ETA y la memoria sin significado político

"Sentimos su dolor", teatraliza Otegi mientras legitima el terrorismo etarra culpable de ese dolor. Sin escrúpulos, el PSOE transforma la propaganda en un "punto de inflexión" elogiando las vacuas palabras de quien continúa justificando el asesinato de cientos de ciudadanos. Amortizados quedan los crímenes e indultados quienes asesinaron para imponer ese proyecto nacionalista manchado de sangre que aún reivindican: la rehabilitación del terror nacionalista que Sánchez necesita tanto como Otegi.

Antes del "cese definitivo de la actividad armada" en octubre de 2011, Joseba Arregi ya advirtió en EL MUNDO sobre lo que el "discurso oficial" omitía: "La libertad sigue en peligro en Euskadi porque ahora el proyecto nacionalista radical de ETA -excluyente de todo lo que no sea nacionalista- se puede llevar a cabo como proyecto que viene cual rama de olivo en el pico de la paloma de la paz". Este gran referente cívico recientemente fallecido prevenía: "Lo importante, se nos dice desde las instancias que construyen el pensamiento correcto, es que Sortu y Bildu apuestan por emplear en el futuro sólo medios políticos". Diez años después, se remata ese discurso falseado con eslóganes como este: ETA ha sido derrotada y ningún precio político se pagó. Sin embargo, como Arregi advirtió: "El final de ETA requiere algo más que la desaparición de la organización terrorista. Requiere enfrentarse abiertamente con el proyecto nacionalista radical que ha dotado de sentido, de significación y de legitimación al terror de la banda. En caso contrario, seguiremos sin enterrar a los muertos, pensando que así desaparecerán y dejarán de entorpecer nuestros sueños de futuro".

ETA y la memoria sin significado políticoArregi pensaba que "hay razones para afirmar que ETA ha sido derrotada por el Estado de derecho. Pero también para afirmar que esa derrota está lejos de ser completa". También cuestionó el discurso oficial Mikel Azurmendi, otro valiente ciudadano fallecido en agosto: "Sin lugar a dudas, ETA no ha salido derrotada". Ángeles Escrivá, periodista de EL MUNDO, definió como "agridulce" un final de la violencia lastrado por "cantidad de cesiones por parte de los demócratas". Otros corean el cómodo mantra de la derrota de ETA para eludir las responsabilidades de los demócratas en ese imperfecto final. Así encubren que, como señaló Azurmendi, "las instituciones del Estado y los partidos políticos democráticos no han sido capaces de que el terrorista con múltiples asesinatos haya sido juzgado políticamente".

ETA no alcanzó sus objetivos estratégicos, pero sí otros logros significativos al renunciar el Estado a exigir la necesaria derrota política del terror, conformándose solo con el cese de la violencia. Arregi definió así la derrota política de ETA: "La convicción a la que debieran llegar todos los partidos políticos en la medida en que fueran democráticos, de que cada asesinato representa la imposibilidad política de que el proyecto de ETA, ni nada que se le pueda parecer, pueda ser nunca realidad en la sociedad vasca". Como lamentó Azurmendi, "jamás alegó el PNV que bastaba un solo asesinato para descalificar la meta del separatismo», «jamás sostuvo el PNV la postura moral de renunciar al separatismo" por esos crímenes. Tampoco ahora opta por la decencia y obvia que sus fines nacionalistas están necesariamente contaminados por el terrorismo etarra. En cambio, el PNV rentabiliza la coacción para reforzar su hegemonía con la complacencia de un Gobierno de España que se apoya en los dos brazos del nacionalismo: el terrorista y el que legitimó su ideología.

