Europa y la nueva carrera de armas nucleares

Uno de los pilares del control de las armas nucleares pasó a ser historia el 2 de febrero, cuando expiró el plazo de 60 días que Estados Unidos le había dado a Rusia para salvar el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF por su sigla en inglés) de 1987. Rusia alegremente dejó pasar el plazo. Pero también lo hizo la Unión Europea, a instancias de Alemania. Europa hoy está entrando en un período potencialmente peligroso y debe jugar un rol mucho más activo en el debate sobre las armas nucleares.

El Tratado INF prohíbe el despliegue de misiles nucleares de alcance intermedio en Europa. Su final casi certero opaca las perspectivas de extender el Nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas entre Estados Unidos y Rusia cuando expire en 2021. Y sin un marco contractual para las armas nucleares entre Rusia y Estados Unidos, el Tratado Internacional de No Proliferación de Armas Nucleares no puede sobrevivir.

La no proliferación depende de la voluntad de las dos superpotencias nucleares de someterse a un control y verificación de armamentos. Si Estados Unidos y Rusia, en cambio, se dedican a acumular armas nucleares, las potencias más pequeñas harán lo mismo, porque creen que, de esa manera, se vuelven invulnerables. Corea del Norte e Irán son sólo los primeros ejemplos de esto.

Una extensión del Tratado INF para impedir una nueva carrera de armas nucleares en Europa es algo por lo que habría valido la pena pelear. Al ser el primer –y, hasta ahora, el único- acuerdo verdadero de desarme, le brindó al continente un resguardo antes desconocido frente a una confrontación nuclear. Pero en lugar de cumbres de alto nivel y diplomacia itinerante para rescatar el tratado, lo único que hubo fueron esfuerzos relámpago.

Las posibilidades de salvar el Tratado INF hoy son insignificantes. Tanto Estados Unidos como Rusia quieren librarse de todas las limitaciones en materia de armas nucleares –no para una confrontación mutua, sino porque hoy ven a China como su verdadero adversario nuclear-. Como China no estaba en el radar internacional para las conversaciones de desarme a fines de los años 1980, no es parte de ningún tratado actual de reducción de armas y desarme. Pero hoy, aproximadamente el 80% del arsenal nuclear de China está exactamente en el alcance intermedio que prohíbe el Tratado INF para Estados Unidos y Rusia. A pesar de su guerra pública de palabras sobre violaciones reales o supuestas al tratado, Estados Unidos y Rusia comparten un objetivo prioritario: armarse contra China.

Alemania y Europa son, en consecuencia, de importancia secundaria para las dos superpotencias nucleares. Desde la perspectiva de Estados Unidos y Rusia, una nueva acumulación de armas nucleares en Europa representaría apenas un daño colateral. Pero, para Europa, puede significar el final repentino de los sueños de una Política Exterior y de Seguridad Europea. Si la OTAN iniciara discusiones serias sobre el renovado despliegue de misiles nucleares de alcance intermedio en Europa, los miembros de Europa del este –escépticos de que los europeos occidentales (especialmente los alemanes y los franceses) quisieran morir por su libertad- casi con certeza tomarían el ejemplo de Estados Unidos. Mientras tanto, Alemania y otras partes de Europa occidental probablemente experimentarían una enorme agitación política.

Frente a este escenario, Europa ahora debe intentar aplicar algún tipo de freno a los acontecimientos actuales y ganar tiempo para negociar, sin fastidiar al presidente norteamericano, Donald Trump, e incrementar sus ganas de abandonar la alianza. El debate debe comenzar al interior de la UE, que no es formalmente un socio negociador sobre la cuestión de las armas nucleares y actualmente mira desde las gradas. En vistas de que Trump claramente no quiere informar a los miembros de la OTAN, mucho menos a la UE, sobre sus próximos pasos, Europa debe hacerse valer.

Como primera medida, debería asumir una mayor responsabilidad en cuanto a la seguridad militar de Europa del este desplegando más tropas convencionales europeas –y alemanas- en estos países. Esto debe estar acompañado del inicio de conversaciones entre Europa y Rusia sobre armas convencionales y nucleares. El primer paso es el control de armas, un instrumento pensado para los tiempos difíciles. Las medidas de generación de confianza, como una inspección mutua del desarrollo y las capacidades militares, puede ayudar a reconstruir la confianza, que es un requisito previo para una subsiguiente reducción de armas y un posterior desarme.

Una auditoría del sistema de misiles crucero ruso SSC-8 (9M729) que, según Estados Unidos, viola el tratado INF, por supuesto es una máxima prioridad. Si bien Estados Unidos y Rusia admitieron inspecciones bajo el acuerdo sólo hasta 2001, revitalizar la Comisión de Verificación Especial del tratado sería una buena forma de avanzar.

Rusia recientemente hizo una oferta verbal de abrir sus arsenales nucleares para una inspección –con la precondición de que Estados Unidos haga lo mismo-. Pero una aceptación por parte de Estados Unidos parece improbable, porque la administración Trump da la sensación de estar más preocupada por contrarrestar las capacidades nucleares de China que por Rusia y Europa. Aquí, Europa, y particularmente Alemania dentro de la OTAN, debe tomar una postura clara frente a Estados Unidos. Hasta una aceptación condicional de Estados Unidos de una verificación por parte de Rusia representaría un progreso.

Mientras tanto, la voluntad de Rusia de participar en un control de armas nucleares dependerá sobre todo de la disposición por parte de Francia y del Reino Unido de permitir inspecciones de sus propios arsenales. Francia y otros países que quieren que la política de seguridad y defensa europea se vuelva más independiente de Estados Unidos deben estar preparados para tomar este tipo de medidas. El objetivo debe ser regresar a una arquitectura de seguridad europea confiable y creíble, algo que dejó de existir cuando Rusia invadió Crimea y fomentó la insurrección en el este de Ucrania.

Apaciguar este conflicto probablemente sea una condición previa esencial para volver a entablar conversaciones sobre armamentos con Rusia. Esto exigirá una misión de paz de las Naciones Unidas que –enérgicamente si fuera necesario- mantenga la tregua entre Ucrania y los separatistas respaldados por Rusia y supervise el retiro de armas pesadas del este de Ucrania. Alemania es un miembro no permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en 2019. Su tarea primordial debería ser desenterrar las conversaciones sobre una misión de las Naciones Unidas al este de Ucrania y conducirlas a una conclusión exitosa.

Esto aclararía el camino para construir una nueva arquitectura de seguridad europea, y permitir que Europa desempeñe un papel más central en la contención de la nueva carrera de armas nucleares.

Sigmar Gabriel, former German Minister of Foreign Affairs, is a member of the Bundestag.

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