Insultos
Estoy indignado. Tengo ganas de insultar. ¿A quién? A muchos. La indignación ceba la pluma y convierte la lengua en navaja viperina. Se pregunta este periódico por lo que hemos hecho bien y mal en 30 años de democracia. La sentencia condenatoria de Federico Jiménez Losantos responde, en parte, a lo segundo. Sin libertad de expresión no hay democracia posible. La justicia es a menudo, entre nosotros, lunática y prepotente, hace de su toga un sayo de sayón cuando le viene en gana, esgrime distintas varas de medir costillas según quién sea el imputado y eleva a palabra de Dios los antojos de cualquier magistradillo intoxicado por el discurso de valores dominante.… Seguir leyendo »