Literatura (Continuación)

En Francia tenemos a otro Tintín, Frédéric Martel, provisto como el gato del cuento de Perrault de unas botas de siete leguas. Le dejamos cuando volvía de una gira completa por la cultura en América (De la Culture en Amérique, Gallimard 2006) y aquí está otra vez, tras haber recorrido ahora todo el globo cultural sin excluir Estados Unidos, jalonados por segunda vez.

Francés típico de «la Nueva Izquierda», a Frédéric Martel le obsesiona América. Es su Revolución permanente. Allí, los barullos más imprevistos y sensacionales exploran para la locomotora de la Historia. El partido del proletariado ya no está metido en faena: hace las veces del mismo una vanguardia de Lenin, vestida de Armani o con vaqueros, que sabe fundir las contraculturas de las minorías en la industria cultural de masas y amasar a las multitudes con un truco tecnológico muy superior al de los ex ingenieros de las almas.…  Seguir leyendo »

Tuve de mi lado a la diosa Fortuna el día que me presentó a Mario Vargas Llosa. No se me olvida. Era una cena organizada por Carmen Iglesias, y a la que asistía, además de Mario y su mujer Patricia, el escritor chileno Jorge Edwards. Después vendrían sus afectuosos comentarios a mi obra La mirada del poder y su generoso prólogo al libro Dragones de la Política. Más tarde, su presencia en los Cursos de Verano de la Universidad Rey Juan Carlos y la comida con ocasión de su investidura como doctor honoris causa por la Universidad de la Rioja. En aquella cena, hace ya algunos años, tuve ocasión de refrendar, pues no voy a ensalzar aquí sus virtudes literarias, su intangible compromiso ético y político con la libertad, con la inequívoca defensa de los derechos y libertades fundamentales de la persona y con su firmísima convicción de limitar el poder.…  Seguir leyendo »

El Premio Nobel otorgado a Mario Vargas Llosa es un acto de justicia con la literatura y con la libertad, palabras inseparables como sabía muy bien ese remoto maestro de Vargas Llosa que fue Isaiah Berlin. La obra de Berlin rescató y ponderó el papel liberador de la literatura en la tradición rusa. El escritor debía ser conciencia crítica de su tiempo y de su sociedad. En nuestro tiempo latinoamericano, en nuestra sociedad y nuestra lengua, nadie encarna ahora esa conciencia como Mario Vargas Llosa.

En sus novelas y ensayos, nuestro continente aparece como el escenario de un drama terrible hecho no solo de pobreza, desigualdad y crimen, sino de corrientes mentales muy profundas y dogmatismos de toda índole que no son mero reflejo de las injustas estructuras económicas internas o externas, sino engendro directo de dictadores de derecha o izquierda, y obra colectiva de castas militares, políticas, religiosas, intelectuales, burocráticas.…  Seguir leyendo »

«Y es de temer que en aquel matrimonio, tan lejos de ser perfecto, al que iba a entregarse, no fueran aquellas las últimas que estaba destinada a derramar». Estas son las últimas palabras de la brillante novela de Henry James, Las bostonianas. Se refieren a una ultra-feminista que se enamora y se casa con un reaccionario encantador. Las cito ya que una vez que hablé con Mario Vargas Llosa sobre los libros que había leído últimamente, mencionó la cita sin referirse a ningún texto. Mi memoria recuerda el dato de que Mario es el más leído de todos mis amigos, en todos los idiomas.…  Seguir leyendo »

Une hémorragie vient de frapper l'espace intellectuel, culturel et littéraire arabe. En Effet, depuis le mois de mai dernier, et outre l'islamologue franco algérien Mohamed Arkoun parti le 14 septembre, quatre des plus illustres figures de cet espace viennent de disparaître. Il s'agit des penseurs et philosophes : le marocain Mohamed Abed al Jabiri décédé le 3 mai et l'égyptien hérmeuneute et exégète "moderniste" Nasr Hamid Abou Zid, décédé lui le 9 août. Le romancier algérien Tahar Ouattar, qui s'est éteint le 12 août. Enfin, le poète, romancier essayiste diplomate et ministre saoudien Ghazi Abderrahmane Al Qusaibi, disparu le 15 août.…  Seguir leyendo »

El hecho misterioso de la literatura, así lo recordaba Borges en sus conversaciones, es que lo surgido de la imaginación de un escritor se convierta en la memoria de otro, el lector. No hay mayor don. Es algo mágico, extraño y extraordinario. Que los personajes creados, retratados por la rara alquimia de las palabras tomen vida en la mente de un lector anónimo e invisible, hasta transformarse en seres vivos, en nombres que la memoria recrea con mayor firmeza y presencia, casi física, que los reales. Pocos escritores lo poseen desde Homero.

