Esta es la razón por la que Uma Thurman está enojada

Uma Thurman en Nueva York Credit Damon Winter/The New York Times
Uma Thurman en Nueva York Credit Damon Winter/The New York Times

Sí, Uma Thurman está enojada.

La violaron. La atacaron sexualmente. La pusieron en peligro en un auto. Las personas en quienes confiaba la traicionaron y le hicieron creer que estaba loca.

No estamos hablando de su papel como la novia salpicada de sangre en Kill Bill. Hablamos de un mundo que es igual de feroz, inmoral, vengativo y misógino como cualquier escena infernal de Quentin Tarantino.

Hablamos de Hollywood, donde incluso un ángel vengador tiene dificultades para que lo respeten… ni hablar de obtener una satisfacción sangrienta.

Con sus interpretaciones de la astuta Mia Wallace en Tiempos violentos (1994) y la despiadada Beatrix Kiddo en Kill Bill: Volumen 1 (2003) y Kill Bill: Volumen 2 (2004), Thurman fue la ágil diosa en el mito de creación de Harvey Weinstein y Quentin Tarantino. La troika de Miramax era lo máximo en el cine genial e independiente. Un Tarantino cautivado describió a menudo su relación de musa-autor con Thurman —quien lo ayudó a concebir la idea de la novia sangrienta— como una leyenda de Alfred Hitchcock e Ingrid Berman (a la que habría que agregar un fetiche de pies). Sin embargo, por debajo del destellante oro del Oscar, había un trasfondo oscuro que lo convirtió en un triángulo perverso.

Tiempos violentos convirtió a Weinstein en un hombre rico y respetado, y Thurman cuenta que, en un evento de recaudación de fondos, la presentó al presidente Barack Obama como la razón por la que tenía su casa.

“El sentimiento complejo que me causa Harvey se debe a lo mal que me siento por todas las mujeres que fueron atacadas después de mí”, me dijo una noche reciente, luciendo angustiada en su elegante apartamento en River House, en el lado este de la isla de Manhattan, mientras vaporeaba tabaco, bebía vino blanco y avivaba el fuego de la chimenea con cajas de pizza.

“Soy una de las razones por las que alguna jovencita entraba a su habitación sola, como yo lo hice. Quentin eligió a Harvey para que fuera productor ejecutivo de Kill Bill, una película que simboliza el empoderamiento femenino, pero todas esas ovejas entraron en el matadero porque estaban convencidas de que nadie que pueda hacerte algo ilegal llega a un puesto tan alto. Eso es una mentira”.

Thurman enfatiza que Creative Artists Agency, su antigua agencia, estaba vinculada con el comportamiento predatorio de Weinstein. A raíz del escándalo, la agencia ha emitido una disculpa pública. “Soy tanto una persona que fue sometida a sus abusos como alguien que en ese entonces también era parte de la nube que lo protegía, así que es una situación increíblemente extraña y contradictoria para mí”, dijo.

Habla mordazmente acerca del “poder de Tiempos violentos” y me recuerda que está en la Biblioteca del Congreso, como parte de la narrativa estadounidense.

Cuando le preguntaron acerca del escándalo en la alfombra roja del estreno en octubre de su obra de Broadway The Parisian Woman —una intriga acerca de una mujer glamurosa en el Washington del gobierno del presidente Trump, escrita por el creador de House of Cards, Beau Willimon— se mostró férrea y dijo que estaba esperando a sentirse menos enojada para hablar al respecto.

“Utilicé la palabra ‘enojo’ pero me preocupaba más llorar, si soy sincera”, ahora confiesa. “No fui una de las mujeres que sacaron a la luz una historia cuya veracidad conocía. Así que aquellos días solo era una persona que estaba ganando tiempo”.

Para cuando llegó el Día de Acción de Gracias, Thurman había comenzado a desenvainar su Hattori Hanzo y publicó en Instagram una captura de pantalla de su monólogo sobre la “venganza violenta y vertiginosa”, deseándoles a todos felices fiestas, “(excepto a ti, Harvey, y a todos tus malvados conspiradores —me alegra que sea una lenta agonía—, no mereces un tiro de gracia). Estén pendientes”.

Estirando su espigada figura en un sillón frente al fuego, Thurman cuenta su historia, con interrupciones ocasionales de Luna, la hija de 5 años que tuvo con su ex, el financiero Arpad Busson. Los dos hijos mayores que tuvo con Ethan Hawke, Maya, actriz, y Levon, estudiante de preparatoria, también pasan por la sala.

