¡Europa está en peligro!

Europa está en peligro. Nos recuerda Josep Borrell en su rol de jefe de la acción exterior de la Unión Europea (UE) y propone una fuerza de la Unión de intervención rápida, constituida en principio por unos 5.000 efectivos. Efectivamente, la Unión Europea se enfrenta cada día a grandes desafíos que antes nos parecían controlados al contar con el paraguas político-militar de los Estados Unidos, pero estamos en un entorno estratégico vulnerable, incierto, complejo y ambiguo, como se está demostrando actualmente en Rusia, Azerbaiyán o Ucrania.

Necesitamos que la Unión Europea cuente con la autonomía estratégica suficiente para elegir sus propias líneas de acción a la hora de enfrentarse a los grandes desafíos globales (cambio climático, migración irregular, crimen organizado, terrorismo internacional, seguridad sanitaria, marítima, ciber y espacial…) y para poder competir en la lucha hegemónica entre potencias que está provocando una descarada carrera armamentística y una no menos inapropiada injerencia entre adversarios, a través del ciberespacio y también de las redes sociales, en las estructuras nacionales para debilitarlas, condicionar los procesos electorales y saltarse las buenas prácticas industriales o comerciales…

¡Europa está en peligro!Decididamente, estamos ante una guerra asimétrica de carácter permanente, multidominio, actuando simultáneamente y de forma coordinada en los ámbitos virtual, físico y psicológico, y multifuncional, moviendo hilos en el mundo diplomático, informativo, militar, económico... y manteniendo una permanente amenaza híbrida que intenta desmoronar nuestros valores y que también resquebraja nuestras estructuras de seguridad, todavía en vigor. ¡Europa está en peligro! Ante estos síntomas, necesitamos, la Unión Europea necesita, autonomía estratégica. Pero la autonomía estratégica no sólo es cosa de defensa y fuerzas militares. La aproximación a la autonomía estratégica en un escenario global, multidominio y multifuncional debe ser holística y abarcar aspectos políticos, industriales, comerciales, diplomáticos, informativos, de investigación y desarrollo, y desde luego también de seguridad, exterior, pública y defensa, seguridad sanitaria y energética, como se está comprobando en estos tiempos.

Tal y como se refleja en las diferentes estrategias nacionales, la seguridad es ‘de todos y para todos’ y la integración es necesaria, aunque resulta, en muchos casos, difícil de conseguir en estructuras orgánicas incrustadas en viejas rocas. Como argumenta la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Layen -«So, we can do a lot at EU level. But member states need to do more too»-, todos en efecto tenemos mucho que hacer. Ante este escenario aparecen dos conceptos clave: integración e influencia. Integración para influir y conseguir una mayor prosperidad y la supervivencia de nuestros valores ‘occidentales’, que se convierten en el centro de gravedad de nuestra seguridad y por lo tanto en los elementos esenciales para asegurar nuestra futura prosperidad.

Si no avanzamos en esta línea integradora, cada estado miembro de la Unión tomará sus propias decisiones y la cohesión de la UE se resquebrajará poniendo a la institución global europea en franco peligro. El proceso para avanzar en la autonomía estratégica será, no cabe duda, un elemento integrador de la UE. En el marco de este proceso para aumentar nuestra autonomía estratégica habrá que asegurar el enlace transatlántico y el peso del pilar de la UE en la OTAN, y sin esta red de seguridad la autonomía estratégica parece imposible. Y será necesario acometer también un proceso de transformación de las Fuerzas Armadas de la UE, junto a una mayor integración de sus objetivos políticos. En relación a las Fuerzas Armadas Europeas, como dice la presidenta de la Comisión y antigua ministra de Defensa de Alemania -«... what has held us back until now is not just a shortfall of capacity, it is the lack of political will»-, lo que nos falta no son capacidades, ni adiestramiento, ni voluntad de vencer. Lo que falta es la decisión política y el liderazgo estratégico necesario en Bruselas y en las capitales de los estados miembros. La transformación de las Fuerzas Armadas es imposible sin ‘political will’.

La UE ha tenido en sus previsiones desde los llamados ‘Helsinki Headlines Goals’, de hace 20 años, que aspiraban a 50.000 efectivos desplegables en 60 días y sostenibles al menos durante un año, hasta una Fuerza de Intervención Rápida, actualmente, una fuerza de entrada inicial…. los denominados ‘Battle groups’, unidades militares autosuficientes compuestas por 1.500 soldados más apoyos y que están preparados para entrar en acción en 10 días desde la orden y deben ser sostenibles al menos durante 30 días, que pueden extenderse a 120 días con rotación. Nunca han sido utilizados por falta de ‘political will’.

En el futuro, los 5.000 efectivos propuestos Borrell serán inutilizables si no se desarrollan mecanismos de decisión, posibilidad de utilizar el artículo 44 del Tratado de la UE y mecanismos de financiación que hagan practicable esta medida. La transformación de las Fuerzas Armadas recomienda también la integración de capacidades con un sentido prioritario, adaptado a la realidad estratégica actual y a la futura, que incluya las nueva tecnologías emergentes y disruptivas y que evite avanzar ‘mirando por el espejo retrovisor’ y poner en marcha procesos, organizaciones y planes operativos útiles en el siglo XX, pero ineficientes en el XXI.

Capacidades como los sistemas de mando y control, información e inteligencia, ciber-defensa, operaciones especiales, transporte estratégico, sistemas de armas defensivas y ofensivas basada en tecnologías emergentes, y de apoyo sanitario operativo, deben ser integradas, alistadas y comprometidas con la Unión Europea. Esta integración, además de promoverse con un diálogo constructivo con Francia sobre su fuerza nuclear, debería ser constituida también con pasos prioritarios de este proceso de transformación de las Fuerzas Armadas de la Unión.

Integrarse para influir. Voluntad política, liderazgo estratégico... Porque ‘la unión hace la fuerza’. Estas podrían ser las reglas de oro en este proceso de transformación necesario para conseguir la autonomía estratégica que la Unión Europea necesita para preservar nuestros valores, hacer frente a los desafíos, riesgos y amenazas globales, y para ser un actor principal, un ‘gigante económico, político y militar’ en este nuevo mundo globalizado.

Fernando García Sánchez es almirante general (retirado).

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