En el siglo XX, los nombres que se han inscrito en hecho tan admirable forman parte de una estela imborrable: el John Marlowe de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, el Hans Castorp de La montaña mágica de Mann, el Leopold Bloom de Ulises de Joyce, el Gregorio Samsa de La metamorfosis de Kafka, el Swann de En busca del tiempo perdido de Proust, el Príncipe Salina de El Gatopardo de Lampedusa, el Holden Caulfield de El guardián entre el centeno de Salinger, o el Zavalita, entre tantos otros, de Conversaciones en la catedral de Vargas Llosa.…  Seguir leyendo »

Ese día, como todos los días desde que, hace tres semanas, llegamos a Nueva York, me levanté a las cinco de la mañana y, procurando no despertar a Patricia, me fui a la salita a leer. Era noche cerrada todavía y las luces de los rascacielos del contorno tenían la apariencia inquietante de una gigantesca bandada de cocuyos invadiendo la ciudad. Dentro de una hora más o menos comenzaría a amanecer y, si estaba despejado el cielo, las primeras luces irían iluminando el río Hudson y la esquina de Central Park con sus árboles que el otoño comienza a dorar, un lindo espectáculo que me regalan cada mañana las ventanas del departamento (vivimos en el piso cuarenta y seis).…  Seguir leyendo »

Carlos Barral o Carlos Fuentes (todavía se disputa ese privilegio) lo nombraron «El Cadete». No sólo porque había escrito «La ciudad y los perros» (el mundo que conoció precisamente de «cadete», en el Colegio Militar Leoncio Prado), sino porque era el más joven del «boom» de la novela latinoamericana de los 60. Después del Leoncio Prado, y ya en el periodismo, Vargas Llosa era para todos «Varguitas», el primero de la clase. Quería ser Flaubert desde muy joven, soñaba y escribía novelas fumando como un poseso, y por la noches, con una jauría de tribuletes limeños comandados por Carlos «Coco» Meneses, visitaba hasta el amanecer los burdeles del puerto del Callao.…  Seguir leyendo »

Así se ha titulado una exposición reciente en París que rendía homenaje a Mario Vargas Llosa, que hoy, por fin, acaba de recibir el Premio Nobel de Literatura. Todos sus lectores y amigos lo esperábamos desde hace tiempo y la alegría en el mundo cultural hispano va unida al orgullo de pertenecer al mismo territorio lingüístico del gran escritor peruano y español. Muchas franjas generacionales hemos crecido con sus libros desde aquella lectura impactante en los años sesenta de La ciudad y los perros, escrita por Mario con 24 años, seguida casi inmediatamente de otras obras maestras, cada una de las cuales justificaba por sí sola el genio y la grandeza de su autor.…  Seguir leyendo »

Los seis cuentos de «Los jefes» son un puñado de sobrevivientes de los muchos que escribí y rompí cuando era estudiante, en Lima, entre 1953 y 1957. No valen gran cosa, pero les tengo cariño porque me recuerdan esos años difíciles en los que, pese a que la literatura era lo que más me importaba en el mundo, no me pasaba por la cabeza que algún día sería, de veras, escritor. Me había casado muy joven y mi vida estaba asfixiada de trabajos alimenticios, además de las clases universitarias. Pero, más que los cuentos que escribí a salto de mata, lo que guardo en la memoria de esos años son los autores que descubrí, los libros queridos que leí con esa voracidad con que uno se envicia de literatura a los dieciocho años.…  Seguir leyendo »

En 1974, a los 18 años, acompañé a mi padre en un viaje a Lima y lo convencí de que dedicáramos una tarde a buscar la apartada escuela Leoncio Prado, donde un cadete había sufrido suficientes humillaciones para convertirlas en gran literatura. Ya al anochecer, divisamos los farallones de un sitio inhóspito, que parecía más un presidio que una escuela. El exalumno cuyo libro fue quemado en el patio de ese colegio era Mario Vargas Llosa.

La ciudad y los perros fue una novela decisiva para mi generación. Los cambios de puntos de vista, los monólogos que se intersectan y el mundo de la juventud visto con la fiereza de quien ha perdido sus esperanzas en la sordidez, hicieron que fuera la Biblia de quienes nos iniciábamos en la desmesura de escribir.…  Seguir leyendo »

As the author of “Las Horas,” “Die Stunden” and “De Uren” — ostensibly the Spanish, German and Dutch translations of my book “The Hours," but actually unique works in their own right — I’ve come to understand that all literature is a product of translation. That is, translation is not merely a job assigned to a translator expert in a foreign language, but a long, complex and even profound series of transformations that involve the writer and reader as well. “Translation” as a human act is, like so many human acts, a far more complicated proposition than it may initially seem to be.…  Seguir leyendo »

Cuando se hayan desvanecido los restos de nuestra egolatría nacional, ese amasijo de presunciones tan arrogantes como amargas, se comprenderá mejor la excepcionalidad de un libro que ha sido escrito lejos del influjo de la España saturnal. Distanciado por carácter de las furiosas polémicas mediáticas, exento del tributo intelectual ofrecido a los clanes dominantes, libre de la pasión fratricida que tanto consuelo procura a combatientes y tertulianos, el escritor y filósofo Rafael Argullol ha elaborado una majestuosa evocación literaria con el único yo digno de tal nombre.