En entrevistas a lo largo de los años, Thurman ha ofrecido una perspectiva zen, incluso cuando hablaba de su doloroso rompimiento con Hawke (tuvo un primer matrimonio breve con Gary Oldman). En su pasillo tiene un enorme Buda dorado que perteneció a sus padres en Woodstock; su padre, Robert Thurman, es profesor budista de estudios indotibetanos en Columbia y cree que Uma es una diosa reencarnada.

No obstante, debajo de esa aura dorada y ese aire de privacidad, ha aprendido a ser una luchadora callejera.

Cuenta que cuando tenía 16 años, y vivía en un departamento en Manhattan y comenzaba su carrera fílmica, una noche de invierno fue a un club y conoció a un actor casi 20 años mayor que la forzó a tener sexo cuando más tarde fueron a su departamento en Greenwich Village para tomar una última copa.

“Al final, acepté”, recuerda. “Intenté decir no, lloré, hice todo lo que pude. Me dijo que la puerta estaba cerrada con llave, pero jamás corrí para intentar abrirla. Cuando llegué a casa, recuerdo que me paré frente al espejo y miré mis manos; me enfureció que no estuvieran sangrientas ni tuvieran moretones. Algo como eso define lo que sucede a continuación de una manera u otra, ¿no? Te haces más dócil o menos obediente, y creo que yo me hice menos sumisa”.

Thurman conoció a Weinstein y a su primera esposa, Eve, durante el éxito posterior a Tiempos violentos. “Lo conocía muy bien antes de que me atacara”, dijo. “Solía pasar horas hablándome acerca de proyectos, haciéndome cumplidos por mi inteligencia o validándome. Eso quizá provocó que pasara por alto señales de alerta. Era mi defensor. Jamás fui la princesita de los estudios fílmicos. Él tenía autoridad total sobre el tipo de filmes y directores que me convenían”.

Las cosas pronto se salieron de control en una reunión en su habitación de hotel en París. “Jamás me cruzó por la cabeza”, asegura. Estaban discutiendo sobre un guion cuando él se quitó la bata.

“No me sentí amenazada”, recuerda. “Creí que estaba siendo superidiosincrático, como si fuera un tío excéntrico y estrafalario”.

Le dijo que lo siguiera por un pasillo para que pudieran seguir hablando (dice que siempre había “vestíbulos dentro de pasillos dentro de recámaras”). “Después lo seguí a través de una puerta y era una sala de vapor. Yo estaba ahí parada con todo mi atuendo negro de piel: botas, pantalones, chaqueta. Hacía mucho calor y le dije: ‘Esto es ridículo, ¿qué estás haciendo?’. Él se puso muy nervioso y enojado; se levantó de pronto y salió corriendo”.

Afirma que el primer “ataque” llegó poco después en la suite de Weinstein en el Hotel Savoy en Londres. “Fue un golpe directo a la cabeza. Hizo todo tipo de cosas desagradables, pero en realidad no me obligó. Yo era como un animal que se escabullía, como una lagartija. Hacía todo lo posible para poner las cosas en orden. Mi orden. No el suyo”.

Se estaba quedando en Fulham con su amiga, Ilona Herman, la maquillista desde hace mucho tiempo de Robert De Niro, que más tarde trabajó con Thurman en Kill Bill.

“Al día siguiente llegó a su casa un ramo vulgar de rosas de 66 centímetros de ancho”, comenta Thurman. “Eran amarillas. Abrí el mensaje como si fuera un pañal sucio; solo decía: ‘Tienes grandes instintos’”. Después, los asistentes de Harvey comenzaron a llamarla de nuevo para hablar de proyectos.

Creyó que podría confrontarlo y despejar el problema, pero hizo que Herman la acompañara y le pidió a Weinstein que la viera en el bar del Savoy. Los asistentes tenían su propia coreografía especial para atraer actrices a la trampa y presionaron a Thurman; la pusieron al teléfono con Weinstein para repetirle que era un malentendido y que tenían “muchos proyectos juntos”. Finalmente, aceptó subir a su habitación, mientras Herman esperaba en un sofá afuera de los ascensores.

Una vez que los asistentes desaparecieron, dice Thurman, le advirtió a Weinstein: “Si les haces lo que me hiciste a otras personas perderás tu carrera, tu reputación y tu familia; te lo prometo”. Lo que recuerda sobre el incidente de pronto se acaba en ese punto.

A través de un representante, Weinstein, que está en terapia en Arizona, aceptó que “es muy probable que ella haya dicho eso”.

En la planta baja, Herman se estaba poniendo nerviosa. “Se tardó muchísimo”, me dijo. Por fin, las puertas del ascensor se abrieron y Thurman salió de ahí. “Estaba muy desaliñada, enojada y tenía la mirada perdida”, recordó Herman. “Tenía ojos de loca y estaba totalmente fuera de control. La metí a un taxi y fuimos a mi casa. Uma estaba temblando”. Herman dijo que cuando la actriz pudo hablar de nuevo, le reveló que Weinstein la había amenazado con destruir su carrera.

