Europa debe salir reforzada de esta crisis

En 1950, Europa estaba en crisis, seguía devastada física y económicamente por las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, y en política estaba inmersa en la búsqueda del modo de garantizar que no volvieran a repetirse jamás los horrores de la guerra. En estas sombrías circunstancias, el 9 de mayo, el ministro francés de Asuntos Exteriores, Robert Schuman, expuso su visión de que Europa podía alcanzar este objetivo mediante la creación de instituciones comunes para hacer que la guerra no solo fuera inconcebible, sino materialmente imposible. Sus palabras cambiaron el curso de la historia y sentaron los cimientos sobre los que su generación y las generaciones siguientes construyeron la Unión Europea que tenemos hoy.

El 70º aniversario de la Declaración de Schuman llega en otro momento de crisis para Europa. En nuestro continente, más de 100.000 personas han muerto a causa del coronavirus en estos últimos meses. Cientos de millones de personas están haciendo frente a restricciones sin precedentes en su vida cotidiana para contribuir a contener la propagación del virus.

Como líderes de las tres principales instituciones de la UE, pensamos hoy en primer lugar en todos aquellos que han perdido a seres queridos. Expresamos nuestro agradecimiento a los trabajadores y las trabajadoras esenciales que han continuado su labor durante esta crisis: a quienes están en primera línea en nuestros hospitales y residencias, luchando para salvar vidas. Pero también a repartidores, dependientes, policías, es decir, a todos aquellos que trabajan para que la vida cotidiana pueda seguir.

También estamos agradecidos por el espíritu de solidaridad y la responsabilidad cívica que ha demostrado la ciudadanía europea. Millones de personas se han ofrecido voluntarias para ayudar como puedan durante la crisis, ya sea haciéndole la compra a algún vecino anciano, cosiendo mascarillas o recaudando fondos para los necesitados. Europa da lo mejor de sí misma cuando ofrece calidez y solidaridad.

Europa ha actuado con audacia para asegurar que continúe funcionando el mercado único, para que los suministros médicos lleguen a donde los necesitan los profesionales de la salud y los respiradores a donde salvan vidas, y para que los alimentos y los bienes esenciales lleguen a nuestras tiendas y los europeos puedan encontrarlos.

Hemos tomado decisiones sin precedentes para asegurar que los Gobiernos nacionales dispusieran de la capacidad presupuestaria que necesitaban para hacer frente a la crisis inmediata. Hemos transformado el Mecanismo Europeo de Estabilidad en un instrumento para combatir la covid-19. Hemos liberado 100.000 millones de euros para mantener a trabajadores europeos en sus empleos apoyando los sistemas nacionales de reducción de jornada. Y el Banco Central Europeo ha aportado un apoyo sin precedentes para asegurar el mantenimiento del crédito a particulares y empresas.

Aún tenemos que hacer mucho más. Ahora que nuestros Estados miembros están empezando a levantar gradualmente confinamientos y restricciones, la primera prioridad debe seguir siendo salvar vidas y proteger a los más vulnerables de nuestras sociedades. Tenemos que seguir haciendo cuanto podamos en apoyo de la investigación sobre una vacuna contra el coronavirus.

El éxito de la conferencia internacional de donantes con objeto de dar una respuesta global al coronavirus del 4 de mayo, que permitió captar 7.400 millones de euros y aunó a organizaciones sanitarias internacionales para cooperar sobre vacunas, tratamientos y diagnósticos, muestra lo rápido que puede agruparse el mundo en torno a una causa común. Tenemos que mantener esta movilización y procurar que el mundo siga unido contra el coronavirus. Europa puede desempeñar un papel decisivo a este respecto.

Al mismo tiempo, todos los Estados miembros deben disponer del margen presupuestario necesario para hacer frente a la actual emergencia médica.

Y tenemos que prepararnos para la recuperación. Tras haber temido por su vida, muchos europeos temen ahora por su trabajo. Debemos arrancar de nuevo el motor económico europeo. Recordemos el espíritu de Robert Schuman y sus pares, cargado de inventiva, audacia y pragmatismo. Nos enseñaron que para salir de épocas de crisis era necesaria una nueva manera de pensar en política y había que romper con las ataduras del pasado. Nosotros tenemos que hacer lo mismo y reconocer que necesitamos nuevas ideas y nuevos instrumentos para apoyar nuestra recuperación. Debemos admitir que la Europa que saldrá de la crisis no puede ser y no será la misma que entró en ella.

En primer lugar, tenemos que hacer más para mejorar la vida de los más pobres y los más vulnerables de nuestras sociedades. Ya era demasiada la gente que sufría para llegar a fin de mes antes de que empezase siquiera la crisis. Ahora, millones de personas se enfrentan también a un futuro incierto porque han perdido su trabajo o su empresa. Los jóvenes y las mujeres se ven particularmente afectados y necesitan un apoyo concreto y resuelto. Europa debe ser audaz y hacer todo lo que sea necesario para proteger vidas y medios de subsistencia, sobre todo en las zonas más afectadas por la crisis.

Nuestra Unión también debe ser saludable y sostenible. Una lección que debemos extraer de la crisis es la importancia de prestar atención al asesoramiento científico y tomar medidas antes de que sea demasiado tarde. No podemos dejar para más adelante la respuesta ante el cambio climático, y debemos cimentar nuestra recuperación en el Pacto Verde europeo.

También debemos acercarnos más a los ciudadanos y hacer nuestra Unión más transparente y más democrática. La Conferencia sobre el Futuro de Europa, que según lo previsto debía iniciarse hoy y se ha retrasado debido a la pandemia, será fundamental para desarrollar estas ideas.

Estamos atravesando un momento de fragilidad, y solo una Unión Europea fuerte puede proteger nuestro patrimonio común y las economías de nuestros Estados miembros.

Ayer conmemorábamos el 75º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial. Debemos recordar siempre los horrores y la barbarie de la guerra y los sacrificios hechos para ponerles fin. Hoy estamos reflexionando sobre lo que ocurrió después. Recordemos a la generación de los años cincuenta, que tenía la convicción de que sobre las ruinas dejadas por la guerra podría construirse una Europa mejor y un mundo mejor, y se puso manos a la obra para hacerlo. Si aprendemos estas lecciones, si permanecemos unidos en la solidaridad y en torno a nuestros valores, una vez más Europa podrá salir de una crisis más fuerte que antes.

David Sassoli es presidente del Parlamento Europeo; Charles Michel, del Consejo, y Ursula von der Leyen, de la Comisión.

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