A lo largo de la historia de la humanidad, las materias primas han tenido un papel clave en el desarrollo económico, en las relaciones internacionales y en los destinos de naciones y civilizaciones enteras. Desde metales preciosos como la plata y el oro y productos agrícolas como el azúcar, el caucho, la seda y las especias hasta recursos energéticos como el gas y el petróleo, cambios en la demanda alentados por avances tecnológicos han obligado a rescribir las pautas del comercio internacional, han cambiado fortunas de manos y, muchas veces, han sido causa de conflictos y explotación.
En la década de 2020, nos estamos volviendo cada vez más dependientes de un nuevo conjunto de materias primas fundamentales, que incluye los elementos lantánidos (o «tierras raras») y metales como el litio, el galio y el germanio. El uso de estos insumos en una infinidad de productos que incluye desde paneles solares, baterías y turbinas eólicas hasta microprocesadores de uso industrial y militar los torna esenciales para la transición verde y la transición digital, que a su vez determinarán el futuro del planeta.
Europa nunca tendrá capacidad local suficiente para satisfacer su demanda de lantánidos o litio, pero tampoco debe ser ese el objetivo. Más bien, hay que apuntar a asegurar el acceso a las materias primas fundamentales, para no hallarnos a merced de actores que puedan instrumentalizarlas en forma hostil (como ha hecho el Kremlin con los hidrocarburos). Ese acceso es crucial para fortalecer nuestra autonomía estratégica, mantener nuestra competitividad y hacer realidad nuestras ambiciones en materia climática.
Para alcanzar el objetivo, tenemos que evitar los errores del pasado, en particular la excesiva dependencia de un solo proveedor. Acontecimientos recientes como la pandemia de COVID‑19 y la invasión rusa de Ucrania han aumentado la importancia de contar con cadenas de suministro seguras en todos los sectores económicos. También resaltan la sustancial influencia de las mayores economías emergentes del mundo (entre ellas el grupo BRICS formado por Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica), que dominan muchas cadenas globales de suministro importantes, incluidas las de las materias primas fundamentales.
A la par de nuestro avance en descarbonización y electrificación, diversos metales y minerales se volverán cada vez más importantes. Sólo en el caso de los lantánidos, se prevé que la demanda mundial se quintuplique de aquí a 2030. Pero por el lado de la oferta, un solo país hoy domina el mercado: casi el 90% de los lantánidos y el 60% del litio se procesan en China. De modo tal que la Unión Europea depende de China para casi todas sus importaciones de lantánidos.
Ya sabemos por experiencia reciente lo peligrosas que son esas dependencias. Para evitar disrupciones, Europa debe diversificar sus cadenas de suministro y reducir sus riesgos. Pero no hay en esto soluciones mágicas. El problema no se resolverá por el mero hecho de invertir en minería dentro de Europa (y tampoco tendría sentido económico). En vez de eso, tenemos que cooperar con socios de todo el mundo para ayudarlos a aumentar sus capacidades de extracción y procesamiento.
Aun así, tenemos que tomar algunas decisiones difíciles en relación con los proyectos de minería dentro de Europa, y también tenemos que invertir más en nuestras refinerías y plantas de procesamiento, para sentar las bases de una economía circular descarbonizada. Son tareas enormes que demandarán inversión sustancial y sostenida.
Iniciativas pasadas como la Alianza para las Baterías (2017) muestran que podemos tener éxito trabajando todos juntos. Europa ya tiene una de las gigafábricas de baterías más verdes y avanzadas del mundo, y pronto producirá dos tercios de las baterías de iones de litio que necesita para vehículos eléctricos y almacenamiento de energía.
Para repetir esta historia de éxito, hay que evitar una visión aislada del desafío de las materias primas fundamentales. Todo lo que hagamos para garantizar suministros seguros debe ser parte de una política integral, como hemos hecho en la lucha contra el cambio climático. Y en esto hay que tener una visión clara de la política exterior europea, que debe apuntar a desarrollar y profundizar alianzas estratégicas y reforzar la inversión en Europa y en los países socios.
La Ley de Materias Primas Fundamentales aprobada por la UE este año ya puso en marcha los cambios de políticas necesarios. Como señaló la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen en su discurso sobre el estado de la Unión de este mes, muchos países de todo el mundo están ansiosos de colaborar en la protección de las cadenas globales de suministro.
Es evidente que Europa tiene que hacer más por proteger el acceso a suministros críticos. El Grupo BEI, que en los últimos siete años ya proveyó 3000 millones de euros (3200 millones de dólares) para fortalecer las cadenas de suministro de materias primas, está decidido a acompañar el esfuerzo. Pero también somos conscientes de que las herramientas con las que cuenta hoy Europa son insuficientes. El Grupo BEI ya está trabajando en una iniciativa sobre materias primas fundamentales para estar a la altura de estos objetivos, y alentamos a otros actores a hacer lo mismo, desde el nivel de las regulaciones hasta el de los proyectos concretos.
El acceso a materias primas con importancia estratégica ha sido un determinante de la riqueza económica y del desarrollo a lo largo de la historia. Para asegurar nuestro futuro, debemos tomar la iniciativa y darle la mayor prioridad a proteger el acceso a los nuevos insumos esenciales de este siglo.
Werner Hoyer is President of the European Investment Bank. Traducción: Esteban Flamini.