ETA y los falsos relatos

Desde hace un tiempo hay quienes hablan mucho de «el relato de ETA», del «peligro de que ETA imponga su relato». Quizá porque uno tiene un concepto demasiado alto del arte de narrar, le choca que se use, para referirse a una banda armada, un término que apela a dicho arte y que es un obvio eufemismo. ¿De dónde ha salido esto del relato? Quienes hemos estado toda la vida en la resistencia vasca frente el terrorismo hemos hablado siempre de «la mentira, la patraña, la matraca, las tonterías de ETA». Invocar un género literario para denominar el rollo macabeo que se está contando a sí mismo un grupo de matones es atribuirles a éstos una dignidad intelectual de la que carecen. Y presentar hoy ese hecho como inédito es ignorar el carácter genuinamente fantasioso de esa organización o sobreactuar la reacción ante ella para magnificar su capacidad de imponer nada, ni el relato ni el poema ni la comedia. Aclarado esto, y salvando las reservas expuestas, aceptaré el vocablo «relato» aunque sólo sea para entendernos y convenir en lo que ciertamente tienen de falseamiento de la realidad los pinitos retóricos que amaga la galaxia Bildu o las conclusiones que hizo públicas el 27 de mayo el llamado «Foro Social para impulsar el Proceso de Paz» y que afortunadamente no han encontrado eco fuera del ámbito de lo que llaman «la izquierda abertzale». Que el socialismo vasco no participara en ellas las condena a un puro ejercicio de solipsismo aunque el hecho de que, al descalificarlas, Patxi López puntualizara que «una cuestión aparte es la de los presos» deje abierta una puerta inquietante.

Más preocupante que el Foro Social es la reciente entrega del Premio Guernica, que recogieron las hijas del presidente del PSE-EE y de Otegi. Aquella pantomima debe alertarnos por dos razones: porque fue un alegato a favor de la excarcelación de «los que trabajan por la paz», y porque los socialistas vascos estuvieron metidos en ella hasta las orejas. El partido de Patxi López estuvo allí representado no ya sólo por sus mullidores, el matrimonio Egiguren, sino por una jugosa representación encabezada por José Antonio Pastor e Idoia Mendia. Aquel acto no sólo fue una operación de falsificación del relato del terrorismo, sino la escenificación de que ésta cuenta con la bendición oficial socialista. Nada allí fue inocente. El propio repaso que la niña hizo de la reciente historia vasca con voz de alumno del colegio San Ildefonso cantando el Gordo de la Navidad fue algo más que un relato. Fue un cuento chino. Agradecer, como hizo la teledirigida criatura, «el trabajo por la paz de todos los lehendakaris porque todos han hecho lo que han podido» es no sólo un chiste macabro sino una hiriente lección de desmemoria. Y añadir el «pero sólo uno lo ha conseguido; gracias, Patxi» es sacar matrícula de honor en un curso intensivo de deshonor, sectarismo, tergiversación de la verdad y obscena publicidad política.

No, guapa, tus mayores te han enseñado mal la lección. No es verdad que todos los lehendakaris lo han hecho bien. No lo ha hecho bien ninguno de ellos. Por eso ha durado tanto esta pesadilla. No lo hizo bien aquel Garaikoetxea que atribuía la supervivencia del terrorismo en democracia a la frustración estatutaria, y que ponía un cadáver sobre la mesa del Gobierno para arrancar cada transferencia. No lo hizo bien aquel Ardanza de los años de plomo que se ponía la chaqueta cruzada del dontacredismo institucional para decir aquello de «señores de ETA, dejen de matar», mientras permitía que naciera y creciera la llamada «kale borroca». No lo hizo bien ese Ibarretxe que pactó con el mundo totalitario el chantaje de Lizarra. No lo ha hecho bien Patxi López, que aplaudió la legalización de una ETA que ni se ha disuelto ni ha recorrido el camino hacia la democracia. Atribuirle a él la desaparición de los atentados, o sea, un logro de la política antiterrorista y de la ilegalización de Batasuna, es una falsificación histórica que, puesta en labios de una cría, redobla la bajeza moral de quien la urdió. No, hija, tu corta edad no va a servir para que tus padres nos cuelen una trola. Aquel día en Guernica no sólo se falsificó el relato de ETA sino el de la Guerra Civil y la propia asignatura de ética. Utilizar el drama de las bombas que se cobraron 126 vidas en un tiempo lejano de guerra para desdramatizar las bombas que se han cobrado 857 vidas en un presente tiempo de paz es una vileza. Y en ella ha estado el Partido Socialista de Euskadi. Aquel premio que invoca a las víctimas las negó. Aquel día Guernica negó a Guernica. Y el matrimonio Egiguren nos obsequió con esas lágrimas de cocodrilo a las que se ha aficionado alarmantemente en los últimos tiempos mientras miraba a su hija invocar a Dios de memorieta y reducir medio siglo de tragedia terrorista a un numerito de función colegial: «Pido a los vascos y españoles que recen por la víctimas…»

Hay una breve y famosa película que hoy puede hallarse en Internet en la que Franco y su esposa le hacen a su pequeña hija enviar un mensaje de paz planetario en la misma clave de oración usada por María Egiguren y que es un similar ejercicio de ventriloquía paternofilial. En ella, el general le dice a Carmencita: «Oye nena, ¿quieres decir algo a los niños del mundo?» La cría hace como que duda — «Bueno, ¿pero qué les digo?»— a lo que Franco responde: «Lo que quieras». En ese instante la niña entorna los ojos y dice, en efecto, lo que quiere, lo que diría espontáneamente cualquier chavala de su edad: «Pido a Dios que todos los niños del mundo no conozcan los sufrimientos y las tristezas que tienen los niños que aún están en poder de los enemigos de mi patria a los que yo envío un beso fraternal». La cinta acaba con el brazo en alto de la menor y un «viva España». ¡Pura espontaneidad!

Es una elocuente ironía del destino que los Egiguren acabaran imitando esa iniciativa del matrimonio Franco en un acto que pretendía condenar la guerra del 36 y cantar a esta paz de ETA, que tiene en común con aquella el sello cementerial. Y es gratamente significativa en este contexto la iniciativa de Carlos Urquijo, miembro del PP vasco y delegado del Gobierno en esa comunidad, de pedir al alcalde de Guernica las actas del jurado de ese premio por si fueran constitutivas de delito. Como también es significativa la presencia del PSE-EE en aquella farsa, pues supone su expresa renuncia a presentar un honesto relato de lo ocurrido que enlaza con los errores cometidos en los gobiernos bicolores de Ardanza. No. Todo esto no es nuevo aunque cierto relato nos lo quiera presentar como tal. Aquí no sólo ETA hace falsos relatos. Hace poco la reaparición escénica de Jonan Fernández sirvió para que UPyD, partido muy volcado en la tarea de impedir que el relato de ETA se imponga, nos recordara todo de este personaje: su pasado de edil batasuno, su plataforma Elkarri, la lotería que le concedió Ibarretxe a ésta... Todo excepto un dato que compromete a la propia Rosa Díez y a buena parte de su entorno postsocialista: quien declaró a Elkarri «de utilidad pública» el 27 de enero de 1998 no fue Ibarretxe, sino el Gobierno Ardanza del que formaba parte el PSE-EE y la misma Rosa Díez. Es muy loable y hermoso que hayan cambiado tanto quienes cometieron aquella infamia. Pero sería más hermoso y loable aún que pidieran perdón. A las víctimas y a la ciudadanía. En nombre de la Justicia, la dignidad, la verdad, la memoria... En nombre del relato democrático.

Iñaki Ezquerra, escritor.

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