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La presencia española en las organizaciones internacionales no gubernamentales del ámbito de la cultura en Europa

Tema

¿Cuál es la presencia española en las organizaciones internacionales no gubernamentales del ámbito de la cultura en Europa?

Resumen

A lo largo de este estudio se analizan las organizaciones internacionales de ámbito europeo y del sector cultural integradas por socios de más de tres países. Se identifica cuáles son las pautas de comportamiento de los socios o miembros españoles en el seno de las mismas, tanto en lo relativo a su representatividad como en lo que concierne a su involucración en la gobernanza de las mismas. Se presta una especial atención a cómo esas pautas tienen una correspondencia con las comunidades autónomas de origen de los miembros y en qué medida ese rasgo influye en la forma e intensidad de su participación internacional.

Análisis

Europa es una realidad que sobrepasa los límites de las instituciones europeas. Existe un amplio tramado de organizaciones civiles que, desde hace décadas tejen e intensifican sus relaciones. Unas relaciones que pueden ir desde el más pragmático intercambio de información y de conocimientos profesionales hasta la puesta en marcha de nuevos proyectos colaborativos, pasando por el ejercicio del lobbying o el despliegue de herramientas de control y de análisis sectorial. Todo un abanico de organizaciones que, bajo estructuras asociativas o federativas, congregan miembros, socios y simpatizantes de todos los países de Europa y de todos los ámbitos sectoriales posibles.

El objeto de este estudio es analizar las organizaciones internacionales de ámbito europeo y del sector cultural integradas por socios de más de tres países e identificar cuáles son las pautas de comportamiento de los socios o miembros españoles en el seno de las mismas. Para ello hemos confeccionado un registro de algo más de 80 organizaciones a partir de dos fuentes: una lista de redes europeas elaborada por la oficina Creative Europe del Reino Unido (1) y, por otra parte, el registro de lobbies de la UE, (2) donde hemos filtrado y rastreado todas las posibles organizaciones culturales que se adaptaban al patrón de análisis.

De todas estas organizaciones referenciadas, hemos extraído algunos datos sobre la composición de su membresía y sobre su gobernanza. Con la idea de identificar cómo se comportan los miembros españoles hemos analizado: si eran muchos o pocos en relación al tamaño de la organización y, posteriormente, comprobar en qué medida están involucrados en la gobernanza de la misma. Para ampliar esta aproximación cuantitativa y con el fin de contrastar y completar los focos en el análisis, hemos realizado una serie de entrevistas a algunas personas que, o bien han trabajado o están trabajando en los equipos de gestión, o bien han sido o son miembros de las estructuras de gobierno de algunas de las organizaciones internacionales estudiadas.

Geografía de las redes

El primer dato llamativo es el desigual reparto territorial de las sedes de las organizaciones estudiadas. Tal y como se percibe en el Gráfico 1, la mayoría de las organizaciones internacionales tienen sede en Bélgica, siguiéndole después tres grados de países: (1) aquellos que acogen a un número medio de organizaciones; (2) aquellos que acogen a un número pequeño; y (3) el grupo de países que da sede a sólo una organización. Este desigual reparto de organizaciones a lo largo y ancho de Europa puede comportar unas repercusiones concretas sobre la participación. Al estar concentradas una inmensa mayoría de las organizaciones alrededor del triángulo París-Bruselas-Ámsterdam, configura un centro y una periferia respecto al cual todo agente cultural toma posición. Cuanto más alejado geográficamente se halla uno de este triángulo central, más alejado se halla uno también de los centros de toma de decisiones, información y poder. De esta manera, los más cercanos al triángulo no sólo participarán más sino que obtendrán mayores y mejores retornos en el acceso a la información y al poder.

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Pero volviendo sobre la concentración de organizaciones en Bélgica y concretamente en Bruselas, parece que puede tener que ver con el hecho evidente de que es sede de múltiples instituciones europeas y organizaciones gubernamentales internacionales y que es el centro de poder comunitario por excelencia. Pero la constitución de ese atractivo también tiene mucho que ver con la existencia de una forma jurídica belga específica y dirigida a las organizaciones sin ánimo de lucro (asociaciones) de carácter internacional: Asociación internacional sin ánimo de lucro (AISBL en francés o IVZW en neerlandés). (3) Esta figura del Derecho belga, distinta a la asociación común, destaca el carácter internacional de la asociación y le confiere una mayor libertad y flexibilidad para establecer la gobernanza y la gestión internas. La apuesta estratégica del legislador belga creando esta forma jurídica se aprecia en la personalidad jurídica particular que le otorga, separándola del Derecho privado (belga) y reservándosela al Derecho público (4).

