ETA garantiza la unidad de España

Las democracias pluralistas habían conocido, en mayor o menor medida, el conflicto derecha/izquierda como contraposición de sistemas (capitalismo/socialismo), algo que hoy parece cosa del pasado. En cambio, en algunas se ha reafirmado el tradicional conflicto centro/periferia que, a veces, tiende a monopolizar el debate político. En la Unión Europea, en prácticamente todos los casos menos en el vasco, este conflicto está canalizado democráticamente (en el Reino Unido o Bélgica, por ejemplo).

Los razonamientos de la denominada "izquierda abertzale" suelen partir de dos apriorismos: 1) la "solución" del conflicto exige un nuevo marco político y 2) no es tiempo de "condenas" porque no ayudan a encarar el "proceso". En realidad, hay conflictos que tal vez pueden no tener solución, pero las democracias permiten no sólo la "conllevancia", sino debatir pacíficamente sobre diversas alternativas posibles. Por tanto, a lo mejor el conflicto vasco es irresoluble, pero hoy no es comprensible que una de sus expresiones siga siendo violenta. Además, tampoco se entiende qué problema puede tener un demócrata en condenar la violencia. Se trata de algo consustancial, no es sólo cuestión moral, sino política: los medios violentos pervierten por completo el fin deseado y, de hecho, lo hacen inalcanzable en la UE.

En democracia no es admisible que una formación política esté al servicio de una suerte de "ejército privado" que puede liquidar físicamente a su antojo a sus rivales de modo inapelable si lo estima necesario para su causa. Así no sólo no hay juego democrático equitativo posible, es que la "izquierda abertzale" se sitúa al margen de la política y de la mentalidad pluralista que compite dentro de estrictos parámetros democráticos e institucionales.

La autodeterminación es una de las cuestiones políticas más controvertidas. Es un principio delicado a la hora de concretarlo empíricamente por los problemas que surgen a la hora de definir el sujeto titular (el "pueblo"), el territorio de aplicación y el procedimiento (tipo de consulta, mayorías, garantías, etcétera). De ordinario, todos los nacionalistas periféricos exigen que el Estado se reconozca como plurinacional, pero ellos nunca admiten de buen grado que sus comunidades puedan albergar grupos de ciudadanos con lealtades nacionales duales o bien distintas de las deseadas por ellos. En suma, se reclama la heterogeneidad estatal, pero se afirma la homogeneidad de la propia comunidad nacional, algo empíricamente incierto.

En Euskadi hay pruebas más que abundantes de la pluralidad de opciones nacionales entre los ciudadanos que hacen muy divisiva la cuestión de la autodeterminación. No obstante, en democracia cabe admitir la posibilidad de que tal principio pueda llevarse a la práctica mediante algún tipo de consulta popular bajo determinadas condiciones. Sin embargo, mientras exista ETA es imposible: 1) porque introduce un factor objetivo de coacción y chantaje que distorsionaría cualquier resultado y 2) porque en democracia no se puede aceptar que un Estado ceda a la pretensión de un grupo armado ilegal de convocar una consulta territorial en los términos que éste pretenda.

Lo que más sorprende es que los 150.000 votantes globales de la "izquierda abertzale" no lo entiendan. Si realmente desearan intentar llevarla a la práctica: 1) deberían ser los más interesados en pedirle a ETA que se disolviera y 2) deberían marcar un perfil propio para emanciparse de la dirección militar e imponer su liderazgo político. En este sentido, es incomprensible la sumisión a los dictados de ETA no sólo de los dirigentes de la "izquierda abertzale", sino especialmente de votantes que han mostrado una asombrosa fidelidad electoral.

Es imposible que cualquier Gobierno español pueda negociar la concreción del principio de la autodeterminación mientras exista la "tutela" de ETA. Con esta organización terrorista está garantizado que no podrá celebrarse consulta alguna. Una eventual consulta de este tipo exige la disolución previa de ETA y que pase bastante tiempo para que todas las opciones democráticas puedan defenderse públicamente.

Sin duda, para los españolistas varios una ETA "de baja intensidad" es un mal menor asumible, pues mientras siga en activo hace imposible iniciar siquiera cualquier negociación sobre la autodeterminación. Así que es llamativo constatar que el electorado de la "izquierda abertzale" no vea que el mantenimiento de ETA proporciona el mejor argumento objetivo para no debatir democráticamente el principio de la autodeterminación. La conclusión parece clara: con ETA las posibilidades de concretar la autodeterminación son igual a cero, sin ella no son muy grandes, pero no serían nulas. Problema no menor es el de que, hasta ahora, no hay precedentes en la UE de secesiones internas de Estados miembros aceptadas por los demás socios.

En todo caso, la falta de visión estratégica al respecto va más allá de la "izquierda abertzale" pues ver a dirigentes de Eusko Alkartasuna, un partido democrático, abrazar y aplaudir a Pernando Barrena, conocido miembro de aquélla, implica que la solidaridad comunitaria prima sobre la democrática. Añádase a ello la increíble equiparación de atentados terroristas y sentencias judiciales hecha por el lehendakari, síntomas todos ellos de que el problema vasco, hoy por hoy, no tiene solución.

Cesáreo Rodríguez-Aguilera, catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Barcelona.