Estaremos aquí hasta que nos clausuren

Carina González ha trabajado 25 años en el Marcado la Dalia, en Ciudad de México. Ella forma parte de la economía informal de México, que aporta 30% del PIB. (Meghan Dhaliwal para The Washington Post)
Carina González ha trabajado 25 años en el Marcado la Dalia, en Ciudad de México. Ella forma parte de la economía informal de México, que aporta 30% del PIB. (Meghan Dhaliwal para The Washington Post)

El 22 de marzo, vi un tuit con una foto que decía: “Queridos clientes, queremos informarles que estaremos trabajando hasta que el coronavirus nos mate”. La escena que acompañaba las palabras era familiar; podría ser casi cualquier mercado de barrio en México.

De inmediato me preocupé, me sentí culpable. Vivo en la Ciudad de México y no había ido a mi mercado local, La Dalia, en semanas; el miedo al virus (y el privilegio de tener una pequeña reserva de alimentos enlatados y congelados) me mantuvo confinada en mi departamento. (Al 2 de mayo, México tenía más de 22,000 casos confirmados de COVID-19 y más de 2,000 muertes.)

Pero el tuit me recordó que yo era parte del problema, que era una persona en el mar de clientes que quizás asistían al mercado con mucho menos frecuencia que antes. Me puse una mascarilla y guantes, pensando en comprar algunos kiwis y aguacates, para hablar con la gente que todavía trabaja en los puestos y sigue alimentando a este rincón de la ciudad.

Lorenzo Zavaleta Lucas, que vende tacos de carnitas en el Mercado La Dalia, dice que nunca había visto el mercado tan vacío.
Lorenzo Zavaleta Lucas, que vende tacos de carnitas en el Mercado La Dalia, dice que nunca había visto el mercado tan vacío.
Un conejo de peluche con la playera del equipo Cruz Azul usa una mascarilla.
Un conejo de peluche con la playera del equipo Cruz Azul usa una mascarilla.
Mucha gente en México espera que su fe religiosa la proteja en esta contingencia.
Mucha gente en México espera que su fe religiosa la proteja en esta contingencia.

No tengo derecho a afirmar que en México las cosas son “mías”, no del todo. Soy una extranjera que se mudó aquí para vivir con el hombre que ahora es mi esposo, una mujer que aprendió español con torpeza y que a pesar de las dificultades aprendió poco a poco a sobrevivir en esta colosal área metropolitana de 21.5 millones de habitantes. Pero las palabras todavía se me escapan de la boca: “Bueno, en mi mercado…”

Un mercado local en Ciudad de México es una experiencia de compra muy diferente a lo que se vive en el tipo de supermercados con los que crecí en Estados Unidos. Aquí, los puestos se extienden en edificios altos y espaciosos, desbordantes con productos tan diversos como pimientos secos y especias, carnes, lácteos, velas, piñatas, productos de limpieza, comida para perros. También hay lugares para desayunar y puestos de tacos, cada uno con su propia especialidad: carnitas, cabeza, suadero. Los vendedores ofrecen muchos de los mismos productos, pero la lealtad llega muy lejos. Hay una señora que me vende pollo y yo soy su clienta que le compra pollo. Hay un joven que me vende flores y yo soy la mujer que nunca recuerda el nombre de sus flores, pero las compra de todas formas.

Cuando entré en el Mercado La Dalia, ubicado a pocas cuadras de mi departamento, noté los cierres de inmediato. El silencio en los pasillos era más notorio. Los puestos estaban cubiertos con sábanas o lonas. Benjamín, mi florista, se había ido, su puesto también está cubierto.

Un puesto de tacos vacío en el Mercado la Dalia, en Ciudad de México. (Meghan Dhaliwal/FTWP)
Un puesto de tacos vacío en el Mercado la Dalia, en Ciudad de México. (Meghan Dhaliwal/FTWP)

Las personas que trabajan en los mercados pertenecen a la economía informal de México, que constituye cerca de 30% del Producto Interno Bruto del país. Los trabajadores del sector informal se enfrentan a mayor incertidumbre y reciben menos protecciones, si es que reciben alguna. También tienen mayor riesgo de contraer el virus porque no pueden tomar descansos remunerados y buena parte de sus labores (recolectores de basura, vendedores ambulantes, personal de limpieza, personal de reparto) son esenciales.

