Estar preparados y ser precavidos

A partir de 1997 se han sucedido en humanos casos aislados de gripe de origen aviar, del subtipo A (H5N1). Dada la elevada patogenicidad de estas infecciones, que presentan una mortalidad superior al 50% de los casos confirmados, se suscitó una razonable alarma a nivel mundial y la Organización Mundial de la Salud instó a los gobiernos a preparar planes específicos para paliar una posible pandemia de graves consecuencias. Hoy por hoy, estos virus siguen circulando en aves de corral en diversos países y se registran casos esporádicos en humanos (34 enfermos y 12 muertes hasta la fecha en el 2009). Esa alarma ha permitido que ahora, cuando surge un nuevo virus gripal, esta vez del subtipo A (H1N1) y procedente del cerdo, el mundo esté mucho mejor preparado para contrarrestar la pandemia. La patogenicidad de los nuevos virus A (H1N1) es muy inferior a la producida por los virus aviares A (H5N1), pero se transmiten muy eficientemente entre humanos, y en pocas semanas la OMS ha registrado decenas de miles de casos. Este hecho, y la constatación de que la mayor parte de la población mundial no ha padecido infecciones recientes con un virus similar a este, permite predecir que muy probablemente se produzca una nueva pandemia por virus A (H1N1) en los próximos meses. En este sentido, será trascendental la posible difusión del virus en el hemisferio sur, donde comenzará la estación fría en pocas semanas.

¿Qué perspectivas se presentan, pues, para el próximo futuro? En primer lugar, es posible que el nuevo virus gripal desplace a los que circulan en el presente, los de gripe estacional A (H3N2) y A (H1N1). Este fenómeno ya ocurrió en las pandemias de 1957 y 1968 y es la alternativa más plausible. Pero también es posible lo contrario, como ocurrió en la minipandemia de 1977. En el primer caso se podrían producir virus recombinantes que mezclaran los genes de los nuevos virus A (H1N1) con los previamente circulantes, y su capacidad para producir enfermedad sería impredecible. Tampoco es descartable, aunque es mucho menos probable, que se produjeran virus recombinantes entre el nuevo virus A (H1N1) y los virus aviares mencionados anteriormente.

Si el nuevo virus A (H1N1) se establece en la población y genera una nueva pandemia, ¿qué consecuencias serían previsibles? Si echamos la vista atrás, podemos comprobar que los efectos de una pandemia gripal son siempre más importantes que los de una epidemia de gripe típica invernal, pero dichos efectos son muy variables. Mientras la pandemia de 1918 produjo entre 20 y 50 millones de muertos, las consecuencias de las pandemias de 1957 y 1968 fueron mucho menos graves. A tenor de los datos actuales, el nuevo virus A (H1N1) tiene una patogenicidad ligeramente superior a la de una gripe estacional, pero no debemos olvidar que en las tres pandemias anteriores, 1918, 1957 y 1968, la primera onda epidémica fue suave, mientras que meses después tuvo lugar una segunda onda mucho más importante. Por tanto, la OMS ha pedido a los gobiernos que se preparen para un posible empeoramiento de la situación.

¿Cómo podemos atenuar los efectos de una plausible nueva pandemia gripal? La situación del mundo actual es muy diferente de la que existía en 1918 e incluso mucho mejor que en 1968. Los niveles de salud pública y las capacidades asistenciales a nivel mundial han mejorado considerablemente, aunque existen grandes diferencias entre países. Además, por primera vez disponemos de antivirales específicos y efectivos para combatir la infección, y la calidad de las vacunas y la capacidad productiva mundial son ahora muy superiores a hace 40 años. Todo ello, junto con la preparación de planes de respuesta pandémica que se han elaborado recientemente, nos permite ser optimistas. Pero nunca hay que menospreciar la capacidad disruptiva de una pandemia que puede afectar hasta el 25% de la población en pocos meses, incluso si podemos atenuar sus consecuencias clínicas.

Por otra parte, la adopción de medidas urgentes que los tiempos presentes puedan demandar no deben hacernos olvidar que las soluciones a más largo plazo requieren otro tipo de acciones. Sabemos que los virus de la gripe son muy flexibles genéticamente y que el uso de los antivirales actuales inducirá la selección de variantes resistentes, por lo que se necesita un esfuerzo continuado para mantener una ventaja terapéutica frente a nuevas pandemias. La financiación adecuada de investigaciones básicas nos permitirá desarrollar antivirales alternativos que atenúen las consecuencias de la aparición de virus resistentes. Conviene destacar que la disponibilidad actual de antivirales efectivos se debe a investigaciones básicas de los años 1980 y a décadas de ensayos clínicos. Además, se podrán preparar vacunas más efectivas y de más amplio espectro, que protejan frente a cualquier virus gripal en el futuro.

Juan Ortín, Centro Nacional de Biotecnología (CSIC) y Ciber de Enfermedades Respiratorias.