Es probable que las 1.200 páginas de Visión desde el fondo del mar sean leídas como la recapitulación autobiográfica de un autor especialmente dotado para recordar los momentos más significativos de su intensa y prolífica existencia.…  Seguir leyendo »

No sé yo lo que tiene el verano que inclina a leer memorias, biografías, diarios y epistolarios, como si fuera aquel un tiempo suspendido, semanas sin transcurso real, exentas, edénicas, y que por tanto pueden dedicarse a explorar el tiempo perdido. Las vidas escritas en primera persona tienen una fuerza dramática superior a las novelas, si bien carecen de su grandeza. Y aunque sabemos que están infectadas de mentiras y dobleces, creemos poder desvelarlas como quien mira por el ojo de la cerradura y aunque solo ve una falda por el suelo y una jeringa rota no le hace falta más para imaginar la escena.…  Seguir leyendo »

Le gustaría vivir siempre así, paseando en bicicleta por las calles anchas y vacías de Worcester, al atardecer de un día de verano, cuando han llamado a todos los niños y solo él sigue fuera, como un rey", escribió J. M. Coetzee en la primera entrega de sus memorias, Infancia. En los años de los que se ocupa Verano, la tercera parte de su relato autobiográfico, que ha aparecido hace unos meses, el escritor ya no es ningún niño ni tampoco recorre en bicicleta como un rey las calles de una pequeña ciudad sudafricana. Es 1972 y ha regresado a Ciudad del Cabo después de pasar una temporada en Estados Unidos.…  Seguir leyendo »

En estos tiempos de poetas felices la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en Santander ha celebrado un encuentro dedicado a José Hierro a los ocho años de su muerte.

Por más que hubiera razones para abordar su relación con la ciudad y la bella bahía que le ofrece la primera imagen del símbolo del mar, recordé uno de los cursos que dirigí en los últimos meses de su vida acerca de la poesía en los años cincuenta. En el coloquio que siguió a la clausura del mismo por José Hierro, una joven hispanista lo animó a admitir si el título de su libro Alegría, premio Adonais de 1947, se debía a una celebración festiva, siendo su contestación paradójica, "señorita o señora, yo estaba en la cárcel, como comprobará con la lectura del primer verso 'llegué por el dolor a la alegría".…  Seguir leyendo »

Es un tópico situar el inicio del renacimiento narrativo de la posguerra civil en estos tres libros: Pascual Duarte, de C. J. Cela (1942); Mariona Rebull, de I. Agustí (1944), y Nada, de C. Laforet (1945). El éxito casi mítico de esta última novela, cuyo título es tan trasparente como enigmático, creó unas expectativas y medidas para la obra posterior de la autora, que se convirtieron en filtro y freno para una valoración justa. Muerta en 2004, Carmen Laforet ha vuelto a primer plano de actualidad por la reedición de La mujer nueva (2003), Carta a Don Juan. Cuentos completos (2007), Siete novelas cortas(2010), a la vez que por las aportaciones autobiográficas de su hija Cristina, «Música blanca» (2009), filial memoria y agradecida apropiación del legado de su madre.…  Seguir leyendo »

Irène Némirovsky conoció el mal, es decir el odio y la estupidez, desde la cuna, a través de su madre, belleza frívola a la que la hija recordaba que los seres humanos envejecen y se afean; por eso, la detestó y mantuvo siempre a una distancia profiláctica. El padre era un banquero que viajaba mucho y al que la niña veía rara vez. Nacida en 1903, en Kiev, Irène se volcó en los estudios y llegó a dominar siete idiomas, sobre todo el francés, en el que más tarde escribiría sus libros. Pese a su fortuna, la familia, por ser judía se vio hostigada ya en Rusia en el tiempo de los zares, donde el antisemitismo campeaba.…  Seguir leyendo »

Hace unos días, durante la presentación de una novela mía recientemente traducida al serbio en la librería Dereta de Belgrado, una periodista me preguntó si creía que los best sellers acabarían con la literatura. "No", respondí inmediatamente, "los best sellers no son literatura, de modo que no puede haber sustitución". En la fracción de segundo que medió entre el no y su justificación, me bailó en la imaginación la figura de Tolstói, de quien acababa de releer Anna Karénina.

La raíz del temor expresado por la periodista serbia me aclaró inopinadamente un concepto acuñado originariamente en los medios editoriales norteamericanos que siempre se me había escapado, el de novela literaria (¿qué diablos, me preguntaba, será una novela no literaria?).…  Seguir leyendo »

El viajero sube a la atalaya de la Torre del Homenaje del Castillo de Monterrei de Verín (Ourense), mira hacia el sur y contempla un valle más profundo que ancho, flanqueado por unos montes de mediana altura, poblados de pinos, que descienden hacia una llanura de viñedos y pastos. Entre los árboles podrá distinguir el curso del río Támega que se pierde en el horizonte hacia los confines del valle.

Si no es conocedor del lugar, el paisaje le parecerá un todo armónico sin saber dónde termina España y dónde comienza Portugal. Los que hemos vivido en la zona sabemos que, el agua en que nos bañábamos, sigue su curso y que más adelante se convertía en portuguesa y llegaba a juntarse con el río Douro, en Amarante.…  Seguir leyendo »