CSIC

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas se dispone a celebrar su octogésimo aniversario. Fue creado el 24 de noviembre de 1939 por el catedrático de Geografía e Historia José Ibáñez Martín, segundo ministro de Educación Nacional del general Franco, quien desempeñó este cargo durante doce años y permaneció vinculado siempre al CSIC cuya presidencia efectiva y, al final de su vida, honorífica, ostentó hasta su fallecimiento el 21 de diciembre de 1969, hará pronto cincuenta años.

Razones tiene el CSIC para la celebración. Es hoy el mayor centro de investigación de España y cultiva todas las especialidades en 130 centros diseminados por todo el territorio, aportando anualmente alrededor del 20% de la producción científica total, emplea a más de 14.000 personas, posee importantes infraestructuras y gobierna la mayor red de bibliotecas del Estado, ocupa uno de los primeros puestos en el ranking mundial.…  Seguir leyendo »

Hace pocos meses se hablaba en estas páginas de la profunda crisis del CSIC, gigantesco buque insignia (supera los 11.000 trabajadores) de la investigación científica en España. Un manifiesto de más de 100 investigadores reclamaba la reforma de sus instituciones de gobierno. Más recientemente, tres científicos renombrados, Jordi Bascompte, Carlos Duarte y Óscar Marín, explicaban su marcha de la institución e insistían en la necesidad de su transformación para evitar el éxodo del mejor talento, el decaimiento de la producción científica y, en definitiva, un grave deterioro de la ciencia española.

La agudización de esta crisis se produce justamente cuando se abre paso en el planeta una constatación: la capacidad de los Gobiernos y del sector público para asegurar una investigación científica de alto nivel es una condición sine qua non para que se produzca la innovación en las empresas y los mercados, y se acelere, consiguientemente, el desarrollo productivo de los países.…  Seguir leyendo »

La eficaz maquinaria de propaganda del cristianismo primitivo en contra la antigua religión griega, creó una especie de axiomas que han sobrevivido sin ser cuestionados hasta nuestros días. Uno de ellos es que los oráculos emitidos en Delfos por las pitonisas eran un elemental engañabobos que mediante enunciados ambiguos hacían creer cualquier cosa al incauto demandante y cuando no se cumplían los deseos de este, el templo nunca quedaba mal, porque la ambigüedad del enunciado permitía una interpretación y la contraria.

No parece razonable pensar, sin embargo, que pueda subsistir durante siglos un negocio prestigioso y relativamente saneado, si está basado solo en el camelo: entre los antiguos había aproximadamente la misma proporción de personas inteligentes y necias que en la actualidad, y no puedo imaginar cómo tanta gente acudía a un lugar de difícil acceso dispuesta a pagar por unos servicios, o cómo algunos benefactores acaudalados hacían donaciones al santuario, si este no ofrecía más que simples y burdas supercherías.…  Seguir leyendo »

El artículo que publiqué en estas páginas hace casi un año sobre la clase política española recibió varias críticas que le atribuían la tesis de que todos los políticos son iguales. Quizá me expliqué mal y, si lo hice, me disculpo por ello. Es obvio que no todos los políticos son iguales: los hay simpáticos y antipáticos, glotones y frugales, corruptos y honestos. No se deben generalizar a nivel individual determinados comportamientos, por más representativos que sean estos de nuestra clase política como colectivo.

Aclarado esto, surge la duda de por qué nuestros políticos tienen un comportamiento individual tan homogéneo respecto a la mayor atrocidad que se está cometiendo en la economía y en la sociedad española: el desmantelamiento de la ciencia y el exterminio de la profesión investigadora.…  Seguir leyendo »