Algunos pensarán que la reciente matanza de cristianos en Nigeria es un hecho aislado y que nos pilla muy lejos de la Unión Europea.
La violencia contra los cristianos en este país africano no cesa, superando los más de 3.500 asesinatos anuales. Los yihadistas y grupos radicales afines no descansan y masacran a la población cristiana ante unas autoridades incapaces de frenar esta barbarie.
No se trata de un hecho aislado. Más de 300 millones de cristianos sufren persecución en el mundo. Pero la situación es especialmente grave en África. Sobre todo en Nigeria, donde la quema de iglesias y el ataque a los cristianos se intensifica día a día.
Nigeria, el gran gigante demográfico africano con más de 200 millones de habitantes, está dividido casi por mitades entre un norte musulmán y un sur mayoritariamente cristiano. La situación en el norte del país para la minoría cristiana es terrible, pero tampoco en el sur del país están libres de las garras del terrorismo.
Los yihadistas no dejan de utilizar el terror para aumentar su poder. Por eso, la situación de millones de cristianos es cada vez más difícil y precaria.
Lo vimos en la matanza de católicos en la Misa de Pentecostés, que tuvo por desgracia muy poco eco mediático. Y esto es algo que no podemos permitir.
Nuestra obligación, la obligación de la Unión Europea, es reaccionar y denunciar con contundencia lo que está ocurriendo. Europa no se puede callar, no puede mirar hacia otro lado. Europa es la cuna y la patria de los derechos humanos y su protección en todo el mundo es una de nuestras banderas más admirables.
La Europa de viejas raíces cristianas, la que hace suyas todas las causas, no puede dejar de lado la causa de los cristianos nigerianos. Debemos actuar porque este drama no es un problema distinto y distante para los europeos.
No es un problema distinto porque sin libertad religiosa no hay democracia ni libertades. Sin libertad religiosa sólo hay oscuridad y totalitarismo. Y no es un problema distante porque el Sahel y el África Subsahariana son tierras casi colindantes con la frontera sur de la Unión Europea.
Al conocerse la reciente matanza, el PP exigió que la UE condenara el ataque y cubriera de inmediato el puesto de enviado especial para la promoción de la libertad de religión fuera de la UE, que lleva vacante más de un año.
Tras esta exigencia, llegó la respuesta de la Comisión Europea, que no pudo ser más ambigua y decepcionante.
Lamentablemente, el Alto Representante de Acción Exterior, Josep Borrell, reconoció en su respuesta que todavía ignora cuándo va a nombrar al enviado especial para la promoción de la libertad de religión fuera de la UE, un puesto que se creó en 2016 precisamente para proteger la libertad de culto en todo el mundo.
Y esto no es admisible. La Comisión Europea no puede dar la callada por respuesta mientras se siguen masacrando a cristianos africanos.
De nada sirve que Europa pronuncie elevados discursos y presuma de ser el embajador mundial de la paz y la libertad si después no pone todos los mecanismos disponibles a su alcance para defenderlas. Y si no da todo el apoyo a esos valientes que, cristianos o no, y a pesar del terror, se enfrentan al terrorismo en el continente africano.
Recuerdo especialmente a David Beriain y Roberto Fraile, periodistas españoles de 43 y 47 años, que fueron asesinados por realizar un documental sobre la caza furtiva en Burkina Faso, negocio para financiar el terrorismo. Al entrar en territorio de Al Qaeda, les cortaron el paso y les mataron.
La última entrevista a Beriain se la hizo Enara, una niña navarra de tan sólo 6 años, vecina como él de Artajona. Y a una de sus preguntas David le contestó: "Yo no soy muy valiente, pero hay que enfrentarse al miedo para poder contar lo que pasa".
Con personas como David, Roberto y miles de héroes anónimos más, el miedo, el terror y la barbarie nunca podrán abrirse paso y arrinconar la libertad.
Por eso, mientras haya un solo rincón en el mundo en el que la libertad sea perseguida y amenazada, la Unión Europea debe estar ahí para defenderla.
No podemos taparnos los ojos e ignorar lo que ocurre fuera de nuestras fronteras.
Me niego a aceptar que no podamos hacer nada y que la solución sea dejar que las cosas pasen.
¿Qué mensaje estaríamos dando a los europeos si ignoramos ataques en el mundo? ¿Esta es la Europa que queremos? ¿Este es el futuro que queremos dejarle a nuestros hijos?
Europa, la tierra del respeto, de la tolerancia y las libertades, tiene que utilizar todo su poder y su influencia para acabar con la cristianofobia en el mundo. Estoy segura de que no se quedará en las palabras y responderá con hechos.
Millones de cristianos amenazados nos lo agradecerán siempre.
Dolors Montserrat es exministra de Sanidad y portavoz del PP en el Parlamento Europeo.