Estatut ambicioso: allá donde se cruzan los caminos

Estatut ambicioso: allá donde se cruzan los caminos. Xavier Vendrell, secretario de organización de Esquerra Republicana de Catalunya (EL PAIS, 27/08/05):

Una de las ventajas que nos proporciona el mes de agosto es la posibilidad de entregarnos a una lectura más reposada de los periódicos, con tiempo y -si las condiciones son óptimas- desde una cierta distancia de la que podemos disfrutar algunos días incluso los políticos, aunque sea pegados a un teléfono móvil y a un ordenador portátil.

Fue en este contexto que pude sumergirme en el artículo que el pasado sábado Ernest Maragall (miembro de la Comisión Ejecutiva del PSC) publicaba en EL PAÍS bajo el título Estatut: callejón sin salida o calle mayor. En él recopilaba una serie de reflexiones veraniegas que, a pesar de ser veraniegas, contenían un alto nivel de enfado y revelaban un cierto nerviosismo que parece que se ha apoderado, durante este mes de agosto, de la cúpula del partido socialista. ¿El motivo? La propuesta de ERC, secundada posteriormente por CiU, de invocar a los derechos históricos de Cataluña como vía para blindar determinadas competencias en el nuevo texto estatutario.

Conoce de sobras Ernest Maragall mi respeto y mi admiración por su trabajo incansable en el Govern y conoce también de sobras, el colega Maragall, mi obsesión -creo que compartida- por diferenciar siempre la política de partido de la política del Govern. Por eso me veo con la necesidad de recordar, una vez más, algo que deberíamos tener siempre presente: el Estatut no lo hace el Govern de la Generalitat, sino el Parlament de Catalunya. Y es por eso por lo que el Grupo Parlamentario de ERC en la ponencia que ha elaborado el texto estatutario ha trabajado con independencia y con la finalidad de ser fiel a sus convicciones ideológicas, de ser coherente con su trayectoria, de ser leal a su electorado y, por encima de todo -siempre está por encima de todo-, de ser fiel al país.

Y quizá, para entender dónde hemos llegado, en qué encrucijada nos encontramos ahora, es necesario retroceder unos meses y plantearnos ciertas preguntas, como hace Maragall en el citado artículo.

¿Dónde estábamos hace 20 meses? Recontando los votos que testificaban otra derrota electoral consecutiva del PSC. Porque si alguien salió perdedor de la noche del 16 de noviembre de 2003 no fue, precisamente, Convergència i Unió. Y si finalmente pudimos celebrar la constitución de un Govern catalanista y de izquierdas fue por una decisión de Esquerra que puso como condición sine qua non, además de un programa político socialmente potente como el del Tinell, que ésta fuera la legislatura del nuevo Estatut y del nuevo modelo de financiación, la legislatura del Estatut ambicioso que llevábamos más de dos décadas reclamando en solitario desde la oposición. Existió el compromiso del PSC y existió el pacto de gobierno.

¿Dónde estábamos hace 12 meses? Se había constituido ya la ponencia del Estatut en el Parlament y teníamos acuerdos previos necesarios para iniciar el trabajo. Nos comprometimos todos los grupos parlamentarios a hacer un Estatut que no rebasara los límites impuestos por la Constitución. Y así lo hicimos. Nos comprometimos todos a incluir en el Estatut las bases para un nuevo modelo de financiación que pusiera fecha de caducidad al déficit fiscal catalán. Y así lo hicimos, y en ese caso con una propuesta firmada por los tres partidos que apoyan al Govern -la única propuesta que trasladamos juntos a la ponencia y que ERC defiende con el convencimiento de que es una muy buena propuesta, renunciando a nuestro planteamiento original en pro del consenso-. Y nos comprometimos, por último, a buscar un modo de blindar las competencias, entre ellas las que ya eran propias de la Generalitat en el Estatut del 79 pero que el Estado español nos había ido laminando año tras año, ley tras ley. Acordamos, pues, un redactado detallado, minucioso, que no dejara lugar a duda, que no ofreciera brechas por donde la maquinaria legal estatal pudiera colarse. Había acuerdo mayoritario en la ponencia. Hasta que un día llegaron por sorpresa los diputados socialistas Iceta y Santos proponiendo unilateralmente y de forma incomprensible un redactado abreviado, "compactado". Y es aquí -no en otro momento- donde los caminos del Estatut se bifurcan, donde los responsables del PSC se desvían de la ruta del consenso y, con un golpe de timón, se meten en ese callejón sin salida metafórico al que tanto recurren últimamente.

En ese punto del camino, ERC encuentra a CiU, y se da esa "mayoría nacionalista" (sic) que al señor Ernest Maragall le pone los pelos de punta. Y, francamente, no entiendo el motivo de tal inquietud: ERC nunca ha ocultado importantes coincidencias ideológicas con CiU. Más lógico sería que la inquietud de Maragall proviniera de la gran cantidad de aspectos en los que el PSC y PP coincidían en solitario, frente a las otras fuerzas políticas representadas en la ponencia.

ERC reivindica los derechos históricos como en diciembre de 2002 los reivindicó el PSC en el Parlament, firmando un documento que se incluyó en las conclusiones finales de la Comisión para el estudio y mejora del Autogobierno (léase el Boletín Oficial del Parlament de Cataluña, número 366 del 5 de diciembre de 2002) y en el que los socialistas catalanes se mostraban claramente partidarios a incluir los derechos históricos en la reforma estatutaria como vía para mejorar el nivel de autogobierno. Pero por aquel entonces, el PSC esperaba turno en la oposición y el PSOE veía su camino hacia La Moncloa mucho más largo de lo que fue en realidad. Y, claro está, no existía el término "confianza federal", una nueva terminología política que por lo visto se usa para referirse a una supuesta relación idílica entre Cataluña y España basada en eso que siempre nos ha pasado factura a los mismos: la confianza. Como si los siglos de historia de experiencia de Cataluña no existieran. O como si los permanentes contactos entre PSC y PSOE en torno al Estatut fueran la representación plástica de la confianza federal mutua...

Pero el cambio de escenario político no ha hecho cambiar ni un milímetro la voluntad de ERC de redactar un Estatut ambicioso. No compramos un paquete que incluye la permanencia en el Gobierno y un Estatut de "ir tirando", al contrario. Por eso no nos suena en absoluto a amenaza una posible rotura del Govern porque, sinceramente, no nos da miedo alguno encontrarnos mañana en la oposición. Lo que nos daría auténtico miedo es levantarnos un día y darnos cuenta de que no hemos hecho todo lo posible, todo lo que estaba en nuestras manos, para mejorar nuestro país dándole las herramientas necesarias: Estatut y financiación.

Y quizá sea desde esta tranquilidad que da no tener nada que esconder, que enfocamos la recta final del debate del Estatut sin atender a amenazas, con espíritu de trabajo y consenso y con el convencimiento de que vamos a reencontrarnos, todos, allá donde se cruzan los caminos para aprobar un buen Estatut para Cataluña.