Europa es la solución, no el problema

Europa está en una encrucijada. Ha llegado el momento de elegir, tanto para los 17 países de la eurozona como para los 27 de la Unión Europea. La eurozona tiene que decidir si avanza hacia una mayor unión fiscal y económica o si se arriesga a una ruptura que pondría en peligro el conjunto de la integración europea.

La Unión Europea necesita decidir si fomenta el crecimiento, habla con una sola voz respecto a cuestiones globales y desempeña un papel relevante en el siglo XXI, o si acepta que el mundo se mueva sin nosotros. No tomar una decisión y no pasar a la acción sobre estas cuestiones fundamentales debilitará al conjunto de Europa y a cada uno de sus Estados miembros, incluidos los más grandes.

Es importante recalcar que, a pesar de las últimas dificultades, el proyecto europeo ha supuesto un enorme éxito histórico. La integración de Europa ha reportado al continente una paz y una estabilidad inimaginables hace solo una generación. Económicamente, en el conjunto de Europa todos han salido ganando. La pertenencia a la Unión Europea ha supuesto un incremento espectacular del nivel de vida en todos los países, mientras que los integrantes de su núcleo vital se han beneficiado también de la existencia de un mercado amplio e integrado. Hoy en día, la Unión Europea, con más de 500 millones de habitantes, es el mercado común más extenso del planeta y un modelo para otras regiones. Precisamente para conservar y fomentar este proyecto, de éxito histórico, debemos afrontar con audacia los desafíos actuales.

Varios miembros de este grupo, que participaron en la creación de la Unión Europea y de la moneda única, se han unido a nosotros en su condición de, por encima de todo, europeos, para difundir el mensaje de que una concepción revitalizada de una Europa realmente integrada es la mejor manera de abordar la actual crisis de gobernanza. Nada podrá resolverse desde una mentalidad de enfrentamiento entre el norte y el sur, entre ellos y nosotros.

Pasa el tiempo y al preocuparnos de la crisis financiera lo hacemos a costa de desatender el conjunto de los programas de la UE. En líneas generales, muchas prioridades -en materia de política exterior, energía, inmigración o planes para estimular el crecimiento y el empleo- se están dejando de lado.

Los líderes europeos con amplitud de miras no tienen tarea más importante que la de plantearse con honestidad las dudas e inquietudes de unos ciudadanos europeos que se sienten desconectados y ajenos a los abstractos procesos de Bruselas. La visión de Europa que triunfará será la que inspire el compromiso de sus ciudadanos, cuya fe en el futuro europeo se ha visto debilitada.

Para que un enfoque con amplitud de miras inspire confianzay no dudas deberá incluir tanto medidas inmediatas como objetivos a medio y largo plazo. Las necesarias medidas a corto plazo solo serán creíbles si se tiene garantía absoluta de que las de medio y largo plazo serán también aplicadas.

- Un fondo europeo. A corto plazo, hay que evitar el contagio en los mercados. En consecuencia, es vital aplicar con rapidez la decisión del 21 de julio, para permitir la intervención de los mecanismos de estabilización a través de medidas preventivas. Además, hay que ampliar los actuales mecanismos, que en 2012 deberían convertirse en un Fondo Europeo digno de tal nombre.

- Una capitalización adecuada del sector financiero. La eurozona debe tomar medidas prácticas para que los bancos que la necesiten accedan a una adecuada capitalización, que cuente con la participación del sector privado.

- Una unión fiscal responsable. Ha quedado claro que una unión monetaria sin algún componente de federalismo fiscal y de coordinación de la política económica es inviable. Los Estados-nación necesitarán compartir ciertas dimensiones soberanas con una entidad central europea capaz de generar ingresos desde el nivel federal, destinados a proporcionar bienes públicos al conjunto de Europa. Por otra parte, habría que desarrollar un mecanismo de endeudamiento europeo: los eurobonos. Para evitar sistemáticos y considerables déficits fiscales, esos bonos deberían estar sujetos a controles eficaces. También está claro que el actual pacto de estabilidad y crecimiento es insuficiente. Para garantizar el respeto a una disciplina fiscal que proteja a la población de las políticas irresponsables de cualquier Gobierno, la eurozona debe contar con un sistema de control eficaz y factible. Aunque sus criterios deban ser estrictos, la diversidad de condiciones de la eurozona exigirá flexibilidad a la hora de cumplirlos.

