Europa: sin conocimiento no hay progreso

Nadie discute que avanzar hacia una economía basada en el conocimiento es indispensable para garantizar la competitividad de la economía europea. Apresada en la peor crisis económica y financiera desde su creación, la Unión Europea no sólo ha visto como su sistema de producción quedaba en entredicho, sino también como progresivamente iba perdiendo terreno en la economía mundial en favor de sus competidores tradicionales y emergentes.

Si hay algo claro en este contexto es que la relación de Europa con dichos competidores no puede sostenerse en una reducción de los costes de producción basada en variaciones en los activos tradicionales de mano de obra y capital. Al contrario, la única forma de regresar a la senda del crecimiento y competir globalmente -a la vez que se garantizan los estándares sociales y de sostenibilidad que distinguen a Europa- pasa por situar al conocimiento como un activo indispensable de la productividad. Un conocimiento que, tras generarse en universidades y centros de investigación, debe después aplicarse para otorgar un valor añadido a los productos y servicios en cuyo proceso de creación o transformación participa.

Por tanto, recortar en sectores estratégicos como la educación, la investigación o la innovación, que son aquéllos que posibilitan el surgimiento de conocimiento y sustentan su transferencia al sistema productivo, daña irreversiblemente nuestra competitividad. Es evidente que un sistema sólido de ciencia e innovación requiere una inversión suficiente, constante e independiente de los ciclos económicos y políticos que se suceden. Todos los indicadores muestran que aquellos países que han apostado por invertir en este campo son los que disfrutan en la actualidad de una mayor capacidad de crecimiento. El enunciado parece claro, y la experiencia no hace sino confirmarlo: a mayor intensidad de inversión en I+D+i, mayor crecimiento económico.

En este sentido, y a pesar de que la austeridad y la consolidación presupuestaria sean la máxima que viene defendiendo el Consejo Europeo, los jefes de Estado y de Gobierno de la UE siempre se han comprometido en priorizar la inversión en educación, investigación e innovación en sus declaraciones y conclusiones. No obstante, si observamos los recortes que algunos gobiernos están ejecutando en estos ámbitos, la única conclusión posible a extraer es que existe una brecha evidente entre la retórica y la práctica.

Por si la situación no fuera suficientemente apremiante, los recortes nacionales se reproducen ahora en el marco presupuestario comunitario propuesto recientemente por los líderes europeos. De nuevo el Consejo olvida sus propias palabras y recomendaciones en su afán por recortar a toda costa el presupuesto de la UE para el período 2014-2020, lo que constituye una muestra más de la insensata respuesta cortoplacista y exigua que Europa está ofreciendo para salir de la crisis.

La Comisión Europea había propuesto dotar con 80.000 millones al nuevo Programa Marco de apoyo a la investigación e innovación, el Horizonte 2020. Se trata de un aumento discreto respecto al programa anterior si se tiene en cuenta que, además de la investigación, se incluye por primera vez el apoyo a la innovación además del presupuesto del Instituto Europeo de Innovación y Tecnología (EIT). Con la nueva propuesta que el Consejo Europeo ha puesto sobre la mesa, se estima que esta cantidad se reduciría hasta los 70.000 millones. Para algunos no serán tan malas noticias tras los continuos rumores que han circulado por Bruselas y que, indudablemente, no pretendían sino allanar el camino para esta reducción final. Otros somos más realistas y alertamos que con este recorte podríamos llegar a la paradójica situación de contar para 2014 con una inversión anual europea en I+D+i inferior a la de 2013. Por tanto, estaríamos ante una lógica errada que supondría un retroceso inaceptable e irrecuperable para Europa.

Es por ello que desde el Parlamento Europeo siempre hemos ido más allá, proponiendo desde el principio que el nuevo Horizonte 2020 contará con un presupuesto de 100.000 millones. No podemos olvidar que este programa es la contribución de la UE a alcanzar el objetivo fijado de invertir un 3% del PIB en I+D+i para 2020. Alcanzar estas cifras supondría la creación de 3,7 millones empleos adicionales para 2025 e incrementaría el PIB de la UE en 800.000 millones para ese mismo año. Unas cifras nada desdeñables si tenemos en cuenta que los principales objetivos que Europa debe perseguir en estos momentos son el crecimiento y la creación de empleo cualificado.

