Europa debe tomar una decisión

El intento de golpe de Estado del 15 de julio marcó un antes y un después, no sólo en la historia de Turquía sino en sus relaciones con la Unión Europea. La tibia reacción de Bruselas ante el ataque más grave cometido contra la democracia en un país candidato, que causó la muerte de 240 personas inocentes, plantea serias dudas sobre la fiabilidad de la Unión como socio y su compromiso con la democracia, los derechos humanos y el Estado de derecho, que constituyen sus principios fundamentales. Que Europa sea o no capaz de recuperar el aprecio de millones de turcos nos dirá si la UE sigue teniendo posibilidades de sobrevivir.

En las últimas semanas, el pueblo turco no ha recibido de los dirigentes europeos el apoyo que esperaba después de un golpe tan sangriento. Cada palabra de condena pronunciada de mala gana por Occidente ha ido acompañada de una larga lista de peros, condiciones y salvedades. Cualquier observador neutral que no sepa nada de lo que sucedió el 15 de julio pensaría que los agraviados fueron los golpistas, y no sus víctimas. Por desgracia, la incapacidad de Europa para defender sus principios fundamentales no es nueva. Tras el golpe militar de 2013 en Egipto, los representantes de la UE se apresuraron a reunirse con el general Al Sisi en El Cairo, un síntoma de un problema más amplio que tiene Europa desde mediados de la pasada década: el aumento, al menos desde la crisis de 2008, del populismo, el aislacionismo y la xenofobia.

Ante los retos sin precedentes a los que se enfrenta Europa, los populistas europeos recurren a los ataques verbales a Turquía para no tener que abordar los verdaderos problemas que afectan a los ciudadanos. Pese a ello, Turquía ha mantenido una actitud constructiva y profesional. Quiero dejar claro que hemos colaborado todo el tiempo con Europa para tratar de superar las dificultades.

Cuando empezaron a llegar miles de inmigrantes ilegales a Europa a través de las islas griegas, las autoridades turcas trabajaron con las europeas para crear un mecanismo de reasentamiento legal que ha sido un éxito histórico. Al cabo de unas semanas de su puesta en marcha, el número de recién llegados pasó de varios miles a un puñado de personas. Seguimos interceptando embarcaciones, arrestando a traficantes de seres humanos y ocupándonos de las necesidades de los refugiados, a pesar de que la UE está siempre presentando excusas para no cumplir sus promesas, entre ellas la liberalización de los visados y la ayuda financiera.

Asimismo, Turquía contribuye a la seguridad de Europa. En los últimos años, no sólo ha estado en primera línea de la lucha contra grupos terroristas como el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) sino que también ha cooperado con los Gobiernos europeos para impedir el paso de combatientes extranjeros a la zona de conflicto. En la actualidad, más de 50.000 sospechosos de terrorismo, entre ellos muchos europeos, tienen prohibida su entrada en Turquía. Las autoridades turcas siempre han informado a las europeas sobre los individuos peligrosos, algunos involucrados en salvajes atentados contra personas inocentes. Una de nuestras últimas intervenciones ha sido, en colaboración con el Ejército Libre Sirio, el envío de tropas sobre el terreno para liberar Jarabulus, un bastión crucial de ISIS en el norte de Siria.

Por último, la actitud constructiva de Turquía respecto a la UE ha ayudado a mejorar la imagen de esta en Oriente Próximo y el norte de África, y en las comunidades de inmigrantes de toda Europa. Durante mucho tiempo pensamos que la perspectiva de que un gran país predominante musulmán se incorporara al club era señal del compromiso europeo con el multiculturalismo, el pluralismo y la diversidad. Y, aunque muchos prefieran hoy atacar al Gobierno turco, no hemos cambiado de opinión: la pertenencia a la UE sigue siendo un objetivo estratégico para Turquía, y ni las dobles varas de medir ni la mala educación van a impedírnoslo.

A partir de ahora, Europa no va a tener más remedio que tomar varias decisiones difíciles sobre lo que representa la Unión, hasta dónde está dispuesta a llegar para proteger nuestros valores y dónde se ve dentro de varios decenios. Hoy, la conversación sobre Turquía y su golpe de Estado fallido es una conversación sobre muchas otras cosas. Es el debate del liderazgo frente al populismo, la tolerancia frente a la discriminación, los principios frente a los intereses inmediatos, el sentido común frente al extremismo.

Ömer Çelik es ministro de Turquía para la UE y jefe de su equipo negociador. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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