ETA se disuelve, pero no muestra dignidad

No tengo la certeza de la secuencia del derrumbe moral que nos hace testigos de cómo sucumben la memoria, la verdad, la dignidad y la justicia. Me inclino a creer que es el olvido el que provoca la caída del castillo de naipes, que tanto las víctimas del terrorismo como gran parte de la sociedad levantaron con su coraje cívico. Pero sigo creyendo que la memoria de tantas décadas de dolor que ETA nos provocó sigue viva en España, y que solo ocultando la verdad, atacando la dignidad y tambaleando la justicia se está borrando de la mente y de la conciencia de la mayoría de los españoles. Y a esta poca honrosa hazaña de agilizar el paso a un olvido que carga con demasiados muertos y heridos a sus espaldas se están brindando demasiados actores, a los cuales les preguntaría simplemente ¿por qué?

¿Por qué hay jueces que favorecen, con una muy particular interpretación de la ley, que los delitos de humillación a las víctimas queden impunes? ¿Por qué insultar a las víctimas de ETA puede salir gratis a tuiteros o titiriteros? ¿Por qué casi nunca se frenan los homenajes a los terroristas, aun sabiendo el dolor que ello provoca a sus víctimas?¿Por qué quienes tendrían que ser condenados por enaltecimiento del terrorismo sortean la red judicial?¿Por qué quienes deberían ser tratados como escoria son recibidos como héroes con total impunidad? ¿Por qué se pagan con dinero público en el País Vasco y Navarra mapas de la memoria donde el etarra asesino figura como torturado, mientras que su víctima es ignorada o en el mejor de los casos equiparada a su asesino? ¿Por qué la mayoría de las familias golpeadas por ETA han tenido que abandonar la tierra que las vio nacer, mientras los terroristas y quienes les apoyan viven en ella, paseando con la cabeza alta? ¿Por qué hay Tribunales de Derechos Humanos con muy escasa sensibilidad hacia quienes han padecido el terror de ETA? ¿Por qué se tiende a olvidar que ETA mató solo porque hoy ya no mata? ¿Por qué quienes tienen la potestad para actuar prefieren acomodarse a los tiempos y no dan la batalla de la justicia y la dignidad, argumentando que está perdida de antemano? ¿Por qué las víctimas vivimos hoy con preocupación ante esta derrota que los terroristas y su entorno venden ahora como un triunfo político-militar? ¿Por qué el alcalde de Villava brindó en las fiestas por el asesino de Alberto y Ascen y se defendió diciendo que la normalización no llegaba pese al cese de la actividad armada? ¿Qué esperan de nosotros?

Qué miedo me da la palabra normalización en boca de los de Bildu y de los nacionalistas de todo pelaje. Normalizar para ellos es imponer su credo. Lo que quieren ETA y quienes les apoyan y defienden es que admitamos como normal lo que no lo es. Que consideremos moral lo que es una inmoralidad. Que asumamos como legal lo que debería ser ilegal, y como justo lo que es profundamente injusto.¿O acaso en cualquier lugar de Europa, a los terroristas de Daesh o Al Qaeda, que asesinaron en Madrid, París, Londres, Berlín, Bruselas y Barcelona, entre otras ciudades, se les harían homenajes, se brindaría en su honor, se consentirían manifestaciones pidiendo su salida de las cárceles, se les trataría como a héroes y se permitiría que sus cómplices políticos estuvieran en las instituciones? La respuesta es no. Y si esa es la «normalización» que quieren imponernos quienes solo deberían bajar los ojos ante nosotros, prefiero salirme de la norma.

Estos andan de nuevo con sus juegos de siempre, con o sin pistolas. Ahora parece que la organización terrorista ETA anuncia sin asomo de arrepentimiento y con la soberbia que les caracteriza que ha llegado al fin de un ciclo y que ha cumplido su función. Menuda función. Sesenta años sembrando el terror en España. Se hacen encuestas entre los terroristas para ver qué deciden hacer. Y yo no solo me indigno, sino que me hecho a temblar. Porque no son ellos los que tienen que decidir nada, sino el Estado el que debe velar por el derecho a la libertad, la seguridad y la justicia de todos los españoles. Porque si así no fuese, el precio de la disolución de ETA lo pagaríamos las víctimas, y espero que no tengamos que volver a sacar la cartera del dolor, porque ya no nos quedan lágrimas ni ganas de festejar una victoria que sería incompleta si viniera acompañada de concesiones inmerecidas. La sensibilidad hacia las víctimas es inútil si no se traduce en hechos.

Teresa Jiménez-Becerril, eurodiputada del Partido Popular.

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