Europa no es un cajero, es una oportunidad

Como ha observado el historiador Victor Davis Hanson, las guerras son una prueba de estrés para los países, una prueba que examina la resistencia de su sociedad, su economía y sus instituciones. De la misma forma, la crisis del Covid-19 ha sido una enorme prueba de estrés que ha puesto a prueba a nuestras sociedades.

España ha pasado esta prueba de estrés con luces y sombras. Por un lado, los sanitarios se han desempeñado de forma heroica y los ciudadanos hemos seguido las normas impuestas, algunas veces arbitrarias, con responsabilidad. Pero los datos son crudos. Un cálculo reciente del diario Financial Times mostraba que España ha tenido la mayor mortalidad por millón de habitantes del mundo. Han quedado al descubierto graves carencias en el funcionamiento del Estado y está en entredicho la capacidad de la Administración para procesar información de forma eficaz y precisa, con errores de planificación evidentes.

Poner remedio a los graves problemas que ha destapado el coronavirus exige una fuerte inversión económica, imposible ahora para nuestro país. Por suerte, el Plan de Reconstrucción propuesto por las instituciones europeas (y aún no aprobado por los Estados miembros) nos permitiría invertir 60.000 millones de euros sólo en España. Es una cantidad enorme, similar a la recaudación del IVA en un año. Tan enorme que es fácil para los populistas ver a Europa como un cajero automático, y querer retirar el dinero de ese cajero sin restricciones ni planes debidamente fundamentados.

Para evitarlo, Europa nos exigirá que el Plan de Reconstrucción encaje en un Programa Nacional de Reformas. Tenemos ante nosotros una oportunidad histórica para plantear las reformas que necesita la sociedad para adaptarla al siglo XXI. Habrá que destinar una parte a estar preparados para futuras pandemias, pero también nos permitirá abordar los dos grandes retos que tenemos: la digitalización y el cambio climático. Estos 70.000 millones, bien utilizados, nos deben servir para que la sociedad y la economía españolas tengan todo a punto para encarar el presente y el futuro. Sé lo que muchos de ustedes están pensando: estos millones, al servicio del populismo, pueden servir para comprar a discreción voluntades y votos. Para evitarlo, hay que buscar consensos sociales y políticos. Para encontrarlos, necesitamos un Plan de Reconstrucción basado en cinco prioridades. En primer lugar, el reto digital del empleo. Las máquinas no se contagian. Por eso, para muchas empresas será más atractivo acelerar la robotización de trabajos rutinarios en oficinas, servicios o cadenas de montaje que arriesgarse a tener empleados expuestos a los contagios. Pensemos en las medidas de protección en los supermercados: cuantas más cajas de autoservicio, menos riesgos. Desgraciadamente, nuestro país no ha preparado a buena parte de los trabajadores para la economía del futuro; las habilidades digitales brillan por su ausencia, y también las oportunidades de formación: sólo uno de cada cinco empleados posee esas habilidades. Debemos asegurar la creación de empleo de calidad para todos.

Esto empieza por revolucionar los cursos de formación, creando una plataforma digital con contenidos de formación, introduciendo la financiación por objetivos y la libre elección de proveedores por parte de los trabajadores. Además, los planes de recuperación deben incluir los cambios necesarios del mercado laboral para luchar contra un exceso de temporalidad que impide la inversión en formación de los trabajadores.

En segundo lugar, la educación. El Covid-19 puede agravar la desigualdad en las oportunidades educativas, por el simple hecho de que –en muchos casos– los estudiantes de menores ingresos no tienen acceso a internet en casa. Si extrapolamos lo que sabemos de la larga pausa veraniega, un informe reciente de Cotec muestra que, en estos meses de confinamiento, los niños de hogares con menores ingresos habrán acumulado más de seis meses de retraso educativo frente a los de familias más acomodadas.

