La cumbre de Glasgow no puede fracasar
El forcejeo lleva casi un tercio de siglo.
Comenzó en 1992. Delegados de todo el mundo —incluyendo un vacilante George H. W. Bush, entonces presidente de Estados Unidos— se reunieron en Río de Janeiro para celebrar una “Cumbre de la Tierra”, en la que prometieron con seriedad dejar de destrozar el planeta. Se redactó con prisa un nuevo tratado mundial y se le puso un gran título: la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
Era audaz, pues prometía estabilizar los gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impidiera un peligroso calentamiento global. Y era ambigua, pues exigía a los países que no hicieran casi nada, excepto seguir reuniéndose y conversando.… Seguir leyendo »