Enfocando ahora la participación española, uno de los primeros datos que nos sorprenden es que la presencia de socios españoles en las organizaciones estudiadas está equilibrada respecto al peso que podría tener España en términos demográficos, económicos o sociales. Tal y como se puede apreciar en el Gráfico 2, de las 80 organizaciones estudiadas, en 62 hemos identificado a socios españoles. Esto significa que el 77,5% del total estudiadas cuenta con miembros españoles. Esa participación es más baja si contamos el número de organizaciones que cuentan con miembros españoles en el seno de los órganos de gobernanza de las organizaciones (board, comité ejecutivo, junta directiva, etc). En este caso, hemos identificado sólo 26 de las 80 o, lo que es lo mismo, un 32,5%.

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Si profundizamos aún más en un tercer nivel de participación y atendemos sólo a aquellas que gozan de liderazgo español (todas las organizaciones que, bien tienen sede en España siendo impulsadas por una oficina o socio local, bien cuentan con el liderazgo directo de un socio español en la presidencia de la misma), los resultados serían mucho más bajos. Tan solo dos organizaciones (el 2,5%) de las 80 escudriñadas cuentan con ese liderazgo.

Para relativizar estos datos de membresía hemos elaborado dos índices que ponen en relación las organizaciones con presencia española con, por una parte, el conjunto de países representados en la organización y, por otra, con el número total de miembros. Si bien los datos de manera individual para cada organización son muy dispares, el promedio de todas las organizaciones ofrece unos datos del conjunto que vienen a constatar lo que se puede interpretar como unos buenos resultados de participación e integración. Más concretamente, si España supone un promedio del 4,25% de los países que integran estas organizaciones y los miembros que representan a España respecto al conjunto total de miembros de las organizaciones representa el 6,16%, no podemos decir que la media de participación sea mala. En estas organizaciones internacionales participan más miembros españoles de lo que nos correspondería por cuota matemática de país.

Ampliando la perspectiva territorial del análisis, nos hemos propuesto también identificar el origen, a nivel nacional y por Comunidad Autónoma, de los socios españoles integrados en estas organizaciones, y los resultados son los que se aprecian en el Gráfico 3.

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Como se puede apreciar, las Comunidades Autónomas de Madrid y Cataluña son las que concentran los miembros que pertenecen a un mayor número de organizaciones internacionales (más de 35). Les siguen, en un segundo bloque, el País Vasco y Andalucía (con más o menos la mitad que las dos de cabeza) y luego el conjunto de todas las demás.

Prolífica pero desigual participación española

A juzgar por los resultados expuestos, España no parece tener problemas a la hora de aportar miembros a las organizaciones internacionales estudiadas, más bien al contrario. Los agentes culturales nacionales parecen entender perfectamente la utilidad de participar e integrarse en redes internacionales. Alguna explicación a esta supuesta “sobre-representación” puede tener que ver con el desarrollo competencial cultural e institucional español. Con una Administración Central que posee algunas prerrogativas en materia de cultura, son sin embargo las Comunidades Autónomas las que tienen el más amplio desarrollo competencial en esta materia. De esta manera, al calor de las administraciones regionales, han surgido multiplicidad de agentes culturales por todo el país. Al margen de las existentes asociaciones o federaciones nacionales, suelen existir otras a nivel autonómico que actúan con autonomía de la nacional y aunque su ámbito de influencia sea el autonómico, no desestiman la oportunidad de estar integradas en organizaciones a nivel internacional.

Sin embargo, Cataluña y Madrid destacan de entre todas las demás porque concurren dos circunstancias: el completo desarrollo competencial que Cataluña ha hecho en materia de cultura y la centralidad administrativa de Madrid. El peso específico que tiene Madrid es fruto de la concentración de estructuras estatales, federaciones e instituciones culturales. En algunos casos, algunas de estas organizaciones están en Madrid por el propio hecho de estar vinculadas a la Administración Central del Estado y, aunque públicas y dependientes del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, tienen autonomía para integrarse en organizaciones internacionales (5). Cataluña, por su parte, tras desarrollar plenamente el despliegue de competencias en materia cultural y lingüística y tener una cultura propia, ha generado un prolífico sistema de organizaciones (en muchos casos replicado del estatal) propio del ámbito catalán. A esto habría que añadir que, además, cuenta con un sector cultural tradicionalmente más estructurado, motivado y movilizado que ha visto la integración en organizaciones internacionales una oportunidad de crecimiento y desarrollo.

