Europa, América Latina y la globalización

América Latina y el Caribe celebraron hace unas semanas su cumbre bianual con la Unión Europea. El encuentro de Lima no fue una reunión más en la que se aprobaran documentos previamente pactados, sino que supuso el fortalecimiento de una relación estratégica en la que ambas regiones tienen mucho que ganar.

América Latina ha dejado de ser el continente de la inestabilidad política y las crisis económicas -aunque persistan riesgos en ambos campos- y ha pasado a ser una región con un extraordinario potencial de futuro. Aunque es cierto que difícilmente podemos hablar de una sola América Latina. Resulta imposible comparar Chile con Haití, aunque sí podemos comparar México con Brasil y estos dos últimos países pueden ser comparados con España u otro país europeo.

En cuanto a la Unión Europea, ha crecido en estos últimos años al tiempo que ha ido reforzando sus lazos con otros lugares del mundo y aumentado su influencia política. La Unión Europea intenta tener un papel relevante en el escenario global. Su modelo económico y social ya ha demostrado tener un grado notable de éxito para lograr una mayor cohesión social y territorial en el seno de los países que la integran. En este contexto, Europa no puede plantearse afrontar con consistencia sus desafíos si no es con estrategias coordinadas a nivel internacional.

Así pues, cobra una mayor fuerza la necesidad de que América Latina y la Unión Europea refuercen su relación y su cooperación. Pues aún siendo consciente de las diferencias y dificultades, lo cierto es que América Latina goza de una posición claramente ventajosa respecto a otros lugares del mundo: no sólo ha realizado un importante esfuerzo de estabilización económica, sino que ha mejorado sus indicadores sociales. Algunos de sus países han puesto en marcha estrategias de reducción de la pobreza y han conseguido progresos significativos en educación primaria, igualdad de género y tasas de escolarización. ¿Ha sido suficiente? No, aún queda mucho por hacer, pues un tercio del total de su población vive bajo el umbral de la pobreza y América Latina es la región más desigual del mundo. Pero se trabaja en la dirección correcta.

La paradoja es que el subcontinente ofrece excelentes perspectivas de futuro. Por un lado, es joven, ya que el 30% de la población tiene menos de 15 años y sólo el 6% más de 65. La esperanza de vida de sus habitantes ronda los 70 años, superior a la media asiática y africana. Pero, además, el territorio latinoamericano alberga importantes yacimientos de petróleo y gas (la segunda posición a nivel mundial), así como otros recursos y materias primas agrícolas y pesqueras, sin olvidar el dato relevante de que es la primera reserva de agua potable del mundo.

España tiene una relación privilegiada con América Latina, pero la globalización nos exige tener un marco más amplio de intercambio y cooperación con esa zona, nos exige, en definitiva, estrategias regionales conjuntas.

En la Cumbre de Lima hablamos de pobreza y desigualdad, pero también de cambio climático y retos energéticos. Y hablamos de integración regional y de cohesión social y territorial. Se abordaron temas que nos conciernen a todos. Porque quizás no haya dos regiones en el mundo que estén en mejores condiciones de actuar de manera coordinada a nivel internacional. Aunque para conseguirlo hemos de trabajar en dos direcciones. Por un lado, América Latina tendría que abordar algunas reformas pendientes que tienen que ver con el fortalecimiento institucional y económico, con el funcionamiento del Estado y con la inversión en capital físico y humano. Y, por otro lado, la Unión Europea debería asumir la importancia de estrechar la relación con un continente que, cada vez más, asume su papel de actor global. De ahí la importancia de que los procesos de integración regional concluyan con éxito, pues no sólo supondrán un paso importante para las subregiones americanas, sino también para Europa. La firma de los Acuerdos de Asociación Estratégica con la Comunidad Andina, Centroamérica y Mercosur abrirá mercados, pero también la consideración de socios políticos y económicos de la Unión Europea a un gran número de países, como ya lo son Brasil, México o Chile. Ésta debería ser la gran tarea de los próximos años.

La próxima cumbre trascontinental se celebrará en 2010 en nuestro país, durante la presidencia española de la Unión Europea. Es una gran oportunidad, pero tendremos que trabajar intensamente durante estos dos años para conseguir resultados concretos. Se tienen que dar dos condiciones: que América Latina avance y que la Unión Europea asuma su papel de liderazgo político en este precario equilibrio internacional. Liderazgo que no sólo tendrá que medirse en términos de ejercicio del poder, sino en el hecho de convertirse en un referente, en un modelo, capaz de resolver algunos de los problemas a los que debemos enfrentarnos. Migraciones y cambio climático son algunos de ellos, pero no podemos olvidar la pobreza y la exclusión social o la ampliación de los derechos humanos a todos los lugares del planeta.

Trinidad Jiménez García-Herrera, secretaria de Estado para Iberoamérica.