Esta es la tela de araña con la que EEUU atrapará a China

Como buenos herederos de la cultura grecolatina que hoy, aun decadente, todavía impregna gran parte del pensamiento global, en Occidente nos suponemos el centro del universo. Sumamente lógico en lo histórico, mas sumamente erróneo en la actualidad.

El mundo gira inexorable. Y en los últimos tiempos ha variado su eje de interés y de toma de decisiones a las lejanas aguas del Índico y el Pacífico. Ni siquiera cambia esta realidad la cruenta guerra de Ucrania. Prefacio, quizás, de enfrentamientos futuros mucho más terribles.

Con China como gran behemot de la región y aspirante al título de peso pesado mundial que todavía ostentan los Estados Unidos de América, los movimientos geopolíticos se suceden a una velocidad casi frenética. El más reciente ha sido la creación del ambicioso Marco Económico del Indopacífico (IPEF).

El IPEF es un acuerdo económico y comercial cuyos integrantes (India, Indonesia, Filipinas, Malasia, Australia, Tailandia, Vietnam, Brunéi, Corea del Sur, Nueva Zelanda, Singapur, Japón y EEUU) representan alrededor del 40% del PIB mundial.

Sobre el papel, el IPEF tiene por objetivo desarrollar una estructura comercial en Asia de acuerdo con el modelo de libre mercado de EEUU.

El pacto se basa en cuatro pilares.

1. Estimulación del comercio entre los miembros.

2. Desarrollo de cadenas de suministro más sostenibles.

3. Promoción de la inversión en infraestructuras y energías limpias en la región.

4. Formulación de nuevas reglas para la fiscalidad y la lucha contra la corrupción.

La potencialidad de un acuerdo supranacional de semejante tamaño se antoja decisivo en influencia económica y comercial. Pero sus objetivos van más allá en lo geopolítico, ya que supone un rotundo contrapeso a la influencia de China en la zona.

Para empezar, el IPEF incluye algunos países cuya membresía puede sorprender, como Vietnam o India. Pero se explica por la creciente desafección de unos y otros hacía Pekín.

En el caso de Hanói, un régimen rabiosamente comunista, su política exterior choca de frente con los chinos por las pretensiones de estos en el mar Meridional.

India, aunque parte fundamental de los famosos BRICS, vive un auge de la hostilidad comercial y fronteriza con China, lo que la postula como su principal competidor geográfico.

Tampoco es baladí la presencia de Australia, uno de los principales socios comerciales de China, pero cuyas relaciones están en un momento crítico y a la espera de conocer la agenda del nuevo gobierno australiano.

En cualquier caso, el IPEF se confirma como un nuevo hilo, de extraordinaria envergadura, de la asfixiante tela de araña que Washington está tejiendo en el Indopacífico desde hace años con el objetivo, no único, pero sí primordial, de maniatar y aislar a Pekín. Una China, por cierto, lastrada económicamente por su falible política de Covid 0 y algunas otras medidas controvertidas del presidente Xi Jinping que han provocado la espantada progresiva de los inversores extranjeros.

Pero el IPEF no es único en su especie. En esta tela que EEUU teje cual Aracne con sombrero de cowboy, también se hilvana el QUAD, un frente no militar, pero sí geoestratégico, conformado por Japón, Australia, India y Estados Unidos.

También, aunque en menor medida por su naturaleza, la estrategia de Washington con la ASEAN (la Asociación de Naciones del Sureste Asiático, conformada por Singapur, Indonesia, Laos, Camboya, Vietnam, Tailandia, Filipinas, Myanmar, Indonesia, Malasia y Brunéi).

De momento, y a pesar de los esfuerzos de EEUU para ganarse el favor definitivo de los asociados, estos reiteran su total independencia. Aunque saben que se les acaba el tiempo porque China, su principal socio comercial, amenaza con engullirlos.

Por otro lado, existe desde hace apenas unos meses el AUKUS, el acuerdo militar entre Reino Unido, EEUU y Australia que sorprendió al mundo por su audacia y rotundidad, y que ha cambiado el tablero bélico de la zona.

La jugada de Joe Biden se visualizó durante su reciente y minucioso viaje a Asia, que no escatimó en simbolismos. Especialmente durante la performance ejecutada junto a Japón, fiel escudero de EEUU en la región.

La hoja de ruta nipona pasa por un evidente rearme militar que comenzó bajo la administración de Shinzo Abe y se justifica principalmente por los conflictos territoriales con Corea del Norte y, sobre todo, China. El reforzamiento de la relación EEUU-Japón es clave para entender la política de aislamiento chino que está ejecutando Washington.

Biden aprovechó además su visita a Tokio para asegurar que Washington responderá militarmente si los chinos tocan un pelo a Taiwán. Nada está siendo casualidad.

La agenda de Estados Unidos es, en efecto, ambiciosa. Mas, a pesar de su ímpetu, plantea peligros latentes. El primero, en su propia casa. Porque estamos en una época en la que ha calado, por reiteración, el mensaje trumpista de que los acuerdos comerciales globales son perniciosos para EEUU. Sobre todo entre los republicanos y entre parte del electorado oscilante.

De hecho, Donald Trump sacó a EEUU del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) apenas unos días después de tomar posesión del despacho oval. Con el IPEF, Biden ha optado por un modelo más flexible, en apariencia alejado de los tratados tradicionales, y que no ha necesitado de votación en el Congreso para ser aprobado.

Las aguas del Indopacífico, pues, siguen revueltas. Los estadounidenses tienen clara una estrategia de influencia que, a buen seguro, seguirán complementando en el futuro con nuevas iniciativas. La pregunta es ¿hasta cuándo aguantará China?

Andrés Ortiz Moyano es periodista y escritor.

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