¿Estamos cuidando lo suficiente la salud mental?

Es evidente que la pandemia ha pasado factura a la salud mental de millones de personas, pero también nos ha hecho ser mucho más conscientes de la importancia que tiene a nivel individual y como sociedad. Esta realidad, preocupante desde mucho antes de que el coronavirus irrumpiera en nuestras vidas, es un problema que nos concierne a todos y para el que, por desgracia, actualmente no existe una infraestructura suficiente para atender la nueva dimensión del desafío. Esta situación se ve aún más agravada cuando hablamos de los más jóvenes, donde todavía existen grandes tabúes en torno a las enfermedades mentales y donde el acceso a tratamientos es más complejo debido a las dificultades de detección, la escasez de recursos y la necesidad de un abordaje más inmediato de cara a la no consolidación de pensamientos y conductas disfuncionales.

¿Estamos cuidando lo suficiente la salud mental?En este contexto, durante 2020, los comportamientos autolíticos se incrementaron en un 250% en la población infanto-juvenil, una realidad alarmante y para la que en España todavía no estamos preparados; seguimos sin disponer de un Plan Integral de Prevención del Suicidio, pese a que 10 personas se quitan la vida a diario y es la principal causa de muerte no natural desde que en 2008 superó a los accidentes de tráfico, a los que ahora triplica holgadamente. De hecho, deberíamos tomar como ejemplo el caso de la DGT en el que se aunaron esfuerzos para hacer frente a los accidentes de tráfico. En este sentido, la salud mental también requiere de dedicación, información, colaboración e inversión por parte de todos los actores implicados si verdaderamente queremos responder de manera efectiva a este nuevo reto.

Además, el porcentaje de jóvenes que sufren trastornos como la depresión y la ansiedad ha experimentado un incremento exponencial, llegando a afectar de forma severa a uno de cada cuatro jóvenes y a uno de cada cinco, respectivamente. De nuevo, este panorama pone de manifiesto la urgencia de trabajar conjuntamente en una estrategia de salud mental que tenga en cuenta a los más jóvenes, ya que es precisamente durante los primeros años de vida cuando se sientan las bases para aprender a relacionarse con los demás y, sobre todo, con uno mismo. En este respecto, el 70 por ciento de las psicopatologías aparecen durante la infancia y la adolescencia, por lo que identificarlas y poder atajarlas a tiempo es crucial tanto a nivel personal, familiar, social y económico.

Si fuéramos más conscientes de esto, ¿cuántas conductas nocivas podrían evitarse o reducirse drásticamente con una educación correcta y con el apoyo adecuado? Hay una amplia variedad de patologías y de situaciones que pueden afectar a los más jóvenes en este periodo de su vida en el que son más vulnerables: desde la violencia filio-parental, la autoagresión, trastornos de la conducta alimentaria, acoso escolar o violencia de género. En concreto, la patología dual, que se da cuando un mismo paciente combina un trastorno adictivo y otro mental, es uno de los problemas más acuciantes entre los jóvenes. Entre los más diagnosticados están el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, Trastorno de Conducta, Trastornos por Abusos de Sustancias y las adicciones sin sustancia, como la Adicción a las Nuevas Tecnologías.

Llegados a este punto, el Gobierno ha anunciado un plan, coincidiendo con el Día Mundial de la Salud Mental, para atender al impacto provocado por la pandemia en la salud mental de los españoles. Debemos ser prudentes y esperar a tener toda la información, pero hay que reconocer un aspecto positivo del anuncio: la salud mental ya forma parte de la agenda política, algo que muchas entidades ya veníamos reclamando desde hacía tiempo. Resulta imprescindible desarrollar un marco estratégico y de gestión en el que trabajemos instituciones públicas, organizaciones privadas y entidades del tercer sector dando una mayor visibilidad a los problemas de salud mental, normalizándolos y eliminando connotaciones negativas. Todavía echando en falta dicha colaboración previa, imprescindible para abrir la puerta a soluciones, hemos de seguir esforzándonos en remar hacia una misma dirección y no convertir la salud mental en un nuevo espacio de confrontación. Por ello, es determinante analizar la opinión profesional experta e independiente sobre cuáles son las principales necesidades, de qué forma se puede ofrecer una ayuda efectiva y cómo podríamos seguir los pasos de otros países europeos incrementando el número de psicólogos clínicos en la atención primaria, donde actualmente se atiende el 50% de las problemáticas de salud mental, en la mayoría de los casos sin la atención especializada deseable.

Asimismo, el anuncio del domingo se suma a los fondos europeos EU4Health -diseñados para promover el bienestar en todas las edades, así como un acceso a una asistencia sanitaria asequible y de alta calidad para todos-, que incorporan 750.000 euros para cofinanciar la aplicación de mejores prácticas frente a los problemas de salud mental generados por la pandemia hasta finales de 2021, un esfuerzo oportuno pero insuficiente. No es posible plantearse la salud mental como un gasto puntual. Debemos trazar una estrategia de inversión comunitaria que tenga en cuenta esta realidad como uno de los grandes desafíos a abordar por nuestra sociedad.

En este sentido, es indispensable aunar esfuerzos con nuestros socios europeos y con las CCAA, que tienen las principales competencias en gestión sanitaria, para crear una visión común y poder diseñar un plan adecuado para así alcanzar una Europa más sana y más justa que nos defina en el marco global. Los fondos destinados a la recuperación europea deben ser capaces de generar estructuras resilientes, dinámicas y flexibles que se adapten precisamente a las circunstancias de cada momento. No solo necesitamos un Green Deal, sino también un gran acuerdo por y para la salud mental.

En definitiva, para poder hablar de bienestar integral es imprescindible cuidar el estado mental de cada uno y, dado que una mente sana comienza en la infancia, es indispensable elaborar un plan especial enfocado a la asistencia de los más jóvenes. Para ello, antes de nada, las instituciones públicas, privadas y sociales tienen que comprometerse en un propósito compartido, evitando debates ideológicos ajenos a la definición del problema y a la propuesta de soluciones efectivas. Hay que abordar este desafío como una necesidad prioritaria, un derecho individual y una inversión de y para todos, para así poder contribuir a sentar las bases de una sociedad futura más sana, justa y libre.

Enrique Martínez Cantero es economista. Carlos Benedicto Duque es doctor en Psicología Clínia. Ambos son miembros de la Asociación para la Gestión de la Integración Social (Ginso).

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