La disparidad en la participación en las organizaciones internacionales según Comunidad Autónoma también refleja una cierta desigualdad en cuanto a la tipología y el número de los miembros.

Decíamos antes que Madrid debe su peso específico a la inercia que podríamos deducir de la centralidad administrativa y eso indica mucho el tipo de socios que aporta a las organizaciones internacionales. Las federaciones nacionales y las instituciones públicas son el perfil mayoritario. Algo que contrasta con el perfil de miembros preponderante entre las otras Comunidades Autónomas que, al margen de lo que hemos expresado antes sobre la duplicidad de estructuras, más apegado a organizaciones sectoriales o proyectos específicos. En definitiva, mucho menos institucionales y mucho más apegados a la gestión (y financiación) local o regional.

Respecto al número de miembros, hemos elaborado otro indicador que puede revelar en qué medida el grado de desarrollo del tejido cultural de una Comunidad Autónoma puede condicionar la intensidad con la que sus agentes participan a nivel internacional. Si observamos el Gráfico 4, donde se visualiza este indicador que pone en relación el número de socios por organización internacional y por Comunidades Autónomas, nos encontramos con esos diferentes grados.

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Como se puede apreciar, con este indicador destacan Cataluña y el País Vasco. No es ninguna coincidencia que ambas sean Comunidades Autónomas que, como señalábamos antes, disponen de un completo despliegue competencial y tienen cultura y lengua propias. En estos dos casos, el desarrollo de un tejido cultural rico y activo, así como la necesidad de la cultura propia de tejer colaboraciones internacionales más allá de las oportunidades que se encuentren a nivel nacional, son algunas de las explicaciones a lo llamativo de este dato.

La implicación en la gobernanza: una barrera invisible

Señalábamos antes que una de las conclusiones más llamativas del análisis es la aparentemente escasa participación (véase el Gráfico 1) de los socios españoles en la gobernanza de las organizaciones internacionales analizadas. Hablamos de aparente escasa participación porque no corresponde con el nivel de socios y de organizaciones internacionales en las que se participa. Como refuerzo de esta idea tenemos que argumentar que si bien no hay un patrón general sobre el diseño orgánico de la gobernanza de cada organización internacional, nos hemos encontrado con modelos más bien abiertos y representativos. La mayoría de los boards buscan una representación amplia de sus socios miembros, o bien optan por fórmulas de rotación obligatoria. Por eso, en cuanto a que hay modelos de gobernanza que garantizan la representatividad de los socios, se puede interpretar como escaso el hecho de que los socios españoles sólo participen en la gestión política y estratégica de las organizaciones internacionales en sólo un 32,5% de los casos.

Indagando en las razones de esta infra-involucración, los profesionales involucrados en la vida de estas organizaciones internacionales arguyen de manera generalizada que el principal escollo es de índole lingüística. En la práctica totalidad de las organizaciones analizadas la lengua vehicular y de trabajo es el inglés. A veces se admite oficialmente algún bilingüismo (generalmente junto con el francés y, en algunos raros casos, con otras lenguas), incluso se asume que la realidad social de las dinámicas inter-miembros sea plurilingüe, pero, en definitiva, la lengua de trabajo en los órganos directivos de cualquier organización internacional es el inglés. Esto limita mucho a los socios que quieren participar efectivamente en la gobernanza de sus organizaciones puesto que, sin un manejo ejecutivo del inglés, difícilmente pueden involucrarse. Y aunque esta situación no es exclusiva de ningún país o área geográfica, sí es una de las barreras de acceso de los socios españoles.

La lengua actúa como una barrera difícil de salvar que además puede desencadenar otras barreras mucho más sutiles: la inseguridad y la desconfianza en el seno de la organización, la pérdida de la visión de la utilidad de la participación, etc… Por esto muchos profesionales la destacan como la más difícil de superar, pero al mismo tiempo la más crucial.

No obstante, obviado el obstáculo lingüístico, las otras barreras que podríamos destacar tienen peculiaridades en función de la tipología de los miembros: miembros institucionales, de estructuras organizativas grandes y complejas, versus miembros de estructuras pequeñas y con recursos humanos limitados. Aunque no hemos detectado una gran diferencia entre la involucración de estructuras grandes y pequeñas en la gobernanza de las organizaciones a las que pertenecen, sí hemos encontrado que, cuando no se involucran, responden a causas diferentes.

