Recuerden el Arca de Noé
Antiguamente, digamos que hasta el siglo XVIII, los desastres se atribuían a algún castigo divino, una tradición que podemos remontar al Diluvio. Recordemos que, después de devastar la tierra y los mares, Dios se comprometió personalmente con Noé (Génesis 6-1-22) a no volver a destruir su obra. Desde entonces, sobrevivimos a una catástrofe tras otra, provocadas más a menudo por los hombres que por la divinidad. Cuando, en el siglo XVIII, la era de las creencias retrocedió, el azar sustituyó progresivamente a las explicaciones místicas. Así, cuando Lisboa quedó completamente destruida por un terremoto en 1755, Voltaire, en un texto célebre, Cándido, consideró que la Naturaleza no era en sí misma totalmente buena y que la conjunción de los elementos quizás explicara los seísmos mejor que la intervención divina.… Seguir leyendo »