El presidente Andrés Manuel López Obrador ya anunció un paquete de estímulos económicos de 2,500 millones de dólares para mitigar los efectos de la pandemia. Se tiene planeado crear un programa de préstamos para las pequeñas empresas.

Los comerciantes en La Dalia no parecían muy esperanzados. Casi todos los locatarios con los que hablé mencionaron el descenso en la afluencia de clientes. “Nunca había visto el mercado así, nunca”, me dijo Verónica Mora, “y he trabajado aquí 30 años”. Corta el pollo crudo con tijeras y se queja de su mascarilla. “Aquí vendemos comida, la gente necesita comida. Así que no todo está tan mal, pero la situación nos afectará. Estoy segura”.

El Mercado La Dalia, en Ciudad de México, en el barrio de Santa María la Ribera, todavía tiene cierta actividad, aunque se ha restringido el número de personas que pueden ingresar. (Meghan Dhaliwal/FTWP)
El Mercado La Dalia, en Ciudad de México, en el barrio de Santa María la Ribera, todavía tiene cierta actividad, aunque se ha restringido el número de personas que pueden ingresar. (Meghan Dhaliwal/FTWP)

Una cosa que no asusta a muchos es el propio virus. He escuchado varias teorías que van desde proclamas religiosas de protección hasta la idea de que si comes sano y haces ejercicio, el virus no puede hacerte daño.

Javier Sánchez desgrana un maíz en el puesto que comparte con su hermano. (Meghan Dhaliwal/FTWP)
Javier Sánchez desgrana un maíz en el puesto que comparte con su hermano. (Meghan Dhaliwal/FTWP)

Caminé por el mercado y vi a la mayoría de los vendedores usando mascarillas, aunque algunos la tenían puesta alrededor de la barbilla o cubriendo solo la boca. Era casi imposible mantener la distancia requerida de dos metros entre las personas, y parecía que no había interés en hacerlo. Hace unos días, el mercado puso restricciones en cuanto al número de personas que puede entrar a comprar. Benjamín López, que ha trabajado en el mercado durante 27 años, dijo que usa su mascarilla cuando sale del mercado pero piensa que no la necesita aquí. “La gente tiene mucho miedo. Creo que lo que necesitan en verdad es información, información real”.

Puestos cerrados en el mercado, cubiertos con mantas o sábanas.
Puestos cerrados en el mercado, cubiertos con mantas o sábanas.
Juan Sánchez dice que su madre se preocupa por él y su hermano, y que reza por ellos todos los días.
Juan Sánchez dice que su madre se preocupa por él y su hermano, y que reza por ellos todos los días.
Claudia González está preocupada, incluso aunque ella vende productos de limpieza, con mucha demanda en la pandemia. "El coronavirus no nos asusta tanto, pero tenemos mucho miedo por nuestros ingresos".
Claudia González está preocupada, incluso aunque ella vende productos de limpieza, con mucha demanda en la pandemia. "El coronavirus no nos asusta tanto, pero tenemos mucho miedo por nuestros ingresos".

Mientras el presidente de México continúa recibiendo críticas por su lenta respuesta inicial y su actitud displicente, los hospitales públicos ya enfrentan la escasez de equipo sanitario para la protección del personal. E incluso si la industria de dispositivos médicos de México, con un valor estimado de 17,000 millones de dólares, aumenta la producción de camas de hospital y componentes para respiradores, muy pocos se quedarán en el país.

Los productos, elaborados en su gran mayoría en fábricas que son propiedad de corporaciones estadounidenses, llegarán a casi todos los hospitales de Estados Unidos. Muy pocos permanecerán en México.

Una de las entradas al Mercado La Dalia, que normalmente están llenas. (Meghan Dhaliwal/FTWP)
Una de las entradas al Mercado La Dalia, que normalmente están llenas. (Meghan Dhaliwal/FTWP)

En La Dalia, Javier Sánchez limpia el grano de una mazorca de maíz. En el puesto que dirige con su hermano Juan no se habla de las fases de contención del virus ni del impacto de la cepa en el sistema de salud público. Ninguno de los dos dice si está preocupado por el virus, pero Juan comenta que su anciana madre se preocupa por ellos y le ruega a Dios que proteja a sus hijos cada día. “De verdad no nos queda de otra”, explica Juan. “Así que aquí estamos. Estaremos aquí hasta que cierren nuestros puestos. Vuelva pronto”.

Meghan Dhaliwal es una fotoperiodista que vive en Ciudad de México.

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