Esta es una crisis de los bancos

Las noticias de estos últimos días no son buenas: la economía global tiene mala cara, las bolsas caen, la incertidumbre se extiende… Podemos estar ante algo que puede ir desde una pérdida de ritmo transitoria hasta una recesión en toda regla. Y, según parece, esto afecta sobre todo a los bancos. ¿Por qué?

Recordemos que venimos de una grave crisis, que afectó sobre todo al sistema financiero, y de una recesión de la que algunos países salieron pronto (Estados Unidos), otros con retraso (España), otros todavía no la han superado (Grecia), y otros, los emergentes, salieron rápidamente pero están perdiendo ritmo e iniciando una nueva recesión (China, Brasil).

Esto último afecta, sobre todo, a los productores de primeras materias, por la menor demanda de China y de otras economías emergentes, y sobre todo en el ámbito del petróleo, donde la tecnología está causando estragos en los ingresos de los países exportadores.

¡Ah!, y algo muy importante: la crisis de hace unos años estuvo causada por un exceso de deuda, pública y privada, que se ha corregido, pero solo en parte. Las familias y empresas han ido devolviendo su deuda poco a poco, pero aún están demasiado cargadas; los gobiernos están muy retrasados en la devolución de la deuda. Y, claro, todo esto pasa por los bancos: porque los bancos sostienen nuestras deudas, también la de los gobiernos, porque buena parte de su deuda ha ido a parar al balance de los bancos. Y, claro, los bancos deben mucho a los que les proporcionan los fondos que, según los libros de texto, son las familias que llevan sus ahorros a los bancos, pero que, en la realidad, son otros: los ahorradores de otros países, los fondos de pensiones, los fondos soberanos…

Bueno, ahora siéntese el lector en la mesa del director general de un banco internacional. La demanda de crédito se resiente por las expectativas de recesión. Demanda no falta, pero no es solvente: en una recesión muchos de los que piden crédito no ofrecen garantías de devolución. Si su banco ha prestado a los productores de primeras materias o de petróleo, tiene usted motivos para preocuparse. Y si la calidad de sus deudores no es buena, ¿quién le prestará a usted? Los que lo hacían tradicionalmente no se fiarán de la seguridad de su banco. Y las noticias que aparecen frecuentemente en la prensa no les tranquilizarán.

¡Ah!, pero los bancos centrales sí se fían de usted, y le prestan dinero, a tipos de interés próximos a cero. Bien, pero esos no dejan de ser fondos de emergencia, oxígeno que las autoridades monetarias ofrecen a las entidades cuando no están seguros de que la financiación normal les llegue con regularidad. Eso sí, su banco se financia a tipos muy bajos, pero los préstamos que su banco concede son a tipos también muy bajos: y si no parecen bajos es porque incorporan una prima de riesgo elevada.

Rebobinemos: menos demanda de crédito de calidad; morosidad elevada de algunos de sus clientes; su banco tiene demasiada deuda; su financiación es incierta… ¡Ah!, y las autoridades monetarias le exigen más capital, para dar seguridad a sus prestamistas. Pero, ¿quién le aportará capital, si su banco no está en buena forma?

Una posibilidad es capitalizar sus beneficios, pero con la morosidad que tiene y el escaso margen entre lo que cobra a sus deudores y lo que paga a sus acreedores, sus beneficios son bajos. No es de extrañar, pues, que esta crisis golpee a los bancos más que a otros sectores. Quizá afecta más a los productores de primeras materias y petróleo, pero no olvidemos que los bancos son los que han financiado a esos sectores.

Cuando hace unos años protestábamos por el salvamento de los bancos, quizá no nos dábamos cuenta de que no estábamos salvando a sus accionistas (fueron los grandes perdedores), ni a sus empleados (se han ido a la calle en grandes cantidades), sino, de alguna manera, a nosotros mismos, a nuestro dinero. Me preguntaron hace unos días si había posibilidades de un corralito en España: no, contesté: no las hay.

Pero el simple hecho de que nos preguntemos sobre esa posibilidad indica que no estamos seguros de nuestro sistema financiero. Como siempre, hay bancos con problemas grandes y bancos con problemas menores. Hay entidades que gestionaron bien su crisis anterior y otros que no lo hicieron bien, y hay países que están en condiciones de acudir en socorro de sus bancos, si lo necesitan (Alemania, por ejemplo), y otros que no podrán hacerlo, al menos sin una ayuda internacional importante.

No pretendo asustar al lector. Pero conviene que sepamos por qué la concesión de crédito no crecerá con fuerza, y por qué algunos bancos van a necesitar ayudas, si la situación no mejora sustancialmente a corto plazo.

Antonio Argandoña, profesor del IESE.

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