¿Estas elecciones abrirán una nueva ruta en Venezuela?

Funcionarios del Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE) ofrecen tutoriales de cómo votar en Caracas, Venezuela, el 11 de noviembre de 2021. Las elecciones regionales se realizarán el 21 de noviembre. (Miguel Gutierrez/EPA-EFE/Shutterstock)
Funcionarios del Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE) ofrecen tutoriales de cómo votar en Caracas, Venezuela, el 11 de noviembre de 2021. Las elecciones regionales se realizarán el 21 de noviembre. (Miguel Gutierrez/EPA-EFE/Shutterstock)

Venezuela llega a las elecciones regionales del 21 de noviembre con cambios y novedades respecto a comicios anteriores. En estos se elegirán 23 gobernadores y 335 alcaldes, así como miles de legisladores regionales y concejales, y serán los primeros en más de 15 años en los que hay observadores internacionales.

Este tipo de elección no ameritaba observación internacional, pero su presencia fue una de las peticiones que hicieron los partidos mayoritarios de oposición para participar, lo cual no hacían desde 2017. Por ello se desplegó una misión de observación de la Unión Europea, un equipo del Centro Carter y un panel de expertos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Esto ocurre mientras la crisis de escasez de productos esenciales, que ha afectado al país los últimos años, parece reducirse debido a que el dólar se ha afianzado como una moneda de transacción cotidiana; la Corte Penal Internacional anuncia que investiga por presuntos crímenes de lesa humanidad a las autoridades venezolanas; y ha crecido la presencia de las agencias de ayuda humanitaria de la ONU.

Este proceso de votación puede ser el inicio para reconstruir la ruta electoral en el país, que ha cambiado en los últimos dos años pero que en el último esto ha sido más visible. Sin embargo, todo es muy endeble todavía.

El cambio se puede notar, por ejemplo, en la ausencia de desabasto crónico. En octubre, mientras preparaba mi viaje a Caracas desde el extranjero, pregunté a varias personas qué productos necesitaban. Desde 2016, en cada retorno a mi país me pedían llevar medicinas, toallas sanitarias, jabón, pasta dental o alimentos. Esta vez, todos me dijeron: “Aquí hay de todo, pero debes de traer dinero”.

El gobierno de Nicolas Maduro está sumido en deudas, con una hiperinflación de casi cuatro años y con un margen de maniobra reducido por las sanciones internacionales, lo cual ha llevado al país a una dolarización de facto que, según el propio Maduro, ha sido una “válvula de escape”.

Hoy, de la mano de un gobierno que se dice socialista, parece que la única regla del mercado parece ser que no hay reglas, lo cual ha profundizado la brecha entre quien tiene acceso a moneda extranjera —ya sea por remesas o empleo— y quien no: el sueldo de un profesor universitario no pasa de 10 dólares mensuales y el servicio de un taxi puede costar esa misma cantidad.

En las calles el uso del dólar es habitual y abierto, incluso en los sectores populares: en cualquier expendio aceptan pagos en efectivo y en muchos también con euros. En una misma operación se puede combinar divisas extranjeras con bolívares, y diferentes modalidades de pago como transferencias a través de aplicaciones como Zelle. El 16 de noviembre la tasa de cambio oficial se ubicaba a 4.5. La tasa paralela puede llegar a los cinco bolívares por dólar.

También se rompió el tabú del precio de la gasolina: pasó de ser casi gratis —con menos de 25 centavos de dólar era posible llenar un tanque de 40 litros— a un esquema mixto. Quien tiene acceso a divisas extranjeras puede surtir un tanque por 20 dólares; si no, debe pasar más de 24 horas en una fila donde pagará un dólar debido al subsidio del gobierno, aunque es posible que se vaya a casa con el tanque casi vacío y lo máximo que puede obtener con este sistema son 120 litros mensuales.

Sin embargo, debo decir que desde que llegué a Caracas la he sentido como un snow globe: esos domos de plástico rellenos de líquido que encierran paisajes en miniatura y que cuando los agitas crees que algo se mueve, pero luego todo vuelve a lo mismo. La capital de Venezuela es una gran burbuja y, por lo que he visto y me han dicho mis paisanos, no tiene mucho que ver con el resto del país.

Dentro de los cambios en cuestiones políticas está la escogencia de un nuevo Consejo Nacional Electoral, que empezó a romper el círculo vicioso de la negativa de la oposición a participar en elecciones, pues señalaban que no había condiciones para ello. En estos comicios, la mayoría de la oposición se incorporó al proceso.

Aún así, las encuestas siguen mostrando el desencanto de la población frente a las organizaciones y liderazgos partidistas. La oposición llega fraccionada a este proceso, con candidaturas múltiples —lo cual dispersa la votación— y los grupos tradicionales han sufrido un desplazamiento por parte de otros surgidos de sus propias filas.

Los líderes de estas corrientes son alcaldes que ya en 2020, cuando los partidos mayoritarios anunciaban un boicot electoral, habían decidido que participarían en estas votaciones. Aunque los más visibles son los del área metropolitana de Caracas, también tienen presencia en otras regiones del país.

Hay otro sector de partidos que ha promovido la tesis de la participación, pero que en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2020 sufrió descalabros.

En donde no hay alteraciones es que el chavismo gobernante se prepara para ganar. Tiene candidaturas únicas, una base de apoyo amplia que se caracteriza por acudir a las urnas, y cuenta con recursos para movilizar electores. También suele usar tácticas para coaccionar el voto y espantar a los electores de oposición. De las 23 gobernaciones en disputa, se calcula que las oposiciones ganarán un mínimo de tres y un máximo de cinco.

Luis Vicente León, presidente de la firma Datanalisis, señala: “Los cálculos de abstención ubican la participación estimada entre 40% y 50% de los electores”. Destaca que “la fuerza opositora es mayor en parte importante del corredor electoral principal: Miranda, Zulia, Lara, Mérida, Nueva Esparta”.

La analista Mireya Rodríguez señaló que uno de los escenarios posibles en estas elecciones es que la población, “harta de tanta indignidad, perciba una serie de oportunidades, diferentes de eventos electorales anteriores, que podrían abrir una posibilidad a un cambio". Esto podría implicar un voto masivo en contra de los candidatos maduristas.

En el aspecto internacional también hay cambios, pues ha aumentado la presencia y la acción de las agencias de la ONU con fines humanitarios: hasta el 5 de noviembre había 160 organizaciones internacionales y nacionales trabajando en el país. En los primeros seis meses de este año la ONU entregó en Venezuela 279.4 millones de dólares en ayuda, más que en todo 2020. Es posible que esta ayuda esté mitigando los efectos de la emergencia humanitaria que vive el país.

Sin embargo, los problemas de fondo en Venezuela aún persisten. Uno de los temas de esta campaña es la falta de acceso al agua potable, de lo cual ni Caracas se salva. Pese a que los productos básicos ya pueden comprarse, aún faltan servicios públicos esenciales como la salud, transporte e internet.

Hay, de todas formas, una dignidad cotidiana. La percibo en las personas con las que he hablado y las organizaciones que insisten en torcerle el rumbo al desamparo al cual el liderazgo político ha llevado al país. Veo estos comicios como un ejercicio de resistencia democrática para empezar a reconstruir la ruta electoral. Un camino tortuoso, pero no imposible.

Luz Mely Reyes es periodista y analista política. En 2015 cofundó el medio independiente ‘Efecto Cocuyo’, del que es directora.

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