No tener en cuenta las lecciones de guerras pasadas es una receta segura para futuros conflictos. Aunque es demasiado pronto para extraer todas las lecciones pertinentes de la guerra en curso en Ucrania, algunas son evidentes. Ignorarlas hará que Europa experimente una mayor vulnerabilidad durante años.
La primera lección, y la más importante, es que los países europeos deben responder mucho más rápido a las crisis militares que surjan. De la misma manera que los coches de policía, los bomberos y las ambulancias utilizan sirenas para señalar la urgencia -sabiendo que la velocidad con la que llegan al lugar de los hechos puede determinar si se salvan o se pierden vidas-, los gobiernos y las instituciones necesitan sus propias “sirenas” administrativas para garantizar respuestas oportunas y eficaces.
La guerra en Ucrania ha puesto de relieve la necesidad urgente de que la Unión Europea, sus estados miembro e instituciones como el Banco Europeo de Inversiones (BEI), el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo y el Banco de Desarrollo del Consejo de Europa establezcan procesos para agilizar el gasto en infraestructura y, cuando fuera relevante, en defensa. Cuando Rusia bombardee la infraestructura eléctrica de Ucrania, por ejemplo, o cuando el grueso del comercio ucraniano se redirija de las rutas marítimas a las terrestres, la UE y otros socios internacionales deben ser capaces de responder con celeridad construyendo líneas eléctricas transfronterizas y reforzando otra infraestructura crítica, como puentes o pasos fronterizos a través de Europa Central. También debe acelerar la construcción de sistemas ferroviarios compatibles con los de la la UE en los países bálticos, que aún utilizan el ancho de vía soviético.
La UE podría seguir el ejemplo de otros países que han afrontado retos similares. En 1950, Estados Unidos aprobó la Ley de Producción de Defensa, que desde entonces se ha utilizado para acelerar el gasto en prioridades militares y no militares, desde el desarrollo de misiles hipersónicos hasta el avance de la transición verde mediante la producción de paneles solares.
Más recientemente, Alemania respondió a la crisis energética provocada por la invasión rusa de Ucrania en 2022 con su Ley de Aceleración del GNL, que acelera la construcción de terminales para la importación de gas natural licuado. Los Países Bajos están a punto de seguir su ejemplo con una legislación similar, mientras que el Reino Unido ha experimentado con una estrategia de “desarrollo en espiral” para las adquisiciones militares, dando prioridad a la velocidad sobre la perfección mediante la producción acelerada de equipos “lo suficientemente buenos” como para satisfacer las necesidades urgentes de seguridad.
Para superar su lentitud crónica y sus engorrosos procesos burocráticos, la UE necesita su propia Ley de Producción de Defensa. Esto permitiría al bloque hacer frente a las amenazas de potencias hostiles con mayor prontitud y mejorar la preparación para las crisis de seguridad.
La segunda lección de la guerra de Ucrania es que el rearme, la construcción de infraestructura y la disuasión de fuerzas hostiles requieren de una inversión sustancial. Para satisfacer estas demandas, la UE debe facilitar la reasignación de los recursos existentes, como los fondos de cohesión que apoyan a los estados miembro más pobres, el programa de recuperación Next Generation EU y los préstamos del BEI.
Pero no basta con reasignar los fondos existentes. Ganar guerras exige compromisos financieros sostenidos y a largo plazo. Durante la Segunda Guerra Mundial, el programa de Préstamo y Arriendo de Estados Unidos proporcionó a aliados como el Reino Unido y la Unión Soviética equipamiento militar, alimentos y otros recursos. Los soviéticos saldaron su deuda en 1972, mientras que el Reino Unido pagó el último plazo del préstamo en diciembre de 2006.
Los países europeos deben reconocer que ya no están en tiempos de paz, y conseguir los fondos necesarios para protegerse. Tomar prestada incluso la mitad de la cantidad movilizada por la UE durante la crisis del COVID-19 podría marcar la diferencia. Por ejemplo, un compromiso financiero a largo plazo de 500.000 millones de euros (525.000 millones de dólares) durante los próximos 50 años, o incluso 100 años, podría suponer una gran diferencia a la hora de apoyar la capacidad de defensa de Ucrania y mantener al ejército ruso lejos de las fronteras de la OTAN.
La guerra de Ucrania ya ha provocado reformas estructurales y un aumento del gasto en defensa a nivel nacional y de la UE. Acelerar la aplicación de estas medidas será crucial para reforzar la capacidad de Europa de responder a las amenazas emergentes.
Pero, aunque la rapidez es primordial, Europa debe enfrentarse a una realidad aleccionadora: es probable que sus retos de seguridad persistan en un futuro previsible. Incluso si se alcanzara pronto un alto el fuego en Ucrania -un gran “si”-, el riesgo de otro ataque ruso seguiría siendo alarmantemente alto.
Ante esta realidad, los líderes europeos tienen la responsabilidad de impedir que Rusia se acerque aún más a las fronteras de la UE y la OTAN. Para ello, deben garantizar que Ucrania tenga la capacidad de resistir la agresión rusa durante décadas, si fuera necesario.
Por otro lado, para que Ucrania consiga una paz duradera -y no sólo un alto el fuego que se derrumbe al cabo de unos años-, debe incorporarse a la OTAN o reforzar sus defensas hasta el punto de que cualquier ofensiva rusa resulte demasiado difícil y costosa de llevar a cabo. Mantener una presencia militar internacional sólida también será esencial para disuadir las agresiones.
Corea del Sur ofrece un modelo útil. La Zona Desmilitarizada (DMZ), fuertemente fortificada, que divide la península de Corea, ha permanecido intacta durante 71 años porque es prácticamente inexpugnable. Mientras tanto, la presencia continua de tropas estadounidenses en Corea del Sur ha contribuido a mantener la estabilidad, incluso en ausencia de un acuerdo de paz formal.
La última lección evidente de la guerra de Ucrania no es nueva: la mejor manera de restablecer la paz es apoyar a los aliados para defenderla. Estados Unidos ayudó a sus aliados europeos a ganar dos guerras mundiales, no porque se enfrentase a una amenaza inmediata procedente de Europa, sino porque comprendió que dejar caer a sus aliados acabaría llevando el peligro a sus puertas. Ahora, el peligro está a las puertas de Europa, y es el turno de la UE de dar un paso al frente.
Nicu Popescu, a member of the European Council on Foreign Relations, is a former minister of foreign affairs and European integration of Moldova.