Estella, el oasis católico

Por José Luis de la Granja Sainz, catedrático de Historia Contemporánea de la UPV-EHU (EL CORREO DIGITAL, 24/06/06):

Hace unas semanas, en este mismo diario, Idoia Estornés recordaba los '75 años del Estatuto de Eusko Ikaskuntza', la Sociedad de Estudios Vascos, que lo ha reeditado en facsímil con motivo de esta efeméride. Dicha historiadora mencionaba varios 'hijos' nacidos de ese Estatuto, entre ellos el más importante, el Estatuto de Estella, al cual consideró con acierto «un hijo nacionalista y confesional» del texto redactado por Eusko Ikaskuntza.

En este mes de junio se ha cumplido también el 75 aniversario de su aprobación en la asamblea de municipios vasco-navarros reunida el 14 de junio de 1931 en Estella; de ahí el nombre con el que ha pasado a la historia. En este caso, el hijo tuvo más importancia que su progenitor, pues su texto fue llevado a las Cortes constituyentes de 1931, donde fracasó enseguida por su flagrante inconstitucionalidad. Merece la pena analizar la efímera vida del controvertido y mitificado Estatuto de Estella.

No cabe confundirlo, como se ha hecho a menudo, con el de Eusko Ikaskuntza, porque las diferencias entre ambos fueron sustanciales debido a las enmiendas introducidas durante la primera quincena de junio de 1931: primero, por el PNV y la Comunión Tradicionalista; después, por la gran mayoría de los ayuntamientos guipuzcoanos en Azpeitia, y, por último, por tres cuartas partes de los ayuntamientos vasco-navarros en Estella.

Si el de Eusko Ikaskuntza fue un proyecto consensuado entre personalidades políticas y culturales de muy diversa ideología, el de Estella fue un proyecto partidista, obra de las derechas vascas, que lo marcaron con una impronta clerical y foralista. Su principal seña de identidad fue el famoso Concordato vasco, mediante el cual nacionalistas y carlistas trataban de convertir a Euskadi en un oasis católico en el que no pudiera aplicarse la legislación laicista de la II República. Tal intento fue tachado de 'Gibraltar vaticanista', expresión atribuida al ministro socialista Indalecio Prieto, enemigo acérrimo del Estatuto de Estella y el que más contribuyó a su fracaso.

¿De quién partió la iniciativa de cambiar un proyecto laico, como era el de Eusko Ikaskuntza, por otro confesional? Todavía hoy es una incógnita no despejada por falta de pruebas documentales fehacientes, aunque es plausible la hipótesis de la intervención de sectores eclesiásticos, habida cuenta de la influencia que la Iglesia tenía sobre los dos partidos católicos que aprobaron la enmienda del Concordato: el PNV y la Comunión Tradicionalista.

La cláusula concordataria no fue la única inasumible por las izquierdas vascas. Hubo otra enmienda, también de ambos partidos, que negaba los derechos políticos a los inmigrantes que llevasen menos de diez años de residencia en el País Vasco. Además, el Estatuto de Estella reivindicaba la restauración foral, meta política del PNV y del carlismo vasco-navarro, y admitía un sufragio 'tradicional', distinto del sufragio universal. Así pues, adolecía de defectos importantes desde un punto de vista democrático.

Nada más ser aprobado en Estella, su texto fue el cimiento de la coalición del PNV y la Comunión Tradicionalista, que concurrió a las elecciones constituyentes del 28 de junio y obtuvo quince diputados frente a los nueve del bloque republicano-socialista liderado por Prieto. Al vencer en las urnas, las derechas vascas consideraron plebiscitado su proyecto y no lo sometieron a referéndum, a diferencia del Estatuto catalán, que había sido consensuado y refrendado popularmente en agosto de 1931.

El Estatuto de Estella contribuyó a la bipolarización vasca de 1931, debida a la candente cuestión religiosa, que fue perniciosa para el proceso autonómico en el primer bienio republicano durante los gobiernos de Alcalá-Zamora y de Azaña. Es cierto que las derechas católicas eran mayoritarias en Euskadi y Navarra, pero su mayoría no fue abrumadora, pues en los citados comicios consiguieron el 56% de los votos frente al 44% de las izquierdas. Éstas controlaban las cuatro capitales y los municipios vasco-navarros más poblados e industriales, que no acudieron a la asamblea de Estella y sumaban cerca de la mitad de la población de las cuatro provincias.

Tras el conflictivo y violento verano de 1931, en el que se llegó a hablar de un clima de guerra civil en Vasconia, el proyecto estellés fue entregado en Madrid al presidente Alcalá-Zamora por cuatrocientos alcaldes, encabezados por José Antonio Aguirre, alcalde de Getxo y diputado del PNV, el 22 de septiembre. Apenas tres días después, las Cortes constituyentes lo taponaron al aprobar el 'Estado integral' y la 'Organización nacional' de la Constitución republicana, absolutamente incompatible con el Estatuto de Estella, que naufragó sin ser siquiera discutido en el Parlamento español.

A pesar de ello, los quince diputados de la minoría vasco-navarra continuaron el debate constitucional hasta su retirada de las Cortes el 15 de octubre en protesta por la regulación de la cuestión religiosa: la disolución de la Compañía de Jesús, la prohibición de la enseñanza a las congregaciones, la extinción del presupuesto del clero, etcétera. Era una prueba de que al PNV y a la Comunión Tradicionalista les unía mucho más la religión que la autonomía; de ahí que la coalición de Estella fuese más un bloque católico que autonomista. Así lo corrobora la actuación posterior de los diputados carlistas José Luis Oriol y el conde de Rodezno, quienes se opusieron al proyecto estatutario de 1932-1933 y se sumaron a la sublevación militar de 1936, enemiga de las autonomías regionales.

Al contrario del carlismo, para el PNV la consecución del Estatuto vasco era un objetivo político prioritario. Por eso, haciendo caso del pragmatismo de Manuel Irujo, rectificó su rumbo antirrepublicano de 1931 y colaboró en la elaboración de un nuevo proyecto, el de las Comisiones Gestoras provinciales, negociado con las izquierdas en el marco de la Constitución republicana en el primer semestre de 1932.

Si el Estatuto, aprobado por la mayoría de los ayuntamientos y del pueblo vasco en referéndum en 1933, no fue ratificado por las Cortes hasta el 1 de octubre de 1936 y sólo tuvo vigencia en la Guerra Civil, ello obedeció a la confluencia de bastantes problemas políticos, tanto externos a Euskadi como, sobre todo, internos, debidos a la falta de entendimiento entre las fuerzas vascas, las cuales instrumentalizaron la autonomía en aras de alcanzar sus objetivos partidistas.

En suma, lo que he denominado 'el error de Estella' de 1931 fue el intento fallido de las derechas nacionalistas y carlistas de transformar a Vasconia en un oasis católico dentro de la República española laica, basándose en una mayoría católica y provocando la polarización de la sociedad vasca en dos bloques electorales antagónicos. Esto hizo imposible el logro temprano de la autonomía, a diferencia de Cataluña, que tuvo su Estatuto en 1932. A lo largo de la República se desarrolló el pluralismo político vasco, que acabó concretándose en el Estatuto de 1936, fruto del pacto entre el PNV de Aguirre y el Frente Popular de Prieto, gracias al cual nació Euskadi como una realidad jurídico-política por vez primera en la historia.