- Una resolución ordenada de las crisis de deuda. Es preciso establecer mecanismos de resolución ordenada de las crisis de deuda, tanto públicas como privadas, originadas por problemas de insolvencia incontrolables. Si aspiramos a la necesaria austeridad fiscal y a aplicar reformas estructurales que recuperen el crecimiento a medio y largo plazo, debemos tener cuidado de no obstaculizar la frágil recuperación actual. Para evitarlo hay que aplicar políticas macroeconómicas adecuadas.

- Crecimiento y empleo. La austeridad es necesaria pero no suficiente. Para competir en el mundo globalizado, Europa necesita aplicar una ambiciosa Agenda para el Crecimiento y el Empleo que potencie la competitividad. Una estrategia de crecimiento debería incluir un uso eficiente de los fondos actuales de la UE para estimular dicho crecimiento y la creación de empleo en la periferia, así como programas de fomento de la investigación y el desarrollo, la capacitación profesional y la educación superior. Hasta ahora, Europa se ha quedado muy corta en cuanto al cumplimiento de la Agenda de Lisboa. La falta de esa estrategia podría incentivar el incremento del nacionalismo económico.

- Pacto social. Uno de los principales desafíos de Europa radica en el actual reajuste del pacto social, tanto en lo tocante a reconocer nuevas realidades como para preservar este pilar fundamental del modelo social europeo. Los sistemas de seguridad social deben estar preparados para sobrellevar el peso de una población cada vez más longeva.

- Europa como actor global clave.La relevancia y la fortaleza geopolítica de Europa son directamente proporcionales a la fortaleza de la Unión Europea. Sin una Unión fuerte e integrada, los países europeos se enfrentarán a la perspectiva de una influencia geopolítica cada vez menor. Será necesario ahondar en la idea de una Federación que vaya más allá del mandato fiscal y económico para incorporar políticas comunes de seguridad, energía, clima, inmigración y exterior, y también desarrollar un discurso común sobre el propio futuro de la Unión y su lugar en el mundo. Esto supone un desafío para las 27 naciones de la UE.

- Ciudadanos comprometidos. Paso a paso, estas medidas conducentes a una mayor integración solo podrán ir de la mano de un amplio y profundo compromiso con la población. El proceso de profundizar en la integración deberá estar dirigido por un Parlamento, una Comisión y un Consejo que cuenten con el apoyo activo de los ciudadanos europeos. Mediante procesos democráticos, estos se comprometerán más cuando el Parlamento obtenga más poderes.

La crisis actual es un problema de lo más apremiante, pero al mismo tiempo constituye una oportunidad. Ahora los ciudadanos europeos esperan de sus líderes que vayan más allá de la gestión de la crisis cotidiana para hacerse cargo de la Unión Europea, preparándola para los desafíos del siglo XXI. El apoyo a la integración europea no es cuestión de solidaridad, sino de atención inteligente a los propios intereses. Ha llegado la hora de abordar estos importantes asuntos para poder conservar el singular equilibrio europeo entre libertades individuales, economía de mercado y sistemas de protección social.

Para nosotros, la única solución es más integración europea, no menos.

Tony Blair fue primer ministro del Reino Unido (1997-2007); Jacques Delors, presidente de la Comisión Europea (1985-1995), y Gerhard Schröder, canciller alemán (1998-2005). Los tres son miembros del Consejo para el Futuro de Europa, que el lunes 6 de septiembre emitió esta declaración en Bruselas. Entre los miembros del Consejo firmantes de la declaración figuran también Felipe González, expresidente del Gobierno español (1982-1996); Guy Verhofstadt, ex primer ministro belga (1999-2008), y Mario Monti, excomisario europeo (1995-2004). © 2011 Global Viewpoint Network; Nicolas Berggruen Institute. Traducción de Jesús Cuéllar Menezo.

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