Tanto el Gobierno vasco como el español promueven una memoria amputada a través de instituciones financiadas con ese fin. El enésimo plan de convivencia del PNV, Udaberri 2024, diluye el terrorismo etarra en un magma de múltiples injusticias, como el racismo o la desigualdad, y otras violencias "de motivación política" que nada tienen que ver con el terror nacionalista que atacó a España. Desaparece el nacionalismo que inspiró a ETA recurriendo a una retórica que no resulta inocua políticamente en ese "nuevo amanecer" que anuncia. Las conveniencias políticas definen también el enfoque del Centro Memorial del Gobierno español, como subraya Antonio Elorza en su libro La invención del nacionalismo vasco. Elorza alerta sobre la "tendencia de los historiadores adscritos al Centro a ir difuminando el incómodo protagonismo ideológico de Sabino Arana. Y por supuesto la conexión ETA-PNV". El profesor Pedro Chacón también señala las carencias del Memorial, "donde la causa de las mayores desgracias y el condicionante mayor de nuestras vidas, esto es, el terrorismo de ETA, se contextualiza y se intelectualiza hasta extremos no diré que obscenos pero sí un punto vergonzantes". La memoria oficialista suele excluir, como siempre hizo el nacionalismo, a quienes denuncian las responsabilidades políticas del PNV en los años del terror. Ese sesgado relato tiene valedores que enfatizan su inequívoca condena de ETA, ignorando la argucia que se hace pasar por historia sobre la que alertó Arregi al referirse a la táctica de algunos historiadores tras la Segunda Guerra Mundial: "Volcar toda la culpabilidad en un único actor identificable, y exonerar así a todos los que no forman parte directa de ese culpable único y bien identificado".

Como Azurmendi avisó, para los cómplices de ETA, "sacar adelante su relato dependía de hacer aceptable su presencia en las instituciones", como hoy ocurre. Ante esa ausencia de justicia política, las apelaciones al "relato" y a la "memoria" se convierten en el instrumento con el que tapar las implicaciones políticas del terrorismo nacionalista y su impunidad. Se critica el relato oficial de la Guerra Civil que difunde el Gobierno mientras se subestima el peligro de un relato oficial sobre ETA como el que promueven las instituciones. Lo ejemplifica el Glosario Audiovisual de las Víctimas del Terrorismo realizado por el Memorial y la Fundación Buesa. Ambos piden la deslegitimación del terrorismo mientras eluden denunciar la legitimación en la que incurre el PSOE al normalizar a Bildu sin condenar la sistemática violación de los derechos humanos de tantos compatriotas. ¿Se pueden entender conceptos de ese Glosario como "deslegitimación de la violencia", "violencia política", "impunidad", "justicia", "derechos de las víctimas", sin mencionar a ETA y al terrorismo nacionalista? En otra entrada, Reyes Mate observa: "Olvido no es solo no acordarse de las víctimas. Olvido es privarlas de significación, es lo que llamamos invisibilización de las víctimas".

En esa línea, un catedrático de Historia explica el significado político del terrorismo, una de las grandes aportaciones de Arregi, sin referirse al ejemplar intelectual, al terrorismo nacionalista de ETA, a los objetivos nacionalistas compartidos por ETA y PNV, a la defensa de la Constitución y del Estatuto a la que obliga el terrorismo etarra. O sea, invisibilizando el verdadero significado político de las víctimas de ETA que Arregi defendió. Invisible también el odio a los españoles por el que ETA mató y su oposición a España por la que el PNV sigue deslegitimando la Constitución. Un historiador del Memorial despacha así los efectos del terror: "Si hacemos un balance de la historia de ETA, lo que consiguió fue matar a más de 850 personas, secuestrar a 86, herir a casi 2.600 y causar un enorme dolor y unos enormes desperfectos públicos". Invisible el impacto de la coacción nacionalista en el tejido político y social vasco.

Reivindica el Memorial un "relato que no oculte la centralidad del terrorismo de ETA y de sus víctimas, pues lo contrario faltaría a la verdad". Pero el relato oficialista vacía de contenido político al terrorismo nacionalista, oculta su vínculo con el PNV y sus graves implicaciones políticas hoy. Entierra el auténtico significado político de las víctimas de una violencia nacionalista rentabilizada por el PNV, inspirada en la ideología que aún ensalza junto con Bildu. Recuerda a las víctimas para olvidar su significación política. Como escribió Mikel Buesa, «a las víctimas se las eleva a un altar abstracto que facilita el extravío del objetivo político fundamental». Diez años después, ¿ETA derrotada?

Rogelio Alonso es catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos y autor, entre otros, de La derrota del vencedor (Alianza, 2018).

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