Estados Unidos y China: miedo recíproco

Los sondeos de opinión indican que la tercera parte de los estadounidenses creen que China "pronto dominará el mundo", y casi la mitad piensa que la ascensión china es "una amenaza para la paz mundial". A su vez, muchos chinos tienen miedo de que Estados Unidos no acepte su "ascensión pacífica". Tanto estadounidenses como chinos deben evitar unos temores tan exagerados. La existencia de buenas relaciones entre los dos países será un factor clave para la estabilidad mundial en este siglo.

Quizá la mayor amenaza contra la relación bilateral es la convicción de que el conflicto es inevitable. A lo largo de la historia, cada vez que una potencia en ascenso inspira miedo a sus vecinos y otras grandes potencias, ese miedo se convierte en causa de conflicto. En circunstancias así, hechos aparentemente menores pueden desencadenar una reacción en cadena imprevista y desastrosa.

En la actualidad, la mayor posibilidad de que se produzca un incidente desestabilizador está en las complejas relaciones entre una y otra orilla del Estrecho de Taiwan. China, que considera que Taiwan es parte integrante de su territorio y que se esconde tras la marina estadounidense desde la época de la guerra civil en el país oriental, ha prometido responder por la fuerza a cualquier declaración de independencia por parte de la isla.

Estados Unidos no pone en tela de juicio la soberanía china, pero quiere un acuerdo pacífico que mantenga las instituciones democráticas de Taiwan. En el propio Taiwan está cada vez más extendido el sentimiento de identidad nacional, pero hay una clara división entre los pragmáticos de la "alianza pan-azul", que comprenden que la geografía les exige llegar a algún acuerdo con la China continental, y la "alianza pan-verde" que gobierna en la actualidad y que aspira, en distintos grados, a lograr la independencia.

Los dos sectores se enfrentarán en las elecciones presidenciales de Taiwan el 22 de marzo. Los últimos sondeos indican que el ex alcalde de Taipei, Ma Ying-jeou, del Kuomintang (KMT), va por delante de Frank Hsieh, del Partido Progresista Democrático (PPD), hoy en el Gobierno. Pero algunos observadores temen que el presidente saliente, Chen Shui-bian, del PPD, busque un pretexto para impedir la derrota del bando partidario de la soberanía. Chen ha propuesto un referéndum para decidir si Taiwan debe entrar en la ONU, un paso que China considera provocador. Pero él responde que es China "la que está actuando de forma provocadora".

Estados Unidos está claramente preocupado. Hace poco, la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, dijo en una rueda de prensa que "creemos que elreferéndum para decidir si se solicita la entrada en la ONU con el nombre de 'Taiwan' es una medida provocadora. Suscita tensiones innecesarias en el Estrecho de Taiwan y no aporta ventajas reales a la población taiwanesa en el ámbito internacional". Asimismo Rice repitió que su Gobierno mantiene una política de oposición a "la amenaza unilateral de alterar el statu quo por parte de cualquiera de los dos bandos".

Ese mismo día, el secretario de Defensa, Robert Gates, criticó a China por haber interrumpido inesperadamente las visitas de buques estadounidenses a puertos chinos debido a las ventas de armas de Estados Unidos a Taiwan. Según Gates, había explicado a las autoridades chinas que las ventas de armas eran coherentes con anteriores políticas y que "mientras siguieran acumulando fuerzas en su orilla del Estrecho de Taiwan, seguiríamos proporcionando a Taiwan los recursos necesarios para defenderse". Sin embargo, Gates añadió que, pese al incremento del presupuesto de defensa chino, "no considero que China sea un enemigo, y creo que existen oportunidades de cooperación permanente en varias áreas".

En principio, la cuestión de Taiwan no tiene por qué desembocar en conflicto. Teniendo en cuenta los cambios cada vez mayores que están produciéndose en China y el aumento de los contactos económicos y sociales entre ambas orillas del Estrecho, debe ser posible encontrar una fórmula que permita a los taiwaneses conservar su economía de mercado y su sistema democrático sin tener un letrero en la ONU.

Hasta ahora, Estados Unidos ha intentado hacer posible este camino mediante la insistencia en dos límites muy claros: nada de independencia para Taiwan y nada de uso de la fuerza para China. Pero, con el peligro de que haya incidentes derivados de la rivalidad política en Taiwan y la impaciencia creciente del Ejército de Liberación del Pueblo en el continente, Estados Unidos debería promover negociaciones y contactos más activos entre las dos partes.

Estados Unidos tiene un interés nacional de tipo general en mantener buenas relaciones con China y un interés específico, desde el punto de vista de los derechos humanos, en proteger la democracia de Taiwan. A Estados Unidos no le interesa ayudar a que Taiwan se convierta en un país soberano con un escaño permanente en la ONU, y los intentos actuales de algunos taiwaneses en ese sentido representan un grave error de cálculo y el mayor peligro de que se cree la enemistad entre Estados Unidos y China.

Ya hay algunos chinos que sospechan que los estadounidenses aspiran a tener un Taiwan independiente que constituya "un portaaviones imposible de hundir" y susceptible de ser utilizado contra un futuro enemigo chino. Se equivocan, pero tales sospechas pueden alimentar un clima de enemistad.

Si Estados Unidos trata hoy a China como enemigo, se asegurará un futuro de enemistad. Aunque no podemos saber con exactitud cómo va a evolucionar China, no tiene sentido hacer imposible la perspectiva de un futuro mejor. La política estadounidense actual combina la integración económica con una salvaguarda contra la futura incertidumbre. La alianza de seguridad Estados Unidos-Japón hace que China no pueda jugar con "la carta de Japón". Pero, aunque utilizar ese tipo de protecciones es natural en la política mundial, la modestia es importante para ambos bandos. Si el clima general es de desconfianza, lo que a un lado le parece una salvaguarda al otro puede parecerle una amenaza.

No hay ninguna necesidad de que Estados Unidos y China entablen una guerra en este siglo. Ambas partes deben cuidar de que un incidente a propósito de Taiwan no acabe llevándoles en esa dirección. Los estadounidenses y los chinos tienen que evitar que unos temores exagerados acaben engendrando una profecía autocumplida.

Joseph S. Nye, catedrático en la Universidad de Harvard, y autor del libro The Powers To Lead, en prensa. © Project Syndicate, 2008. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.