medio– que es digno ejemplo ante el mundo conmocionado en que vivimos.

Asistió un millar de personas, principalmente israelíes y palestinos, personas de buena voluntad pero asimismo personalidades de diversos horizontes y procedencias, activistas de la causa de la paz, intelectuales y artistas. Fue una hermosa ceremonia que tuvo lugar en el inmenso Fórum de Sécheron, con el respaldo del Gobierno suizo, el Ayuntamiento de Ginebra y el Club de Mónaco. Hicieron uso de la palabra, entre otros, el ex presidente Jimmy Carter, los generales (excombatientes que un día se enfrentaron) Amnon Shalak, israelí, y Zuhir Manasra, palestino; dos premios Nobel de la Paz, Lech Walesa y John Hume, así como Yasser Abed Rabbo y Yossi Beilin. Enviaron mensajes Clinton, Mandela, Mubarak, Havel y el rey de Marruecos. El "premier" británico, Tony Blair, y el presidente Jacques Chirac mandaron una salutación. Asistió representación de varios países, incluida una estadounidense. La prensa internacional ha informado con profusión del acuerdo de Ginebra.

Ciertamente, por primera vez en la historia la presión de la sociedad civil y de la conciencia de las personas informadas, de ambas partes, ha cristalizado en la voluntad de ponerse de acuerdo sobre un plan de paz y ejercer presión sobre los gobiernos, con el apoyo expreso de la comunidad internacional a través de las conciencias político-morales más diáfanas de nuestra época: Mandela, Havel, Carter... Se trata de una revolución pacífica ante la que no hay que permanecer indiferente. Tendrá consecuencias positivas en este nuestro mundo tan afligido y perplejo.