Nuestro país no puede permitirse este despilfarro de talento y oportunidades. Es prioritario asegurar el acceso de todos los niños a las herramientas informáticas que necesitan. A corto plazo, es imprescindible ejecutar la inversión y planificación necesarias para que en septiembre puedan abrir los colegios. Y, a medio, asegurar la universalidad de la educación de 0 a 3 años, clave para eliminar la desigualdad de oportunidades, además de invertir en la carrera profesional de los docentes.

En tercer lugar, el Covid-19 nos ha mostrado la urgente necesidad de reformar la administración pública, que ha sido incapaz no ya de utilizar el big data, sino que se ha visto noqueada por el small data: algo como sumar los números de una hoja de cálculo para averiguar el total de fallecimientos ha estado fuera del alcance del Ministerio de Sanidad, que se ha pasado las últimas semanas alterando las cifras del día anterior. Hay que modernizar las administraciones, generalizando el DNI digital para que todos los españoles hagan todas sus gestiones de forma digital. Y ya es hora de que la Justicia se digitalice, para que nunca más vuelva a estar paralizada. No sólo es necesario que la administración sea más eficiente; también es preciso que actúe con transparencia e independencia. Durante estos meses la confianza en muchas instituciones se ha deteriorado gravemente. Recuperar esta confianza requiere despolitizarlas y hacer evaluaciones rigurosas de las políticas públicas.

En cuarto lugar, hay que invertir en sanidad. Como decíamos, el número de muertes por millón de habitantes ha sido más alto en España que en ningún otro país. Sin duda, esto tiene que ver con el retraso en decretar el confinamiento, pero también con un sistema sanitario sobrepasado por las circunstancias. Sabemos que los profesionales no son el problema: tenemos excelentes especialistas en medicina y enfermería, dedicados, comprometidos y bien formados. Lo que no tenemos es capacidad para hacer frente a una crisis. La gestión debe profesionalizarse y digitalizarse, y hay que conectar la innovación tanto a nivel básico como a nivel aplicado con la práctica clínica y con la industria. También debemos asegurar que existe capacidad suficiente en UCIs y hospitales para hacer frente a cualquier emergencia.

En quinto y último lugar, el Gobierno tiene voluntad de estar a la cabeza de la lucha contra el cambio climático. Pero debemos asegurar que este liderazgo se traduzca también en liderazgo en la economía verde. Debemos invertir para modernizar el tejido industrial y asegurar que nuestra industria automovilística encabeza la transformación verde, que la economía circular adquiera una posición de vanguardia (los plásticos de un solo uso, por ejemplo, van a dejar de utilizarse en 2021, algo que de momento pocos están teniendo en cuenta). Por último, tenemos que desarrollar un turismo seguro y sostenible, y hacer que el dinero disponible para rehabilitación de viviendas se use para transformar y modernizar la construcción.

En definitiva, se trata de construir grandes consensos y de poner la visión a largo plazo por delante de la competición partidista La receta implica recuperar la confianza en las instituciones, mostrando que hay un camino para volver al liderazgo europeo que España ha perdido y aprovechar la inversión europea para transformarnos en una sociedad en la que el empleo de calidad y la igualdad de oportunidades nos permitan ofrecer una vida más plena para todos. Sin confianza, la reconfiguración de la economía global puede dejar a España fuera de juego, como demuestran los casos de Nissan y Alcoa. Desgraciadamente, el clima político de los últimos días no contribuye a crear esa confianza.

El general George Marshall explicaba así el objetivo de su Plan Marshall: «Restaurar la confianza de los europeos en el futuro económico de sus países y de Europa en su conjunto». En un momento de máxima transformación, debemos ser capaces de impulsar la confianza de los españoles en sí mismos, y de los europeos y los inversores internacionales en España.

Tenemos una oportunidad única para superar la polarización y abrir el camino para estas reformas fundamentales en un momento clave en la historia de España. No la desperdiciemos.

Luis Garicano es jefe de la delegación de Ciudadanos en el Parlamento europeo y vicepresidente y portavoz económico de Renew Europe.

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