Si bien las estructuras grandes y complejas tienen más fácil encontrar a la persona que les represente en los órganos de gobierno de la organización internacional de la que formen parte ya que entre su plantilla siempre habrá un especialista formado y que hable inglés, hemos detectado que su participación internacional va muy vinculada a la imagen y fortaleza del país (generalmente en términos económicos). Así, durante la pasada crisis, algunos socios españoles han visto su involucración internacional resentida.

Otras veces estas grandes estructuras tienen dificultades para elaborar una agenda estratégica propia para su participación internacional. Y cuando en algún momento se elabora, raramente se tienen los recursos y la voluntad para implementarla y mantenerla. Bien porque el objetivo internacional es subsidiario del resto de los objetivos de la estructura, bien porque al depender de alguna institución pública, estas estructuras están muy limitadas por el control político, lo cierto es que es una constatación común a muchas de ellas.

Por otra parte, las estructuras pequeñas, encuentran sus barreras en las propias limitaciones de su estructura organizativa. Con muchos menos recursos humanos a su disposición y con una profesionalización endeble, con frecuencia tienen dificultades para involucrarse en la vida de una organización internacional, más allá de lo que hacen como meros socios-miembros. En estos casos, y de alguna manera, se trasladan a las organizaciones internacionales los vicios y problemas de gobernanza propios de las organizaciones sin ánimo de lucro españolas. Las asociaciones españolas carecen de una división orgánica clara como se da en las organizaciones europeas entre una “oficina” con capacidades ejecutivas y un board con capacidades directivas, provocando así confusiones y dinámicas no homologables en el plano internacional.

Todos los profesionales consultados destacan que sin profesionalización en la “vida internacional” y sin confiar en los fines y beneficios de unas colaboraciones internacionales, difícilmente se puede sacar provecho de una organización internacional, y aún menos participar y aportar. El principio de reciprocidad parece clave: contribuir para poder recibir. Eso parece que han entendido las dos organizaciones internacionales lideradas desde España. Ambas, con sede y oficina en Barcelona, han sido impulsadas recientemente por dos estructuras grandes y con capacidades, independencia de gestión y recursos profesionales suficientes como para invertir en la creación y consolidación de la organización internacional. Ambas han construido proyectos con identidad propia de colaboración común. No son sólo vehículos para defender intereses comunes, sino espacios de colaboración en los que crear y compartir algo común. Quizá son organizaciones de una nueva generación surgidas al calor de los planes de financiación e impulso de la UE (6).

Conclusiones

La participación española en organizaciones internacionales presenta unos resultados llenos de claroscuros. Con unas cifras de membresía en estas organizaciones que pueden ser interpretadas como positivas y fiel reflejo de un tejido cultural poliédrico y conformado por las realidades culturales autonómicas, aún queda por avanzar en la involucración en la gobernanza de las mismas. Como hemos podido ver, existe margen de crecimiento en este ámbito. España tiene un tejido cultural que, desde su diversidad, entiende la importancia de colaborar y de integrarse en organizaciones internacionales. Atendiendo a los datos de participación aquí presentados, ese mismo tejido muestra un gran interés por esas organizaciones internacionales de ámbito europeo, a pesar de las barreras y las limitaciones.

Por tanto, el reto residiría no tanto en aumentar la cuota de participación, por el mero hecho de presentar mejores cifras e indicadores, sino en el retorno, en términos de conocimiento, capacidades y recursos que ésta tiene para el propio tejido nacional y, sin duda, para la proyección internacional de España en su conjunto. Participar, en sus múltiples grados, en organizaciones internacionales tiene como consecuencia directa que siempre se mejora juntos.

David Márquez Martín de la Leona, politólogo, analista y consultor de cultura.


1. On Creative Europe UK: European Networks.

2. Registro de transparencia de la UE.

3. Para más información, véase Aleko Lebbink (2012), “AISBL vs ASBL: a distinction which is not (necessarily) known”, 13/IX/2012, Lexology.

4. Una AISBL se crea mediante un procedimiento y posterior publicación de sus estatutos en un Arrêté Royal. Los cambios estatutarios siguen un proceso notarial y los debe aprobar el Ministerio de Justicia belga.

5. Este es el caso, por ejemplo, de la Filmoteca Nacional que, aunque dependiente del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, está asociada a la Association des Cinémathèques Européennes (ACE) donde también están las filmotecas catalana y valenciana.

6. Actualmente las líneas de financiación y apoyo comunitario a proyectos culturales están contenidas en el programa Creative Europe de la Comisión Europea donde, muy específicamente, hay una línea de ayudas a proyectos de redes internacionales.

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