A través de un portavoz, Weinstein negó haber amenazado con frustrar su carrera y dijo que creía que era una “actriz brillante”. Reconoció su relato de lo sucedido, pero dijo que hasta el incidente en la sala de vapor en París, habían tenido “una relación de trabajo divertida y coqueta”.

“Weinstein reconoce que se le insinuó a Thurman en Inglaterra después de no entender las señales que le dio en París”, dijo en el comunicado. “De inmediato se disculpó”.

Thurman menciona que, aunque estaba en medio de una serie de proyectos con Miramax, en privado consideraba que Weinstein era su enemigo después de lo sucedido. Un alto ejecutivo de Hollywood que los conocía a ambos dijo que su relación de trabajo continuó pero que, básicamente, “ella no le dirigía la palabra”.

Thurman dice que podía tolerar al magnate en entornos supervisados y que suponía que había “superado la edad del rango que Weinstein prefería para atacar mujeres”.

Asistió a la fiesta que organizó en el barrio neoyorquino de SoHo en septiembre con motivo del compromiso de Tarantino con Daniella Pick, una cantante israelí. En respuesta a las preguntas acerca de las revelaciones de Thurman, Weinstein envió seis fotos en la que los dos lucen amigables en estrenos y fiestas a lo largo de los años.

Eso nos lleva al “Quentin de todo el asunto”, como lo llama Thurman. La enemistad entre Weinstein y Thurman infectó su colaboración creativa con Tarantino.

Casada con Hawke, con una bebé y un hijo en camino, Thurman fue al Festival de Cine de Cannes en 2001. Tarantino se dio cuenta después de una cena de que estaba intranquila cerca de Weinstein, lo cual era un problema puesto que todos estaban a punto de hacer Kill Bill. Dice que le recordó a Tarantino que ya le había contado el incidente en el Savoy, pero “probablemente lo desestimó diciendo: ‘Ah, pobre Harvey, trata de tener chicas que no puede’, o algo así, ¿quién sabe?”. Sin embargo, se lo recordó de nuevo y “le cayó el veinte. Confrontó a Harvey”.

Más tarde, cerca de la piscina bajo los cipreses en el lujoso Hotel du Cap, recuerda Thurman, Weinstein dijo que estaba herido y sorprendido por sus acusaciones. Después ella reiteró firmemente lo que sucedió en Londres. “En algún momento, sus ojos cambiaron y pasó de ser agresivo a estar avergonzado”, afirma, y le pidió disculpas con muchas de las palabras que expresaría casi dieciséis años después, ahora que se le vino el mundo encima.

“Yo solo me fui de ahí sorprendida. Pensé: ‘Muy bien, esa es mi disculpa a medias’”, comenta Thurman.

Weinstein confirmó el viernes que se disculpó, una confesión inusual de su parte, por lo que Thurman señaló con sarcasmo: “Su terapia debe estar funcionando”.

Desde que las revelaciones acerca de Weinstein se hicieron públicas el otoño pasado, Thurman ha estado reviviendo sus encuentros con él y un horrible episodio en la locación de Kill Bill en México, que la hizo sentir tan atacada como la novia y tan determinada a obtener su venganza, sin importar cuánto tiempo le tomara.

Con cuatro días restantes, después de nueve meses de grabaciones de la saga sádica, le pidieron a Thurman que hiciera algo que la hizo poner un alto.

En la famosa escena en que maneja el convertible azul para matar a Bill —la misma que publicó en Instagram el Día de Acción de Gracias—, le pidieron que ella misma lo condujera. Sin embargo, explica que uno de los encargados de los vehículos de la producción le hizo creer que el auto, modificado de estándar a automático, quizá no funcionaba tan bien.

Dijo que insistió en que no se sentía cómoda operando el auto y prefería que un doble lo hiciera; los productores aseguran que no recuerdan que se haya rehusado.

“Quentin llegó a mi tráiler y no quería escuchar que le dijera que no, como cualquier director”, recuerda. “Estaba furioso porque les había hecho perder mucho tiempo, pero estaba asustada. Me dijo: ‘Te prometo que el auto está bien. Es un vehículo seguro’”. La convenció de hacerlo y le dio instrucciones: ‘Conduce a 64 kilómetros por hora o tu cabello no se moverá como debe y haré que lo repitas’. Estaba manejando un auto mortal. El asiento no estaba bien colocado. Era una carretera de terracería y había curvas”. (Tarantino no respondió a las peticiones para hacer comentarios al respecto).

