Estados Unidos necesita un presidente de verdad

Estamos en las postrimerías de una carrera presidencial con dos de los candidatos más quebrantados e inconsistentes que han concurrido en las últimas décadas. Nos llegan mensajes de sus respectivos pasados que nada tienen que ver con la política y muy poco se nos dice de cuáles son sus proyectos para un país que los necesita. Las infraestructuras, el gasto militar, la geoestrategia, la economía, la sanidad, las cuestiones raciales o la educación, por ejemplo, son asuntos que están desenfocados mientras que el primer plano lo ocupan sus devaneos sexuales, propios o no, y sus mutuas acusaciones oportunistas.

El problema de Trump es Clinton. Si el partido demócrata hubiese elegido como candidato a alguien sólido, creíble y sin turbiedades, no se estaría hablando tanto del supuesto daño que puede causar Trump al mundo. Resulta llamativo que nos preocupe tanto a los europeos, en general, y a los españoles, en particular, que pueda ser él quien el próximo 20 de enero comience a hacerse cargo de los Estados Unidos. Nosotros no votamos y quienes sí lo hacen han permitido que haya ganado a dieciséis rivales, con perfiles y atributos diferentes, sin demasiada dificultad.

A Trump le mantiene en la superficie Hillary Clinton. Su errática gestión al frente de la Secretaría de Estado, el caso de los emails del que cada día conocemos algo nuevo que no presagia precisamente una conducta honesta de la candidata si llega a gobernar, las dudas sobre los donantes y su fundación, unido a su matrimonio con Bill Clinton y a su carácter seco y duro que intenta limar pero sin conseguirlo, hacen que sea una candidata frágil para una nación tan potente.

Sin embargo, las encuestas la sitúan en la Casa Blanca. Los principales medios le dan varios puntos de ventaja. «Real Clear Politics» elabora una media de todos ellos y son alrededor de siete puntos lo que le distancian de Trump. Ni siquiera en los swing states (aquellos estados que no tienen un candidato que a priori sea considerado como ganador) sale beneficiado el republicano. De Colorado, Florida, Michigan, Nevada, New Hampshire, Carolina del Norte, Pensilvania, Virginia, Wisconsin, Iowa y Ohio, solo en estos dos últimos parece contar con más apoyos. Los cientos de millones de dólares recaudados por Trump no le servirán para lograr el objetivo, si estos sondeos aciertan.

Desde que fue nominado como candidato Trump se subió al tren de la calamidad y ha decidido no bajarse en ninguna estación. Lleva una campaña atestada de errores primarios en la que han quedado licuados términos como «patria», «bandera» o «triunfo», que sedujeron a muchos estadounidenses blancos y mayores antes de la convención republicana. A Hillary, estar agazapada y hablar lo necesario para que las cancillerías estén tranquilas puede resultarle suficiente.

Si no gana Trump las elecciones solo podrá exhibir que ha sido capaz de colarse por la rendija de un partido republicano que, todo apunta, deberá encontrar su identidad a partir de ahora. El Tea Party, algunos medios de comunicación y la ausencia de ideas han roto las costuras de una formación que recuerda con nostalgia el referente de Reagan.

Estados Unidos necesita un partido republicano unido en las personas, firme en las convicciones y que mire a las minorías. No es tarea sencilla pero si no se ponen a ello pronto seguirán llegando outsiders para instalarse y ocupar su lugar. Deben regresar a sus principios, sin miedos y sin complejos, para seguir creando marcos de referencia a los que muchos ciudadanos puedan volver para quedarse. Enfrente tienen a un partido demócrata que, también sin ideas ni liderazgo, se aprovecha del momento y ocupa espacios más por incomparecencia del adversario que por aciertos propios. Un escenario el estadounidense que, por ahora, está lleno de vacíos políticos.

Obama, por fin, deja la Casa Blanca. Se va sin haber entendido qué significa ser presidente de la primera potencia del mundo. Muchos creyeron hace ocho años que aparecía un líder que dejaría un legado a la humanidad. Y se marcha sin resolver problemas de futuro y con un país igual de polarizado que el que se encontró entonces. Quien llegue, para bien de todos, debería hacer pedagogía y explicar, con argumentos y hechos, que Estados Unidos es la Marca de referencia, con mayúsculas. Pero no sé si los candidatos que compiten van a saber hacerlo. De ahí que la pregunta de si no había otro mejor tenga todo el sentido.

Rafael Barberá, periodista y profesor universitario.

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