Cada euro deducido del presupuesto del Horizonte 2020 tendrá innegablemente consecuencias negativas. Estimaciones de la Comisión señalan que recortar 1.000 millones se traduciría en 4.000 PYME innovadoras sin recibir financiación, con la consiguiente reducción de su potencial para generar empleo; en 600 investigadores excelentes, y sus respectivos equipos, sin optar al apoyo necesario para generar el conocimiento que debe sustentar nuestra futura prosperidad; en 2.500 becas Marie Curie menos, reduciendo la capacitación del capital humano dedicado a la I+D+i; o en 240 grandes proyectos con 2.600 participantes de la industria, el mundo académico y otros socios que se quedarían en el tintero mermando las posibilidades de hacer frente a los grandes desafíos sociales a los que se enfrenta Europa. El recorte de un 12% propuesto por el Consejo respecto a la propuesta inicial de la Comisión equivale a una deducción de unos 10.000 millones. Con las estimaciones expuestas es fácil hacer cuentas y anticipar las nefastas e ineludibles consecuencias de la propuesta.

Mirado desde el prisma positivo, y con base en la experiencia hasta la fecha, cada euro invertido en el aún vigente Séptimo Programa Marco de Investigación de la UE (7PM) ha conducido a un incremento en el valor añadido de la industria participante de 13 euros de media. En el caso concreto de España se han recibido más de 2.000 millones del actual 7PM, siendo el quinto país receptor y también el quinto con más participantes. Además, no debemos olvidar que la inversión pública atrae inversión privada; atrae talento externo además de evitar la fuga del interno; mejora los servicios públicos; crea nuevas empresas, productos y servicios innovadores; y posibilita la incorporación de gente cualificada al mercado laboral.

Los beneficios de invertir en I+D+i son por tanto claros e irrebatibles y coinciden con los objetivos del propio Horizonte 2020. Primero, permite el surgimiento y consolidación de un sistema de ciencia excelente que genere nuevo conocimiento o mejore el ya existente. Segundo, permite mejorar la competitividad de las empresas a través de la absorción y aplicación de ese conocimiento a sus procesos y productos. Tercero, se generan soluciones basadas en el conocimiento a grandes retos sociales en muy diversos ámbitos como la salud, la alimentación, la energía o el transporte, lo que contribuye inequívocamente a mejorar el bienestar y la calidad de vida de la ciudadanía. En general, todo ello contribuye a la dinamización económica, al crecimiento, a la creación de empleo y, en último lugar, a la competitividad de Europa en un contexto adverso en el que la máxima debe ser garantizar la supervivencia del estado del bienestar europeo que tanto nos ha costado edificar.

Aceptar la propuesta presupuestaria del Consejo sería un grave error en el que Parlamento Europeo no puede permitirse el lujo de incurrir. Desde la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, nos corresponde a las eurodiputadas y eurodiputados dar nuestro consentimiento a la propuesta presupuestaria del Consejo o, visto al revés, tenemos el poder de vetarlo. Este poder parece ahora una responsabilidad. Contar, como pretende el Consejo con un presupuesto inferior al del presente período de programación 2007-2013, con la consecuente reducción del gasto en I+D+i, constituye el último y desgraciado episodio de esta historia de austeridad irracional protagonizada por Europa. En nuestras manos está decir no a un presupuesto insuficiente, desequilibrado e incapaz de generar el crecimiento económico y las oportunidades que permitan atacar los retos a los que nos enfrentamos. No sólo eso, apostando retóricamente por la I+D+i para luego no garantizar la inversión que ésta requiere, la UE corre también el peligro de mermar un poco más, si cabe, su ya disputada credibilidad.

Teresa Riera es Diputada del grupo socialista en el Parlamento Europeo, Ponente del Programa Marco de Investigación e Innovación de la UE Horizonte 2020 (2014-2020)

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