Thurman después me mostró el material que, según cuenta, le tomó quince años obtener. “Tuve que resolver mi propio misterio”, menciona. Este se grabó desde el punto de vista de una cámara montada en la parte trasera del Karmann Ghia. Es aterrador ver que Thurman tiene problemas con el auto, mientras se sale del camino y se estrella contra una palmera; su torso se agita inútilmente hasta que los miembros del personal aparecen en la escena para sacarla de ahí. Tarantino se acerca y Thurman sonríe con alivio cuando se da cuenta de que pueda ponerse de pie brevemente.

“El volante estaba en mi estómago y mis piernas estaban atascadas debajo”, afirma. “Sentía un dolor muy agudo y pensé: ‘Dios mío, jamás volveré a caminar’”, recuerda. “Cuando regresé del hospital con un collarín, las rodillas lastimadas, un chichón en la cabeza y una contusión, quería ver el auto y estaba muy molesta. Quentin y yo tuvimos una gran pelea y yo lo acusé de tratar de matarme. Él se enfureció por eso, supongo que comprensiblemente, porque no creía haber intentado matarme”.

Aunque su matrimonio se estaba desmoronando, Hawke de inmediato salió de la Abadía de Getsemaní en Kentucky para tomar un avión y acompañar a su esposa.

“Me acerqué a Quentin muy serio y le dije que había decepcionado a Uma como director y como amigo”, me comentó. Mencionó que le dijo a Tarantino: “Oye, es una gran actriz, no una doble de escenas de autos, y tú lo sabes muy bien”. Hawke añadió que el director “estaba muy molesto consigo mismo y le pidió perdón”.

Dos semanas después del choque, y luego de intentar ver el auto y la grabación del incidente, hizo que su abogado le enviara una carta a Miramax, en la que resumió el suceso y se reservó el derecho a demandar.

Miramax le ofreció mostrarle el video si firmaba un documento “con el que los liberaba de cualquier consecuencia respecto” de mi sufrimiento y mi dolor en el futuro, dice; se negó. Thurman comenta que su conexión con Tarantino se vio afectada. “Durante años estuvimos muy peleados”, explica. “Después tuvimos que promocionar las películas. Todo era muy frágil. Tuvimos una pelea decisiva en Soho House en Nueva York en 2002 y nos estuvimos gritando porque él no quería dejarme ver el material y me dijo que eso lo habían decidido todos”.

Ahora, tantos años después del accidente, inspirada por el reconocimiento de la violencia contra las mujeres, reviviendo su propia “deshumanización hasta el punto de la muerte” en México, y furiosa de que no ha habido más repercusiones legales contra Weinstein, Thurman dice que le entregó el resultado de sus propias indagaciones a la policía y ejerció más presión para que Tarantino le diera el video del choque.

“Quentin finalmente se expió dándomelo quince años después, ¿no?”, dice. “No es que importe ahora, con mi cuello y mis rodillas permanentemente dañados”.

(Los fanáticos de Tarantino notan un eco del choque de Thurman en su película de 2007 A prueba de muerte, producida por Weinstein y protagonizada por la doble de Thurman, Zoë Bell. Unas jóvenes, entre ellas una rubia Rose McGowan, mueren de muchas maneras, incluyendo una escena en la que una de ellas se estrella contra un parabrisas).

Mientras está sentada junto al fuego, en una segunda noche cuando hablamos hasta las tres de la mañana, las lágrimas comienzan a rodar por sus mejillas. Se las limpia.

“Cuando me atacaron después del accidente”, comenta, “pasé de ser una colaboradora creativa y actriz a ser como una herramienta rota”.

Thurman dice que en Kill Bill, Tarantino había hecho los honores de algunos de los detalles sádicos él mismo, escupiéndole en la cara en la escena en que Michael Madsen se ve en pantalla haciéndolo y ahorcándola con una cadena en la escena en que una adolescente llamada Gogo se ve en escena haciéndolo.

“Harvey me atacó, pero no me mató”, menciona. “Lo que de verdad me enojó del choque es que fue un golpe bajo. Había pasado por muchos peligros para cuando llegamos ahí. Siempre había sentido una conexión con un mayor propósito en mi trabajo con Quentin, y la mayoría de las cosas que permití que me hicieran y en las que participé fueron una suerte de pelea en el lodo con un hermano muy enojado, pero por lo menos tenía algo de autoridad en esas decisiones”. Afirma que no se sintió vulnerada por nada de eso hasta que sucedió el choque.

“Personalmente, me ha tomado 47 años dejar de pensar que las personas que son crueles conmigo están ‘enamoradas’ de mí. Me tomó mucho tiempo porque creo que de pequeñas nos condicionan para creer que la crueldad y el amor de alguna manera tienen un vínculo, y ese es el tipo de época del que debemos salir y evolucionar”.

Maureen Dowd

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